martes, 30 de octubre de 2018

Messias Bolsonaro







Jair Messias Bolsonaro es un elegido, un hombre señalado por dios, tocado por su mano poderosa. Un capitán de una unidad de artillería que estudió educación física también puede conseguir un manto divino, se trata de rodearse bien, señalar una ruta y abrirse paso por medio de conversiones, intereses, alardes y algo de la furia del antiguo testamento. Bolsonaro lo dijo invocando a dios y con una seguridad que asusta luego de su victoria del domingo: “Nuestra misión no se escoge ni se discute, se cumple”. También el lema de campaña lo dejaba muy claro: “Brasil encima de todo, Dios encima de todos”. 
Durante la campaña presidencial Bolsonaro fue atacado por un seguidor del Partido Socialismo y Libertad. El segundo nombre del agresor se suma a la fábula religiosa en que se convirtió la campaña presidencial en Brasil: Adelio Bispo de Oliveira dijo haber tenido motivos religiosos para atentar contra Bolsonaro. Un hombre llamado “Obispo” agrede a uno llamado “Mesías”. Luego de la brutal puñalada Bolsonaro se confirmó en su tarea: “Ahora más que nunca mi voluntad para ayudar a esta gente, para rescatar esta nación, ha aumentado”. Su amigo, el pastor Silas Malafaia, soltó una gracia al ver sano y salvo al candidato: “Mira lo que hizo Dios. Te apuñalaron y ahora los demás candidatos se quejan del tiempo que te han dedicado en las noticias”.
 Antes, en la habitación del hospital Albert Einstein (lo de la fábula no era charlando), otro pastor, conocido como Magno Malta, tomó mayor protagonismo que la propia familia del hombre de los estigmas al divulgar los primeros videos luego de su operación. Malta es el mismo que oró con el presidente electo tomado de la mano, con los ojos cerrados, minutos después de confirmarse el triunfo en las elecciones. Un sermón por interpuesta persona antes que el discurso de un presidente: “Señor, mi Dios, mi padre, estamos agradecidos, fueron años de lucha, hablando con el pueblo, pidiendo tu protección, hablando sobre familia, sobre país, cuidando de nuestros niños. Dios en la vida de la familia, Dios en la vida de Brasil.”
Según encuestas recientes los evangélicos (tradicionales, pentecostales, neopentecostales) suman el 27% de la población apta para votar en Brasil. En el 2010 eran apenas el 15%. Y tienen más del 15% de los diputados federales, las iglesias más grandes han fundado sus propios partidos y dominan buena parte de la radio y la televisión. Eduardo Cunha, ex presidente de la Cámara, miembro de la iglesia Asamblea de Dios, fue el principal impulsor de la destitución de Dilma Rousseff. Mientras se votaba el impeachment en el Congreso, Bolsonaro recibía su segundo bautizo, ataviado con una túnica blanca, en las aguas del río Jordán. Su mensaje por Twitter luego de la votación venía santificado: “Mar de Galilea / Israel, Bolsonaro felicita a todos los brasileños que han luchado por este momento.”
La fuerza política y económica de los evangélicos (la Teoría de la Prosperidad es uno de sus dogmas) comenzó a finales de los ochenta cuando el presidente José Sarney amplió su periodo de cuatro a cinco años en medio de una constituyente. El diputado Edir Maedo, tío del alcalde de Río, logró grandes concesiones radiales por los favores recibidos. Hoy Maedo es dueño de Record, segunda televisión de Brasil, canal en el que Bolsonaro dio una entrevista en tono patriarcal mientras el debate presidencial al que se negó asistir pasaba por TV Globo. La audiencia de Bolsonaro superó la mitad de la que marcaron los demás candidatos juntos. 
Un simple dato estadístico puede explicar el milagro. En 2017 el Latinobarómetro marcaba la confianza en las instituciones en Brasil, 69% la iglesia y 50% el ejército. Un triunfo de la biblia y el fusil. 



