Una niña callejera, en un viaje de sacol en pleno 24 de diciembre, sueña
con una fiesta con pólvora en la que además pueda estrenar “mecha”, es decir un
vestido luminoso como los de las vitrinas. Vende flores para quemar chorrillos.
El chisporroteo de las luces, el titubeo de los silbadores, la sorpresa ante el color de la próxima bengala han sido por muchos años parte de las promesas y
los peligros de diciembre. Las primeras excursiones riesgosas que recuerdo fueron a distintas ventanas de casas humildes, de ladrillo pelado, de zócalo rojo, de
rejas retorcidas, en las que nos despachaban una gruesa de papeletas,
cebollitas o chorrillos. Cerca al colegio, a la casa, a una finca en Santa
Elena siempre estaban claras las señas de esas casas tan importantes como los talleres de bicicleta o las ventanas que prometían empanadas
y paletas. Antes, como en un sueño sin sacol, recuerdo las casetas a lado y
lado de la autopista donde se ofrecían las pilas, los voladores, las estrellas
magnificas que se clavaban a un poste y giraban con su impulso tricolor. Los polvoreros
eran artesanos y su mercado al aire libre era una atracción incruenta.
Ahora, desde una orilla ciudadana que se pretende civilizada y
espiritual, cívica y compasiva, surge una acusación contra quienes empuñan el
cigarrillo para acercarlo a la mecha: mafiosos todos, o mejor, traquetos
algunos, quienes fungen de patrones en las esquinas y patrocinan el estruendo,
y miserables con gusto de mafioso los demás, quienes gozan de los estallidos o
tiran voladores por su cuenta y riesgo o gozan con el rosario nada susurrante
de una recamara. Convertir una costumbre popular en delito es una estrategia
que ha demostrado ser inútil y riesgosa. Aquí desde hace siglos las
fiestas religiosas y populares (les pueden preguntar a las vírgenes del Carmen
y La Candelaria) fueron amenizadas con pólvora. Los estallidos están reseñados
en las novelas antioqueñas y en los bandos oficiales. Está bien que para muchos
sea una costumbre estúpida y derrochona, nadie niega los riesgos que implica y
los precios que ha cobrado en ojos y falanges, pero tal vez no valga la pena señalar
de mafiosos a quienes perseveran en un gusto que se considera odioso. La ciudad
tiene suficientes bandos y recelos para que desde el púlpito de la superioridad
moral se trace una línea entre los traquetos y los adelantados. Nos quejamos
del estigma sobre la ciudad pero nos encanta el más burdo y más propio de
nuestros insultos para resolver una tensión ciudadana. Muy pronto aparecerán
los mapas con cruces para señalar, “con un lápiz de candela”, las comunas mafiosas
y todo quedará reducido a las herencias de Don Berna.
Pero quizá la más grave de las exageraciones sea traducir la hora de
estallidos y luces entre la noche del 30 de noviembre y la madrugada del 1 de
diciembre como el dominio criminal sobre la ciudad. Una especie de resignación para
darle poder ilimitado a los 8.000 o 10.000 pillos que se dice forman los combos.
Si en verdad la alborada es una celebración de criminales esos hombres saben
repartirse bien y dirigir las mechas en cada barrio de Medellín sin que valgan estratos ni fronteras invisibles. También saben revolver los sancochos y poner
la música. Tal vez sea mejor cambiar los calificativos y llamar a los unos
alborotadores y desconsiderados, y a los otros melindrosos y gazmoños.
El año pasado hablé de la alborada con un compañero del trabajo que tiene 45 años, me preguntó "donde vas a pasar la alborada", como preguntar por el día de las velitas, él me dijo que en su familia era tradición esperarla donde la mamá con toda la familia en la calle sentados. Le dije que la alborada era una tradición reciente y me dijo que como se me ocurría, que alborada había existido siempre, como día de las velitas. Es que no tiene tuiter y al parecer está bien rodeado en facebook, parece que no le llega nada de cantaleta y solamente le llegan y ve videos chistosos. No sabe que la alborada es un invento del demonio.
ResponderEliminarLe dije que yo entendía que era un invento reciente, de criminales politicos. Nada, no me creyó, fue prudente y no me recomendó "siga creyendo guevonadas de interné y verá". Para ser sincero yo le creo a los del internet que es un invento de los señores paramilitares para celebrar la llegada de la navidad y la buena culminación de otro año más con sus exitos, sus fracasos, sus tristezas y sus alegrias. O tal vez los señores paramilitares solo querían bulla y pasar el tiempo y no celebrar nada, ni idea.