Jean-Luc Mélechon, el líder de Francia Insumisa, el principal grupo político de la coalición de izquierda que recién ganó las elecciones parlamentarias, tiene muy clara cuál debe ser su relación con los “medios de comunicación tradicionales: “…es que no sirve de nada intentar entenderse con ellos. No sirve de nada. Hay que combatirlos. ¿Cómo? Burlándose de ellos. Enseñando a la gente. Como si toda la vida política fuera un momento de educación popular… ¿Por qué voy a la televisión? Voy porque nos hacen buenos vídeos. Los cortamos y los difundimos. Ellos pagan la luz, la gente, las cámaras, todo. Y pagan para que les insultemos. Como ellos nos maltratan, nosotros hacemos lo mismo… Si tú vas a discutir, trátalos de mentiroso, porque son mentirosos”.
El Presidente Petro citó la entrevista en uno de sus trinos de esta semana. Y ha mostrado, en diversas declaraciones, el mismo desprecio por cualquier medio de comunicación que refute sus ideas, critique sus posturas, desmientas sus afirmaciones de cada día o ponga en duda la bondad de sus reformas. Detrás de esa mirada hay una condescendencia insultante frente a una buena parte de la opinión pública que supuestamente no logra salirse de la manipulación, que según Petro y Mélechon, es incapaz de entender la misión impostergable y la visión benevolente de sus políticas. La lógica es bastante sencilla para estos hombres de pensar complejo: “No nos siguen o por ignorancia o por mezquindad”.
Muchos políticos exitosos han decidido elegir a los medios de comunicación como adversarios políticos. El debate con sus contrapartes ideológicas parece haber perdido relevancia, no es tan rentable entablar un pleito con un adversario político que con un medio con audiencia. En la actualidad las discusiones entre políticos tienen una especie de sordina mientras el enfrentamiento entre políticos y medios tiene un amplificador en redes y clicks. Mélechon lo repite con alegría: “Y la gente se ríe. Les gusta muchísimo la pelea ésta en la cual el poderoso está humillado. Hay que humillar a esta gente”. Ganan las elecciones pero esconden su poder, se esconden bajo la máscara de los perseguidos.
Pero hay una paradoja en su mirada sobre los “medios tradicionales” como los enemigos a vencer, como los determinadores de las decisiones políticas y las posibilidades de pensar de mucha gente. Al mismo tiempo consideran que han perdido buena parte de su influencia y citan la aparición de las redes y el crecimiento de los “medios alternativos” como un punto de quiebre. Buscan su eco y al mismo tiempo minimizan su importancia: “Pero si tenemos como punto de vista que ellos no tienen ningún poder, al final, ¿qué queda? El que no me ama, lee que soy lo peor de todo. ¿Qué más? Mira la fotografía y no lee, pero es que ya lo sabe.”, dice Mélechon en su entrevista con Pablo Iglesias.
Políticos de todos los colores tienen hoy una estrategia igual. Descalificar la prensa en debate público, utilizarla para amplificar su propaganda, minimizar su influencia y alentar sus bases por medio del insulto a los periodistas. También Trump dice que “la prensa es el enemigo del pueblo americano”. Bukele ha pasado de las palabras, declarar enemiga a la prensa, al acoso y las amenazas. La ofensa y la burla a los reporteros es su herramienta. También López Obrador dice que todos los medios están en contra su gobierno. La victimización es otra habilidad.
Ahora la estrategia es esconder el poder político, atenuar sus posibilidades, pagar azuzadores profesionales, disfrazar la propaganda oficial de medios alternativos, esconder los entuertos mediante el escándalo de los tropeles en redes. Apagar la vigilancia mediante el incendio.