martes, 23 de octubre de 2018

Justicia en negativo








El Estado colombiano carga con una vergüenza mayor. La guerra contras las Farc lo llevó al triunfo ostentoso de la sangre, al simple alarde de la muerte. Era indiferente si contaban cuerpos de enemigos ciertos o inventados. Se trató de una muestra de incomparable cobardía: convertir en combatientes a simples transeúntes recién ajusticiados, un teatro macabro que disfrazaba cadáveres y celebraba la escenografía. La pantomima duró cerca de seis años y dejó 3700 víctimas según cifras de la Fiscalía y al menos 5000 según cuentas de Naciones Unidas. Participaron 180 batallones de 41 brigadas. Más de 800 soldados han sido condenados y algo menos de 6000 están sometidos a investigación, entre ellos 16 generales. Durante la matazón el gobierno de turno desestimó las advertencias de organismos internacionales, funcionarios del ministerio de defensa y periodistas. Las “bajas” eran certeza suficiente, lo demás eran mentiras, cuentos de recolectores de café.
La justicia transicional ha puesto a los militares condenados, juzgados e investigados por esas muertes frente a nuevas reglas. En contra del jefe del gobierno durante el cual se montó la estrategia de asesinatos camuflados de combates los militares han comenzado a someterse al nuevo tribunal. Son 1994 los que han firmado las actas para llegar a la Justicia Especial para la Paz. Muchos de los asesinos que el propio Estado instó y luego condenó tras más de 10 años, ahora están libres a la espera de un juicio donde se habla de reparación, perdón, verdad. Un poco menos de 1000 han logrado libertad condicional, transitoria y anticipada. Quienes ya habían sido condenados tuvieron que pagar al menos 5 años de condena para lograr su libertad. Quienes estaban detenidos durante el juicio solo necesitaron firmar un acta de compromiso. Entre los firmantes hay dos militares que fueron comandantes del ejército. Atienden el juicio de corbata y con ánimo sosegado, más parecen empresarios en desgracia que jefes de ejecuciones sistemáticas y continuadas. Uno de ellos, Mario Montoya, era un adicto a la sangre, exigía muertos como quien pide utilidades en el balance. Fue comandante del ejército entre febrero de 2006 y noviembre de 2008, durante esos tres años la Fiscalía ha documentado 2526 supuestas ejecuciones extrajudiciales. Montoya recibió algunas medallas a cambio.
Una ley aprobada este año exige la creación de tribunales propios para militares inscritos en la Justicia Especial. El plazo para crear esa nueva jurisdicción es de año y medio. De modo que los militares pueden pedir una prórroga mientras se instauran los tribunales castrenses para juzgarlos. Digamos que lograrán algo así como unas vacaciones. El partido del jefe del gobierno que cerró los ojos frente a las ejecuciones fue el que exigió esa justicia paralela. Muchos militares han llegado a la justicia de la verdad y la reparación a negar los hechos y su responsabilidad. Se trata únicamente de ir a una justicia con penas menores y jueces cercanos para exhibir una cara de yo no fui y lograr beneficios.  Y evadir los dientes de una corte internacional. La gran paradoja es que la justicia debe priorizar los procesos para su examen. Muy seguramente escogerán los casos emblemáticos de generales que al parecer se escudarán en el silencio y el desconocimiento de las actuaciones de sus subordinados. De modo que se puede llegar a la imposibilidad de condenar a los máximos responsables y de juzgar quienes dispararon contra los civiles. Se espera que la nueva justicia resulte exigente respecto a la verdad y a la reparación más que a las penas. El caso contrario asegura una nueva vergüenza para el Estado. 

