Regresar
a su ciudad natal y mirarla con condescendencia. Pensar una ciudad que ya no
existe, gobernar una ciudad que desconoce. Volver con aires triunfales y ver
ese pequeño feudo como un objeto manejable, un trompo, una caja de música, una
brújula. El roce en los puestos palaciegos le entregó astucias que ahora cree
sabidurías, partidarios que identifica como amigos, votos que supone lealtades.
La política capitalina lo ha obligado a sumisiones y obediencias que es momento
de cobrar. Pero en realidad es el momento de pagar. Cubrir viejos gastos
personales, dar gusto a padrinos políticos, dejar satisfechos a nuevos y viejos
compañeros de bregas, resucitar a algún desahuciado.
Daniel
Quintero llegó a la ciudad de Medellín embozado de independiente. Luego de pasar
por muchos colores en la política logró ponerse una camisa ambigua y tramar a
propios y extraños. Fue un candidato más indeterminado que independiente. En
sus primeros nombramientos nos dimos cuenta de sus deudas con casas políticas
tradicionales de los municipios del sur del Valle de Aburrá. El alcalde que se
viste de tecnología responde a la vieja maquinaria manual. Ese fue un primer
desengaño para una buena parte del electorado. Pero todavía faltaba un sesgo
autoritario por descubrir. El candidato que se pintaba de progresismo, que
agitaba banderas de reivindicaciones y acompañaba las marchas y las demandas
del movimiento ciudadano del año pasado, se inauguró con el ingreso del ESMAD a
la Universidad de Antioquia. Luego han venido sus delirios de vigilancia, sus
órdenes de vincular cámaras privadas a los monitores de la policía y sus
intenciones de llevar los decretos de restricciones de libertad personal al
interior de las casas. De modo que Quintero es un ovillo tan indescifrable que
puede seguir el libreto del Centro Democrático y echar vivas a Petro.
Todavía
quedan cosas por descubrir en la manera de gobernar de Daniel Quintero. El
provinciano que ha bajado desde las cumbres burocráticas parece subestimar a la
ciudad y sus habitantes. Es la única manera de explicar que haya nombrado en el
Área Metropolitana, un organismo que había logrado mantener un estatus técnico
y tienen el reto ambiental que afecta la salud de millones de personas en el
Valle de Aburrá, a un delfín sin experiencia, conocimiento ni liderazgo entre
los diez alcaldes de la región. Los nombramientos y las contrataciones dejarán
claro por qué lo nombró.
Pero
la reciente jugada en EPM demuestra que Quintero menosprecia a la ciudad, mira
al Concejo como simple notario de sus facultades extraordinarias (ha pedido
tres en siete meses de mandato) y cree que los ciudadanos son un simple
bochinche de twitter y a los partidos y movimientos se les responde más con
chistes de bachillerato que con debates. El alcalde pretendía cambiar en dos meses
el objeto social de EPM para convertirla en jugadora en infraestructura vial,
en el sector turismo y seguros, en nuevos servicios financieros y manejo de
datos. Quintero cree que el abogado que sacó debajo de la manga para la
gerencia de la EPM es el apoderado de sus negocios e intenciones. No había
estudios para justificar ese cambio, solo un proyecto de acuerdo con cara de
trabajo universitario. Al final el alcalde lo retiró con una palmadita en la
espalda a la ciudad: “está bien, yo se los explico más despacio.”
Medellín
ha sido durante muchos años dócil con sus gobernantes, una ciudad más dada al
aplauso que a la crítica, pero Quintero no debe olvidar que sus apariciones en
las revistas internacionales no son garantía de que engañará calentanos durante
cuatro años.
Es veraz que es más indeterminado que independiente.
ResponderEliminarAtisbá vos, seguí atisbando y no dejés de atisbar
ResponderEliminarMaravillosa columna Pascual. Así se trate de sembrar en el desierto, en medio de una sociedad y una ciudad enceguecidas que, según las encuestas, lo tienen por buen gobernante, su voz disonante constituye sin duda en luz al final del túnel. Por ahora es un solista. Ojalá se unan nuevas voces al concierto. Con gusto lo acompañaría en la tarima, pero soy apenas un litigante ya medio cano, amando esta ciudad, padeciendo sus gobernantes y luchando para que no se cumpla en mi la sentencia de Alzate Avendaño: “me impresiona morir leguleyo con el alma prendida de un inciso”.
ResponderEliminarSi algo ha demostrado Medellín es que se engaña calentanos por décadas. Ciudadanía acallada y amedrentada pasó a la salamería ingénua.
ResponderEliminarNecesitaba una apreciación como ésa. Me redujo triglicéridos, me aumentó la risa y me tranquiliza al saber que la política no es para inexpertos. Da pena una ciudadanía que se deja comprar con un discurso tan pobre... Y aplauden!
ResponderEliminarQue desengaño con este personaje...
ResponderEliminarMás claro no canta un gallo Pascual
ResponderEliminarCreo que la ciudad se equivocó al elegirlo. Pero esto en una democracia y podemos revocarle el mandato.
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