miércoles, 28 de julio de 2021

Fiebre autoritaria

 


Hace un poco más de un año el gobierno chino ejercía controles a los ciudadanos basados en su estado de salud y sus riesgos asociados al Covid: vigilancia por códigos QR, limitaciones de acceso a lugares dependiendo del historial de viajes y contactos, controles virtuales al azar sobre síntomas. En el primer momento la medida se contempló en Europa y Estados Unidos y se pretendía ejercer mediante la exigencia de pruebas PCR negativas o la demostración de haber adquirido inmunidad natural. Luego las noticias chinas hicieron que las medidas se consideraron desproporcionadas y dignas de un régimen totalitario que mira a sus habitantes como ratones en sus compartimentos vigilados. La idea no le gustó a la OMS por la falta de certeza sobre la protección. La revista Nature expresó su preocupación en un artículo publicado en mayo de año pasado: “…cualquier documentación que limite las libertades individuales sobre la base de la biología corre el riesgo de convertirse en una plataforma para restringir los derechos humanos, aumentar la discriminación y amenazar, en lugar de proteger, la salud pública”.

Lo que hace un año parecía una herramienta totalitaria hoy es una realidad en Francia, Italia y Australia, y la presión para imponerlo en otros países viene creciendo. En Francia el 76% de los ciudadanos está de acuerdo con la exigencia pero las protestas del fin de semana contra la medida congregaron a 160.000 personas en diferentes ciudades. Emmanuel Macron anunció la obligatoriedad del “pasaporte de vacunación” para entrar a cafés, restaurantes, centros comerciales, hospitales y trenes de larga distancia a partir de agosto. Poco a poco los apestados que no se hayan puesto la vacuna tendrán la casa por cárcel. Además, aplicarse la vacuna será obligatorio para quienes trabajen en contacto con personas mayores o frágiles, así sea a domicilio. Los trabajos que en su mayoría realizan los inmigrantes estarán vetados para los “sin vacuna” ¿Van a encontrar quién cuide a sus ancianos? ¿Van a comenzar a buscar a los “propagadores” pidiendo documentos en las calles? Europa comienza a mirar a China como ejemplo.

Los historiadores nos han recordado la historia de la peste de fiebre amarilla en New Orleans en el siglo XIX. Los “aclimatados”, quienes se habían infectado y habían sobrevivido, se convirtieron en una casta con potestades extraordinarias. El precio de los esclavos aclimatados subió un 25%. Los trabajos, los créditos, el arriendo de las habitaciones se otorgaban solo a quienes reñían inmunidad. Los periódicos hablaban de un “bautizo de ciudadanía”. De modo que los ricos salían de la ciudad o se encerraban en sus casas mientras inmigrantes y esclavos tomaban el riesgo de infectarse para salvarse.

En las protestas recientes en Roma y otras ciudades se han visto carteles con las imágenes de Auschwitz y leyendas alusivas a la discriminación sobre los no vacunados. La comparación es sin duda exagerada, pero recuerda las consideraciones de los Nazis que vieron a la sociedad como un organismo vivo, una masa con deformidades que era necesario aislar y enfermedades que era necesario curar. Algunos han hablado desde entonces de una “Biocracia”. Por eso las esterilizaciones obligatorias y se practicaban ejercicio de higiene genética.

Los castigos que proponen los “pasaportes” solo radicalizarán a quienes no quieren vacunarse. Crearán burbujas de “sin vacunas” que los irán alejando del Estado y la sociedad. Encontrarán su manera de vivir y morir lejos de los controles y la atención del Estado. Los incentivos para alentar la vacunación nos acercan como humanidad, mientras los castigos no harán más que discriminar y separar a los ciudadanos.

 

 

 


miércoles, 21 de julio de 2021

Noches de Cartagena






 

Las zonas de tolerancia para el negocio de la prostitución o del proxenetismo han sido consideradas un instrumento necesario para “proteger” a la ciudadanía de actividades contrarias a la moralidad pública, una manera de evitar contagios de todo tipo; y al mismo tiempo, una posibilidad de señalar algunos sectores, de encerrar puntos de la ciudad para ejercer más fácil un control y reseñar algunas rutas non sanctas. En los sesenta se discutió mucho en varias ciudades sobre los beneficios de las zonas de tolerancia. Para algunos no era moral ni legal dar amparo a semejantes comportamientos, otros decían que era cuestión de alejarlos de iglesias y colegios, y los más pragmáticos las defendían como una forma sencilla de ubicar al “hampa” para su necesario castigo.

Las nuevas regulaciones han dejado de hablar de la moral para asumir un lenguaje más “neutro e innovador”. Ahora las zonas donde la prostitución es actividad principal son consideradas de “alto impacto” en los Planes de Ordenamiento Territorial. Eso significa, simplemente, que pueden ser poco compatibles con espacios residenciales. Asimilables a las zonas de talleres, por ejemplo, o a las bodegas de reciclaje.