martes, 16 de octubre de 2018

Envenenar la receta






El número de hectáreas sembradas con coca se ha convertido en un expediente electoral. La cifra se espera cada año con un ansia que recuerda el remordimiento de los alumnos en la encrucijada, la expectativa de los vengadores, el silencio del público previo a la sentencia definitiva del árbitro. Quedan dos cifras en los titulares, el total sembrado y el aumento o disminución respecto al año anterior, y comienzan las retahílas, las recriminaciones, la fantasía, el terror, el ejercicio de la inteligencia que todo lo predice, el odioso se los dije. Hay más gritos y especulaciones respecto a la cifra de matas de coca que respecto al número de homicidios en el país.
Siempre vale la pena gastarle tres o cuatro horas al informe anual de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) que mira desde el satélite y en el terreno el negocio que nos atormenta. El consejo de las primeras páginas es tan claro como complejo: “superar la mirada centrada en el lote de coca”. El llamado es a dar una ojeada a los vecinos no cultivadores, al centro poblado más cercano, a las oportunidades para la economía lícita en la zona. Una tercera parte de la coca está sembrada a 10 kilómetros o más de cualquier centro poblado, y el 80% de los centros poblados más cercanos a los cultivos son apenas corregimientos, caseríos o inspecciones de policía. El Estado aún no llega pero quienes van a comprar la hoja fresca cada día tienen mayores recursos y mejores ideas. Los extranjeros han tomado un papel clave en la puerta de las fincas donde se hace el primer negocio. Préstamos para insumos y capacitación lograron que el 43% de quienes siembran hagan algún tipo de transformación de la hoja en sus fincas. Cosa que hace unos años era bien extraña. El año pasado de las fincas con cultivos salieron 734 toneladas de pasta base de coca.
Los cultivos han estado desde hace muchos años en los mismos territorios, todo se reduce a una intermitencia que depende de la acción del Estado, los incentivos por precio, el dominio territorial, los negocios ilegales que asoman y hacen palidecer la coca. Un dato que sirve como gran lección de fracaso durante décadas: el 90% de los lotes identificados el año anterior ya habían sido detectados, fumigados o erradicados entre 2001 y 2016. No se han movido ni la coca ni el Estado. Y cada día crece la concentración, los territorios afectados son menores y los 10 municipios más cocaleros tienen el 44% de los cultivos. Ese top 10 se mantuvo casi intacto entre 2016 y 2017, solo salió San Miguel en Putumayo para darle ingreso a El Charco en Nariño. El valor de la hoja de coca cosechada en un año en esos 10 municipios es de 890.000 millones de pesos, mientras sus presupuestos sumados no llegan a los 600.000 millones. Cuando hablamos de departamentos, Nariño, Putumayo y Norte de Santander tienen el 60% de los cultivos y están desde hace 6 años en los tres primeros puestos. Un dato que rompe el mito del acuerdo y las disidencias de las Farc como principal dinamizador del cultivo es el gran crecimiento, el mayor en 2017, en el Bajo Cauca antioqueño y Córdoba, en municipios que siempre fueron de dominio paramilitar y ahora son localía del Clan del Golfo.
La buena noticia es que los cultivos disminuyeron donde el Estado asomó la cabeza. Donde hubo proyectos de erradicación forzosa o sustitución la coca bajó 11% en promedio. Pasó en Tumaco (principal productor desde hace años), en Guaviare, en municipios del Norte de Antioquia, en los parques naturales donde se trabajó. Pero la intervención se dio solo en el 14% de los territorios cocaleros. En Caquetá y Putumayo solo el 1% de los cultivadores reportó pérdidas por acciones de la fuerza pública.
El actual gobierno tiene a más de 70.000 familias cocaleras inscritas en planes de sustitución. Familias que en promedio tienen ingresos de 12 millones de pesos al año por sus sembrados de coca y esperan opciones. Veremos si decide solo envenenar la receta.



martes, 9 de octubre de 2018

Es mejor la seguridad






Los policías saben muy bien a quién le salen. Entienden cuándo deben cubrirse para hacer sus vueltas y cuando pueden dar cara y placa. Tienen un radar bien pulido para ejercer el abuso contra los más débiles. Aplican la intimidación, el encubrimiento, la mentira sistemática en sus bitácoras y declaraciones. Cuando se intenta una denuncia o una queja aparece una inesperada faceta criminal. El proceso por el asesinato de Diego Felipe Becerra mostró lo riesgoso que puede ser enfrentar a una banda uniformada.
 Para unas ocasiones el simple cinismo y para otras el descaro a patadas y puños. Hace poco uno que usaba un embozo en un procedimiento de rutina, me dijo que tenía gripa cuando le pregunté por qué ejercía su labor con una especie de pañoleta de vaquero de película vieja. A otros los vimos hace poco golpeando a jóvenes de la Comuna 13 que cometieron el pecado de estar trabajando en la adecuación de un local a una hora que no les pareció prudente. Ya no era necesario cubrirse, actuaban con absoluta “franqueza”. Les dieron una paliza estando amarrados en el suelo. Al final, a la hora de irse, entraron al local y se llevaron 400.000 pesos como propina por el procedimiento.
Pero además del abuso está la colaboración armónica con los poderes ilegales. En algunas ciudades buena parte de los policías han terminado como una fuerza de protección de extorsionistas, narcos al menudeo y hasta ladrones de carros y motos. Los policías patrullan sus parches, gestionan sus pagos, merodean más de lo que vigilan. Una mirada sencilla a las noticias de los últimos años que mencionan capturas de policías en las principales ciudades deja una idea del problema. La intervención en el Bronx en Bogotá dejó 16 policías capturados por servicios a la gran plaza. En julio del año pasado un seguimiento a red de microtráfico en el barrio Las Cruces dejó 14 policías capturados en la capital. No acompañaban a los civiles en el tráfico, los doblaban en número y seguro ejercían algún mando. Para pasar a otros delitos vale mencionar a Los Avatar, capturados en junio de este año, dedicados al robo de fincas en Bogotá y Cundinamarca, película en la que aparecieron 5 policías como protagonistas. Hace una semana fueran detenidos 8 policías más en la capital por hacer el paseo millonario a los capturados a cambio de no llevarlos ante un juez. Su calabozo preferido eran los cajeros electrónicos.
Medellín también resulta una plaza interesante. En diciembre del año pasado detuvieron a 7 policías por sus relaciones con Eladio de Jesús Correa, llamado el “zar de la marihuana”. La alianza era con La Terraza y solo les gustaba la cripy traída desde e Cauca. En julio de este año el juicio llegó para 9 policías por sus relaciones con una banda en el barrio Caicedo. En este caso se cuidaban las ollas y se ajustaban los resultados con falsos decomisos. El mes pasado fueron 4 los capturados por sus alertas a bandas en Robledo para evitar operativos. Todas esas capturas resultaron de seguimientos de meses a estructuras que terminan por enseñar sus contactos con uniformados. Aquí no se trata de requisas al entrar a la estación ni a los CAI. Son hallazgos recientes en solo dos ciudades, pero los casos se multiplican en muchas regiones.
Los policías han terminado siendo una sombra tras los alcaldes. En muchas ciudades mandatario y comandante se miran con desconfianza y todo termina en una transacción de inversión de la ciudad en el cuerpo policial contra resultados muchas veces dudosos. Los policías capturados dicen que ellos solo seguían un patrón conocido y ejercido por las mayorías, unas mañas casi impuestas. Piensa uno que más valdría contenerlos que alentarlos.



