martes, 3 de septiembre de 2019

Habla memoria





De repente todo ha ganado unos cuantos años. La realidad está un escalón más abajo en el tiempo, luce más curtida, más cerca del olvido y la nostalgia. La muerte tiene secretos inesperados. La ausencia del padre ha logrado envejecer el mundo. Los espacios en los que vivió hacen ahora parte de una mitología familiar, sus libros son cofres para encontrar un papel perdido, un mínimo subrayado; para un sobrino, su firma, algo deleznable y rutinario, es ahora una huella. Y la risa fácil es un milagro que suplicamos a la memoria.
En la clínica fue capaz de exhibir su humor negro, su capacidad de señalar riesgos propios y tomarse con algo de sorna los asuntos más definitivos. Toda la vida le huyó a la solemnidad. En la habitación, como un comentario suelto, mencionó un letrero macabro visto en un ascensor de servicio. “Solo cadáveres y material quirúrgico”. Un ascensor que solo apuntaba hacia abajo. Lo dijo con una sonrisa temerosa, no como un anuncio, no como una premonición, solo como una posibilidad. No era bueno para mencionar la muerte ni para ubicarse en el bando de los hipocondríacos.
No fue nunca un guía incisivo, obstinado, prolífico en consejos o reconvenciones. Tenía eso sí últimas palabras, órdenes que no admitían muchas discusiones. Era la última instancia. Recuerdo su actitud cuando en la infancia me negaba a bajarme del carro para ir al colegio. Mi mamá me llevaba hasta su trabajo y sin decir una palabra quedaban claras mis obligaciones y mis pasos hasta el salón. Pero en la tarde ya era de nuevo el compinche, el que podía azuzar ciertos desafíos adolescentes. Un amigo me dijo, unos días después de su muerte, que siempre lo había visto como un hermano más de sus hijos. No le faltó razón.
Eran pocas la distancias que marcaba con quienes conocía. No se subía a un peldaño para hablar con nadie, no ponía su mano para guardar un margen con quien hablaba por primera vez. Siempre jugaba de tú a tú. Recuerdo que en una finca de clima frío, que bautizó La montaña mágica con algo de pretensión, hizo varias veces de agricultor en un acuerdo con el mayordomo. Iban 50-50 en un cultivo de papa que casi siempre terminó comido por el mojojoy o vendido al peor precio del año. Nunca regateó nada, ni charlas ni conversaciones.
Sus manos demostraron siempre pocas destrezas motrices, servían para abanicar sus argumentos, para contemplar con un golpe suave sobre la espalda o la cabeza, para sostener el cigarrillo que lo acompañó casi cincuenta años. Pero no creo que haya sido capaz de enhebrar una aguja ni lograr una mínima hazaña con un destornillador. Como excepción a esa ineptitud, recuerdo que hacía unos sutiles aviones de papel y ejercía una mecanografía rápida y enérgica en exceso. Así mismo hablaba, sin delicadezas ni rodeos. Nunca conoció la prudencia, era igual de crudo para el elogio y para la burla.
Siempre apreció el valor de lo inútil. Eso lo hizo una rara avis entre ingenieros o economistas. Recuerdo su alegría cuando podía estar entre artistas. Intentaba comprenderlos desde una tranquila admiración. Siendo alcalde de Medellín se empeñó en un parque de esculturas en el Cerro Nutibara, el antónimo de un pueblito paisa.
Solo tuvo obediencias para su compañera de más de sesenta años. Era el momento de sus docilidades, de su aptitud para aceptar caprichos, del asentimiento como una de las formas del amor. Por algo gozaba refiriéndose a mi mamá como ‘La Patrona’.
Nada nos salva de la tristeza. No hay paliativos en el tiempo o la falla de la memoria. La falta del dolor es solo la aceptación de la distancia. Lo leí de Savater citando a Cesare Pavese, “no hay dolor más atroz que saber que el dolor pasará”.




9 comentarios:

HUGOESPITIA.SENA dijo...

Familia Gaviria, felicitaciones, que privilegio han tenido. Buen viaje Sr Gaviria mayor

jj dijo...

Sentī un dolor muy profundo con la partida de tu padre, pero una emoción esperanzadora de que mi padre recibió una visita que tardó màs de 20 años.
Que en Paz Descanse Juan Felipe.

Unknown dijo...

Una bella elegía a toda una vida. Cómo Cóemore la vida la marcan los hitos de lo cotidiano y el amor que como hilo de oro entreteje lo definitivo, lo escencial y lo bello....a dónde irá todo esto?...por eso resulta un bálsamo pensar en el infinito de las almas...joven un cielo estático...sino en la dinámica de la eternidad del Amor y su fuerza como motor de esta burbuja del espacio-tiempo.Mis sentimientos de solidaridad para con usted y su bella familia.

Pepe Arbol dijo...

Hermosa columna, lo retrata como lo que parecía, saludos a todos incluído Matías,días sin verlo, abrazo.

Anónimo dijo...

En alguna parte oí o alguien me dijo o leí, incluso se lo dije a un amigo cuando su mamá murió: Vive en vos. Pero no estaba convencida. Muchos años después de la muerte de mi propia madre estoy convencida de que es verdad, es así. Pedazos de ellos perviven en nosotros, y no es solo evidente cuando nos miramos al espejo. Un abrazo.

Unknown dijo...

Excelente columna Pascual. Pa delante, sigan aportando al pais como lo han hecho con su hermano Alejandro.

Belitos dijo...

Que bellas palabras para un papá como su padre...seguro en su familia y en la de todos los descendientes de su padre "no entrarán nunca los ejércitos del olvido". Me quito el sombrero Pascual.

Jimena dijo...

Pascual, un abrazo grande. Bella semblanza.

Unknown dijo...

Y si todos hubiéramos tenido un papá como el tuyo,,, seríamos una Colombia hermosa, educada, tolerante, amigable que envidia ser hijo de su papa