Los
campos de cuarentena en China parecen una inmensa colección de baños públicos
dispuestos para un evento multitudinario. Cubículos de 18 metros cuadrados se
enfilan en un orden recién dispuesto. En marzo de este año sorprendieron las
imágenes del campo en Xishuangbanna en la provincia de Yunnan. Más de cuatro
mil celdas de plástico donde los confinados sacaban la cabeza por una ventanilla
en medio de la puerta. La mayoría de ellos fueron conducidos por la policía por
un supuesto contacto con alguien contagiado con Covid. Por el paso de tres
semanas en la prisión sanitaria deben pagar 330 yuanes (46 dólares) diarios. Los
traslados se dan en medio de largas filas de buses con “capturados” que no
saben muy bien a dónde los llevan. Cosas del Partido Comunista Chino y su afición
por los grandes corrales.
Pero el
terror Covid ha terminado por igualar a países que parecía imposible incluso comparar.
Australia acaba de disponer de un campo obligatorio de cuarentena para quienes
hayan tenido contacto estrecho con un contagiado. Hasta hace poco el campo, cerca
de la ciudad de Darwin en el norte del país, era solo para viajeros recién llegados
del exterior. Pero un reciente documento oficial deja claras las nuevas
condiciones: “Cualquiera que haya tenido contacto cercano con un caso
confirmado de COVID-19 puede ser enviado a cuarentena en su hogar, en una
dirección alternativa o en un alojamiento arreglado por el gobierno.”
Australia
y China se diferencian ahora por el tamaño de sus celdas sanitarias. El Centro
de Resiliencia Nacional tiene mejores instalaciones y un cuadernillo de 39
páginas de reglas. El personal de salud entra de manera sorpresiva a tomar
temperatura y soldados y policías patrullan gritando que todo el mundo debe
usar mascarilla. Una detenida dijo hace poco que la temporada de catorce días
tuvo algo de campamento de carretera, cárcel y hospital. En mayo de este año
fue famosa la escena en la que una mujer de 39 años tira su morral por encima de
la valla del antiguo campamento de trabajadores y trepa para salir caminando.
La fuga le costó una multa de cuatro mil dólares.
La
fiebre ha comenzado a extenderse por Europa con el aplauso de las mayorías y
las demostraciones de temple de los gobiernos. La política marca las decisiones
de cuidado y los gobernantes aprovechan para trazar una línea entre los apestados
(los no vacunados) y los sanos y responsables. Segregar minorías peligrosas
siempre será una política para el aplauso. Austria no construye campamentos
pero decreta casa por cárcel para quienes no se han vacunado. Italia ha
prohibido el ingreso a los lugares de trabajo a quienes no tienen vacuna. Recuerda
en algo a nuestros lazaretos en el siglo XIX cuando los leprosos perdían el
derecho a votar y a heredar. ¿Aparecerán también los Secretarios de Lucha Anti
Leprosa que recibían recompensas por señalar a posibles enfermos? ¿Bonos del
Estado por marcar las casas de los no vacunados? En Italia más de 80% de la
gente tiene esquema completo y para muchos científicos la evidencia médica no
respalda la restricción.
La
sensatez no se ha perdido del todo. En Estados Unidos una Corte de Apelaciones
en New Orleans tumbó la exigencia de vacunación para trabajadores de empresas
con más cien empleados. La Corte habló de los “graves problemas
constitucionales” de la exigencia. En Inglaterra, el Imperial College ha dicho
que sería más útil una focalización de vacunación y refuerzo a las personas con
mayor riesgo que la exigencia general de un pase sanitario. El ministro Ruiz ha
comenzado a admirar a Austria. Una advertencia velada para lo que viene. No
solo se trata de cumplir metas a toda costa, sino de cumplirlas con la policía
a bordo. Las batas blancas han comenzado a ser insuficientes para la
propaganda.
"ya vendrá la muerte y todo será polvo bajo su imperio, polvo de de Codro, polvo de Cimón...
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