martes, 2 de octubre de 2018

Aquelarres y linchamientos






El diablo está de vuelta, el peligro de los hechiceros ronda a los hogares bien iluminados, los descreídos enaltecen sus vicios sin castigo. Es necesario poner las talanqueras del Estado, es obligación impedir el grito de los blasfemos ahora que la cruz no es suficiente. No se pueden dar largas, hay que templar las cuerdas, no importa si algunos indeseables terminar ahorcados. La opinión pública es la nueva hoguera.
El ambiente medroso y puritano exige desconfianza y precaución. La histeria impide un simple concierto, señala los abusos de los degenerados que quieren ejercer sus excesos como si fueran derechos. Ser ejemplar ha vuelto a ser una obligación, al menos ser ejemplar de twitter y Facebook para afuera.
Hace sesenta años, Pedro Gómez Valderrama publicó un libro conformado por tres ensayos sobre herejes y hogueras. El libro, llamado Muestras del diablo, narra los peligrosos desenfrenos de quienes buscaban la pureza y temían a los ritos paganos, a las brujas y sus vuelos perversos, a los poderes de satán. Una sociedad que sufría una plaga de piedad, un contagio represivo. “¿Qué es, en el fondo, lo que ocurre? Que el sacrificio de la libertad personal, su restricción brutal, desencadenan una serie de fuerzas que llegan a terrenos del individuo vedados por su naturaleza a personas distintas a él mismo”. Ahora el Estado ve demonios por todas partes, quiere ser de nuevo el tutor, dice atender a un clamor general y proteger a los indefensos. La ley y la voluntad del gobernante apuntan a un momento de severidad y penitencia.
Se confunde a los ciudadanos con los fieles, con el rebaño. Los políticos tienen vocación de pastores, los medios temen el rechazo de las mayorías y muestran su cara más piadosa. La libertad es un riesgo que no vale la pena. Los nuevos aquelarres, los misteriosos Sabbat que se hacían en medio de la Selva Negra, son ahora simples conciertos espeluznantes, los hechiceros vienen pintados y han cambiado alquimias y tridentes por la guitarra y el bajo.
El último de los ensayos de Muestras del diablo se llama El engañado y habla de cómo el infierno puede ser generado por el medio social, por la opinión ambiente. No solo el corazón de los hombres puede albergar el infierno, la sociedad más pura puede dar un buen ejemplo de sus rutinas. La edad media dio lecciones importantes y en el siglo XX la asepsia nazi entregó una gran logística para el infierno moderno. “El engañado es el hombre común de cualquier época, el espectador de las hogueras, del proceso, de las cámaras de televisión, el hombre a quien se instruye en determinados temores, se dota de una serie de conceptos ad-hoc, de temores fabricados, de odios previamente planeados”.
Hoy se mira con desconfianza no solo a los adoradores del disentimiento, a quienes no aceptan  las explicaciones de las mayorías y los mandatarios. También se señala a los simples indolentes, a quienes no le temen a la insignificancia y no se exaltan con los grandes valores y los triunfos indicados. En su momento Montaigne fue juzgado por sus lectores de dos décadas después de su muerte por esa desidia. “No nos convertirá en el tipo de hombres que requiere nuestro tiempo”, decían sus detractores en el siglo XIX. El desgano frente a los grandes planes era también un pecado.
Es necesario exhibir con desvergüenza la cola y los cuernos, mostrar que “el diablo tiene mucho que ver con la libertad”, que se pueden emprender aventuras en busca de los abismos propios. O simplemente desdeñar todos los esfuerzos humanos, incluso sus deseos de bondad.