Hace unos días el alcalde de Cartagena, William Dau, habló de la necesidad de una zona de tolerancia en Cartagena que saque la prostitución del centro histórico: “La idea que yo tenía era establecer una zona rosa, bien desarrollada, que haga parte del atractivo de la ciudad pero reglamentada, una zona que ofrezca seguridad e higiene”. Incluso dice que se podría hacer una Alianza Público Privada para financiar ese sector. Ya tenemos tres nombres: zona de tolerancia, zona de acto impacto y zona rosa, hace años las llamaban también zonas negras. La idea es compartida por algunos gremios, autoridades de policía, medios, comerciantes y habitantes del centro de la ciudad.

Parece increíble que en medio de los problemas de explotación sexual y trata de personas (principalmente de mujeres, niñas y niños) por el “comercio sexual” las autoridades hablen solo de proteger el patrimonio turístico. Las “noches de Cartagena”, el rumor de los coches, los curazaos florecidos en los balcones, las iglesias coloniales no pueden ser percudidas por la prostitución. Cuando las discusiones actuales en el mundo y los fallos de la Corte Constitucional hablan sobre la dudosa licitud del negocio de proxenetas, del abuso implícito que implica la prostitución, del consentimiento viciado de quienes “trabajan” –son sometidas– en condiciones de vulnerabilidad económica, de violencia o desplazamiento, el alcalde Cartagena quiere que el Estado participe en el negocio.

La Corte en Colombia ha fallado sobre la legalidad de la prostitución cuando se han intentado restricciones más allá de los Planes de Desarrollo. Pero al mismo tiempo ha dicho que “la prostitución suele estar asociada con el delito de trata de personas, expresamente condenado por la Organización de las Naciones Unidas (…) y la explotación de la prostitución tiene un efecto negativo y de gravedad considerable en la sociedad. En otras palabras, los Estados deben luchar por reducir su expansión, de modo que la Corte encuentra legítimo que el Estado dirija sus esfuerzos a desestimularla, a reducir sus efectos e, incluso a erradicarla”.

Los escenarios de prostitución en nuestro país hacen necesario que el Estado presuma la explotación sexual en medio de proxenetas que inducen, promueven y vinculan a mujeres sobre las que tienen un gran poder. Es preciso, como ha dicho la Corte, que los funcionarios judiciales y administrativos tengan de forma permanente la obligación de vigilancia para excluir el abuso y la trata que casi siempre implica la prostitución. No es cuestión de alejar el abuso sino de evitarlo.

 

 


miércoles, 14 de julio de 2021

Reino Caribe


 







Un reino imaginario de mar y tierra ha dado noticias en los últimos días. No está unido por las líneas de las fronteras sino por el abuso de sus regentes, príncipe novel el uno, príncipe heredero el otro, viejo lagunoso el de más allá y un reciente jefe supremo decapitado en su media isla. Todos reclaman un amplio derecho tutelar sobre sus súbditos en riesgo, cantan sus intenciones filantrópicas, defienden el nuevo mundo a su medida y dan ánimo a los seguidores que ellos mismos han armado de valor y algo más.

El príncipe heredero dirige una franquicia calcárea que se dice revolucionaria. Como siempre en estos casos es un ahijado ejemplar, solo que no tuvo un padrino sino dos y tienen muy pocas opciones de moverse del libreto que dejaron los “padres fundadores”. El temor acumulado es su principal herencia, lo acompañan algunas frases hechas, las estampas que han rayado el ojo de los isleños durante más de sesenta años y cierto desgano impuesto por la propaganda y la resignación. Un régimen para el que es imposible la renovación, viejo y paranoico, experto resaltar los sacrificios ajenos y defender los privilegios propios. Acostumbrado a la disyuntiva entre su poder o la muerte. Los más jóvenes han comenzado a desafiar lo intocable. El heredero ha dicho que no solo el pasado, el poder y el futuro son suyos sino también la calle, ha tomado la frase del virrey retirado hace poco: “La calle es de los revolucionarios”. Ese poder ha resistido años de huracanes y no es fácil imaginar su fin.

La feliz pareja que administra otra de las provincias del reino juega con su propia herencia. Están seguros que derrocar a un dictador hace cerca de cuarenta años les entrega una aureola que puede con todas las infamias. La paciencia fue su virtud. Durante más de quince años soportaron la sed del poder que juraban merecer por sus sacrificios en armas, por la liberación de su pueblo. Volvió para quedarse. Está por cumplir quince años en el trono y con seguridad necesitará algunos más para recuperar el tiempo perdido. Su esposa es virreina y el papá de su nuera es el jefe de policía, la exesposa de su hijo maneja el petróleo y así hasta copar la finca completa. Quienes amenazan el poder de la familia han comenzado a ocupar celdas y casas vigiladas. Algunos de los hijos de sus compañeros de armas han muerto a manos del gobierno del otrora camarada.  

