Un gol
no puede taparlo todo. No puede evitar daños ni cubrir dolores. Los goles son
un instante para el olvido, un manto a medias en forma de grito compartido, una
mentira contra las tristezas y la vida sin compasión. Pero los goles han servido
muchas veces como estribillo de causas más allá de los colores que arremeten
contra el arco contrario. Las banderas políticas ondearon en los estadios
menores de las primeras décadas del siglo XX. Los obreros entregaban los suyo
en la cancha que muchas veces fue el terreno de las compensaciones. Entre esos
clubes con una larga historia política está el Rayo Vallecano, reciente hijo
adoptivo de Colombia.
La historia
empieza en la casa de Prudencia Priego en el municipio de Vallecas cerca a
Madrid. Su domicilio aparece en el acta de fundación de la Agrupación Deportiva
el Rayo. Doña Prudencia era la encargada de lavar los uniformes y guardar los
maletines de los jugadores, si así se les puede llamar a esos primeros entusiastas.
En 1932 el equipo ganó el título en el campeonato de la Federación Obrera de Fútbol
y en el 39, con el triunfo del fascismo, ya servía como campo de concentración.
Según el libro Fútbol y anarquismo,
escrito por Miguel Fernández Uribía, allá “guardaban” a los derrotados, algunos
de ellos asesinados después por los falangistas. Paradójicamente su primer presidente,
hijo mayor de doña Prudencia, era guardia civil del ejército. En América los
equipos obreros y anarquistas se formaron sobretodo en México, Chile y
Argentina. La casa natal de Maradona, Argentinos Juniors, se llamó al comienzo
Mártires de Chicago en honor a los trabajadores anarquistas ahorcados en esa ciudad
en 1887. Un buen grito para el 10.
En el
76, cuando Vallecas ya era un barrio de Madrid, el Rayito llegó a la primera.
Un punto contra el Getafe en la última fecha cerró la hazaña. Falcao acertó
desde el comienzo con el número 3 sobre su lomo delantero de 300 goles en
Europa. El número de su papá, de Radamel Falcao King, es emblema de obrero en
la defensa. Trocar el 9 por el 3 es de algún modo calzarse el overol. Y aunque
trabaja a media jornada en cada fecha marca un gol cada 66 minutos.
Los
Bukaneros, la barra dura, referente del Club desde 1992, chifló con toda durante
la presentación de Falcao al presidente Raúl Martín Presa, cercano a políticos
del derechista partido VOX: “Rada sí, Presa no”, fue el primer coro que oyó El
Tigre. Los Bukaneros se proclaman muy bien en su estrofa más repetida donde hablan
de la ‘República de Vallekas’: “Somos los hinchas más anarquistas / loss más borrachos,
los más antifascistas. / Nuestro Rayito revolucionario, / todos los fachas,
fuera de mi barrio”.
Parece
difícil encontrar algún alboroto local que pueda alinear a Falcao y su historia
con esos ímpetus de la tribuna y el espíritu de su nuevo equipo. Pero siempre
aparece un juego olvidado. Y esta vez coincide en el tiempo con la fundación
del Rayo. El departamento del Magdalena
fue campeón de fútbol en los primeros juegos nacionales que se disputaron en
Cali. El Liceo Celedón y el Club Mamatoco aportaron los jugadores del Magdalena
que ganó 2-0 la final contra Barranquilla en enero de 1929. La masacre de las
Bananeras era una noticia reciente. A volver a su departamento, a comienzos de
febrero, los jugadores pidieron la libertad para los trabajadores sindicalizados
que estaban detenidos en Ciénaga. Las autoridades locales accedieron a la
demanda y salieron los obreros afiliados al sindicato Sociedad Unión. Fue el
trofeo del momento. Apenas para honrar la camisa del ciclón bananero y su
número 3 para todas las defensas.
EXCELENTE COLUMNA. ME ENCANTA, soy un fanático de la historia política en el fútbol y sobretodo los radicalismos en los clubes europeos, los bucaneros, herri Norte, celtarras y demás movimientos antifascistas son el ejemplo de lucha contra los ultras falangistas y neonazis en los clubes de Madrid, Barcelona, Sevilla, Betis... MAGNÍFICA COLUMNA. Quien comenta Gustavo Yara.
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