Las
universidades públicas saben algo que todos ignoramos. Deberían compartir el
conocimiento que el país entero desconoce y salvarnos de esta irresponsabilidad
que nos tira a las calles, a los estadios, a los buses, a los bares y a las
oficinas. Es injusto que nos nieguen la sabiduría de la prudencia que practican
desde hace dos años y que ha librado a los bachilleres que se graduaron desde diciembre
de 2019 en adelante de conocer a sus compañeros en los campus. Porque afuera ya
se han arriesgado a ser novios y a morder el borrador del mismo lápiz. Las
universidades salvan hoy en día al país del contagio que podría producirse en
sus sedes. Son focos de sanidad en medio de una ciudadanía temeraria.
Pero se
empeñan en cerrar sus puertas y sus secretos. No muchos de sus directivos están
dispuestos a dar declaraciones sobre el tema, los decanos solo se atreven por
video llamada con tapabocas y los profesores están ventilando sus gracias en la
calle y sus clases desde la casa. Hace poco la directora de bienestar
universitario de la Universidad de Antioquia me dijo que ellos atienden al pie
de la letra las recomendaciones de un comité de expertos. En mi ignorancia
supina sentí un alivio al saber que la ciencia no dicta las decisiones para
todos los sectores en el país. Nos ha salvado la superstición y el
atrevimiento. Le pregunté a la directora de “bienestar” por la protección que
entregaban las vacunas a los profesores y me dijo que no era suficiente porque
los alumnos son la población menos vacunada. Le hablé de la seroprevalencia, la
protección natural que hemos adquirido por contagio, y me dijo que no hay datos
suficientes. El reciente estudio del INS entregó un dato concreto, el 89% de los
colombianos ya ha tenido contacto con el virus. Me respondió que ese estudio es
parcial y no se ha hecho uno robusto en el país. La Universidad de Antioquia
solo cree en los datos que no existen.
Lo que
de verdad sería responsable es que la gran mayoría de las universidades
públicas, reacias a volver a la presencialidad, dejen claro que las clases se
han convertido en algo prescindible. Que expliquen el nuevo modelo de estudios,
de posibilidades mixtas para los alumnos en las regiones, de acuerdos previos
entre estudiantes y profesores para sus cursos en clase o en pantalla ¿Hay un
nuevo modelo? ¿La pandemia mostró nuevas opciones para todos? Pero es imposible
seguir amparando el cierre con la disculpa sabia de su responsabilidad. “La
prudencia que hace verdaderos necios”, es el grafiti para los muros de las universidades
cerradas
No es
creíble que el 90% de los colegios en Antioquia estén en clase y las
universidades públicas, con mejores infraestructura, sigan vendiendo el humo de
la bioseguridad. Nunca había sido tan claro que la ciencia exacta que buscan,
el cero riesgo, el cero Covid, puede ser la más dañina superstición. Octubre
pasado fue el mes con menos muertes por Covid en Colombia desde mayo de 2020,
cuando la pandemia apenas empezaba. Pero eso son datos preliminares, sentido
común de los legos, ellos tienen otras cifras. En realidad tienen sobre todo
otras maneras de tomar decisiones, mas burocráticas y más lentas.
Hace
diez años el director del Sena, Darío Montoya, dijo al dejar su cargo: “Hay que desbaratar el salón de clases. Eso tenía vigencia
hace 20 o 30 años, cuando para poder aprender uno tenía que tomar notas en un
cuadernito.” Llovieron críticas desde las universidades, hoy parecen abrazar
esa teoría pero sin admitirlo, con el tapabocas como máscara.
Me quedó sonando algo que dijo el personaje de la última obra
del Águila Descalza, Coronavirus, una
obra viral: “¿Por qué no han abierto la Universidad de Antioquia? Porque ya
no es necesaria. No sea que el chiste se vuelva realidad.
La inmunidad 'natural' no existe con algo como el COVID-19. Las personas sin vacunar han propiciado la expansión de variantes contagiosas y el haberse contagiado con el COVID-19 y haber sobrevivido no garantiza que no lo va a tener otra vez, esta vez peor. También está el peligro del long COVID. No es un futuro que quiera.
ResponderEliminarAlgunas veces la ciencia manda.
XOXO
No abrir las universidades es una manera de disolver las protestas estudiantiles.
ResponderEliminarNo es por la salud; es por el orden público que están cerradas.
¿Y Sixpence en qué país vive? Que yo sepa, en EEUU todas las universidades están teniendo clases presenciales.
ResponderEliminarLa pandemia no ha hecho otra cosa que agudizar una tendencia que ya venía manifestándose en la educación en general, y es que la inteligencia artificial pronto permitirá diseñar programas académicos casi que a la medida de cada estudiante, dependiendo de sus fortalezas y debilidades. La transformación educativa va a ser de magnitudes insospechadas. Esperemos que los costos se reduzcan sustancialmente para que haya cada vez más gente que pueda capacitarse de acuerdo con sus habilidades y necesidades.
En EEUU, y probablemente en muchos países europeos, la mitad del negocio educativo está en el alojamiento y la alimentación de los estudiantes. Salvo las universidades comunitarias, que como su nombre lo indica sirven a una determinada comunidad zonal, todas las demás implican costos como de hotel, y ese negocito se les va a acabar si se afianza la virtualidad.
Por definición, a las universidades de garaje llegan
ResponderEliminarlos alumnos manejando sus Bugatti o los llevan sus
chóferes. A las públicas se llega en transporte colectivo,
a través de buses ultra congestionados.
La universidad de Antioquia tiene enorme sobre cupo. Fue
construida para 12 mil estudiantes y ya tiene 50 mil.
Ir al baño o tomarse un tinto requiere largas filas. Por
lo tanto los contagios están a la orden del día, en el
campus y en el transporte.
A la Universidad Pública no se va a que "le enseñen",
allí se valora es la capacidad autodidacta, por eso el
romántico "encuentro con los profesores" no se aplica.
La ayuda que los profesores, y los compañeros, pueden
darse por los medios "virtuales" es suficiente para que
las personas interesadas logren su progreso académico.