El príncipe menor muestra modales jóvenes e impetuosos. Nuevas Ideas se llaman sus maneras repetidas muchas veces: tanques contra el Congreso para “impulsar” un préstamo urgente, soldados en la puerta de los legisladores para darles “protección” y lecciones, un llamado a la fuerza letal contra los delincuentes, la expulsión de los periodistas por odio disfrazado de leyes y la brutalidad carcelaria como la forma mas eficaz del populismo. Hoy los súbditos lo aclaman, el 87% aprueba sus ejecutorias y sus ejecuciones. Ahora no necesita fusiles en el Congreso, tiene mayorías en las sillas y en las calles. Qué joven y qué fuerte se ve con su gorra hacia atrás y sus amenazas. La calle es de mis revolucionarios, de los jóvenes audaces, debe pensar el nuevo salvador.

El príncipe recién asesinado cambió sus exportaciones de banano por el mando de la República. Y luego quiso cambiar la Carta de su provincia: encargó a sus expertos, a su pequeña corte, la redacción de las nuevas reglas y alargó su mando por necesidades propias y ajenas. La estabilidad todo lo puede, aunque haya tenido siete primeros ministros en cuatro años. Los segundos siempre quieren mirar el horizonte desde arriba y la traición parece marcó su fin. Son dos los presidentes asesinados en la provincia en los últimos cien años.

No son noticias nuevas por estas tierras, solo recientes, repetidas, coincidentes. Conductas de jóvenes y viejos regímenes, de extremos de tierra y costa.

 

 


miércoles, 7 de julio de 2021

Hotel Covid

 


 


 Miles de jóvenes viajaron el mes pasado desde España continental hacia las islas Baleares para despedir su año escolar. Solo desde Valencia se reportaron 3.600 adolescentes camino a un pequeño desmadre luego de meses de encierro y pantallas. Una tradición de verano acompañada de todos los brindis, mucho de contacto social y algo más, y la música de los conciertos aplazados. Palma de Mallorca recibió con alegría y cocteles a sus invitados más bullosos entre sus diversos “clientes” de cada año.

Una semana más tarde las alertas Covid comenzaron a sonar y hace 8 días ya se hablaba de un “macro brote” que dejó 1.167 adolescentes, provenientes de toda España, con pruebas positivas. Un 25% de los jóvenes que viajaron y se hicieron una prueba PCR. Entonces comenzaron los decretos, las órdenes policiales, los hoteles Covid, las fugas y las decisiones judiciales. El circo excitado de los estudiantes de fiesta fue alimentado por los domadores histéricos en las oficinas públicas y los señalamientos de todo tipo contra esos “niñatos infectos”.

Luego de la estampida inicial cuando se detectó el brote, el gobierno Balear decidió encerrar a 265 estudiantes en el hotel Palma Bellver, una “jaula” de 4 estrellas y 150 habitaciones perteneciente a la cadena Melia. En España lo llaman “hotel puente”.  Entre los confinados había 184 jóvenes con prueba PCR negativa y 81 con resultado positivo. El gobierno decidió encerrarlos a todos por posibles contactos con positivos. Algunos de los padres interpusieron recurso de habeas corpus para obtener su libertad pero fueron negados. En las tardes los jóvenes se asomaban a los balcones con pancartas que exigían la liberación. En las noches era el tiempo de la fiesta, las inundaciones de los cuartos y las peleas con los camaretos ahora vestidos a la usanza del personal de Unidades de Cuidados Intensivos. La escena clásica la entregaron las sábanas amarradas desde el cuarto piso para subir las provisiones de alcohol que les vendía una tienda cercana. En la mañana aparecían las quejas de los inquilinos en redes por el desayuno de avión cuando habían pagado un bufet completo en sus propios hoteles. La gobernación Balear respondía diciendo que gastaba 300.000 euros por cada semana de ese edificio para confinados donde además había 40 extranjeros, 7 de ellos llegados en balsa desde África. Por fuera quedaban 3 jóvenes fugados.

La libertad, al menos para los negativos, llegó con un fallo de una jueza administrativa de la isla. En 22 páginas le dijo al gobierno que su medida era desproporcionada y violaba el derecho a la libertad: “El confinamiento debe producirse, no por potencial diagnóstico, sino por haber un diagnóstico cierto… en un Estado de Derecho la salvaguarda de los derechos fundamentales debe ser el estandarte que a todos nos debe guiar y las restricciones en los mismos, proporcionadas, necesarias e idóneas y sometidas al correspondiente control judicial”. El gobierno Balear había marcado más una culpabilidad que una prescripción de salud pública. La gente pedía un castigo para esos adolescentes irresponsables. El padre de uno de ellos lo resumió bien: “¿Por qué son culpables? ¿Sí puedo ir a Santiago de Compostela y no puedo ir a Mallorca?”.

Al final muchos de los encerrados volvieron en un “ferry burbuja” a Valencia. No estaban contagiados pero viajaron vigilados por la policía y fueron recibidos por un enjambre de periodista en el puerto. No fueron reseñados de milagro. En marzo, todavía con poca vacunación, los miles de turistas alemanes que llegaron a Mallorca fueron más que bienvenidos, solo recibieron un pequeño regaño de Angela Merkel. Pero estos niños indolentes merecían un escarmiento, para eso están el gobierno y las recepciones.