jueves, 29 de diciembre de 2022

Recuento de año viejo

 


 Vídeo | La revista 'Time' nombra persona del año a Zelenski y “el espíritu  de Ucrania” | Vídeos | EL PAÍS

 Las imágenes más simpáticas de la vida de la reina Isabel II


 

Fue el año del regreso a una vida añorada, del protagonismo de los autócratas, de las primeras veces, como todos los años, y de la última sucesión con historias para contar, de la decadencia política del mandamás luego de dos décadas, y de una venganza largamente anunciada, de los discursos como obra de gobierno, y de una final con mayúsculas, de algunas parejas impensadas para nuestra política, y de la lluvia en casa y el fuego, entre incendios y estallidos, en la vieja Europa.

El 2022 nos hizo olvidar de la pandemia y de la humanidad embozada. Luego de dos años de terror y muertes, de tedio y abusos, de conteos y agujas, el mundo volvió a vivir sus alegrías y sus horrores al ritmo acostumbrado, y ahora los discursos trascendentales son cosa de revistas viejas, reflexiones que nos muestran algo patéticos y temerosos en los días de la fiebre. Digo el mundo, pero es necesario dejar a China en los tiempos del Covid. Una especie de karma sumado a los desvaríos autoritarios tienen al país donde nació en virus en su peor momento luego de tres años de la primera alarma. China, acostumbrada a llegar primero a tantos “destinos”, llegará última a las inevitables consecuencias de la pandemia. Las dictaduras son expertas en aplazar y multiplicar tragedias. Olvidaba una vieja venganza cumplida: luego de más de treinta años el puñal llegó para Salman Rushdie.

Y fue el año de terribles recuerdos para Europa. Algunos de sus ciudadanos han vuelto a calentarse con leña, las desahuciadas centrales atómicas son de nuevo la salvación y las imágenes de Chernobyl se hacen visibles en Zaporiyia. Putin estaba incómodo en sus fronteras y decidió lanzar una invasión relámpago que ya es una tormenta de diez meses. Y convirtió a un humorista en un guerrero y lo hizo el personaje del año. Los inventarios de cabezas nucleares eran un anacronismo y el botón rojo una ficción de hace sesenta años, cuando Rusia apuntó a Estados Unidos desde Cuba. Para acompañar esos recuerdos llegó la muerte de la Reina Isabel II, el resumen vivo de la historia del siglo XX. Una mujer que podía alentar al mismo las series, las revistas del corazón y los libros de los historiadores. Murió la última corona de Europa, ahora solo queda la Champions.

En nuestro continente, Lula volvió al poder luego de la cárcel, Cristina fue condena a cárcel estando en el poder, Castillo está preso sin haber tenido nunca el poder y Boric ha perdido mucho de su poder recién llegado al poder. Colombia eligió por primera vez un gobierno de izquierda. La alternancia democrática es una realidad, luego de años de luchas armadas se demostró que las elecciones sí son un camino para llegar al poder. Un adversario de segunda vuelt, que era a la vez un exabrupto facilitó el triunfo de Petro. El presidente sigue más pendiente de la plaza pública que del gobierno. Lo simbólico, los discursos, las declaraciones a destajo, los sueños y los desplantes marcan el inicio. También fue el año de la decadencia política de Uribe, para quien su gran acto del año fue sentarse a conversar con Petro. Por otro lado, Cepeda y Lafaurie fueron elegidos la pareja del año. Otoniel viajó a Estados Unidos e Iván Márquez estuvo a punto de viajar al otro mundo. Pero lo que llamábamos “orden público” ya no genera mucho interés, pasamos de estar pendientes del ELN a buscar cada día la TRM.

Y para la prórroga digamos que fue el año del sueño del 10, la copa en manos del más grande de los pequeños, y del regreso de América al título mundial. El fútbol demostró que un solo partido puede borrar el latrocinio y el tedio de jugar en el país regentado por una dictadura religiosa.

Feliz 2023, gracias por su lectura.

 

 

miércoles, 21 de diciembre de 2022

De seguidores y votantes

 

 





Elon Musk invirtió este año 44.000 millones de dólares para ayudar a la humanidad. Al menos eso dijo luego de cerrar el trato con el que compró Twitter en el primer semestre de este 2022 que termina: “No lo hago porque sea fácil, no lo hago para hacer más dinero, lo hago porque intento ayudar a la humanidad, a la que amo". Un acto de filantropía que hace dudar hasta a los más crédulos. Pero Musk ha decidido ayudar primero a las finanzas de Twitter que según sus palabras entrega pérdidas por cuatro millones de dólares cada día. La mitad de los empleados fueron despedidos y otros más decidieron salir de la jaula luego del ultimátum del nuevo jefe: “…   tendremos que ser extremadamente duros. Esto significará trabajar muchas horas a gran intensidad. Solo un rendimiento excepcional constituirá un aprobado”.

Los despidos causaron variadas preocupaciones más allá de los derechos laborales. Musk se ha declarado un “absolutista de la libertad de expresión” y muchas veces ha criticado los filtros de moderación de contenidos de la compañía. Su declaración de principios en este tema es relativamente sencilla: “Cuando hablo de libertad de expresión me refiero simplemente a lo que se ajusta a la ley. Estoy en contra de la censura que va más allá de la ley. Si la gente quiere menos libertad de expresión, que le pidan al gobierno que apruebe leyes al respecto". Lo que no es sencillo es aplicar ese principio en el mundo de la manipulación, las mentiras, el abuso de poder, la fuerza de las teorías conspirativas, las bodegas de desinformación. Estados Unidos y Europa lo vivieron de una forma muy clara en 2016, en las elecciones presidenciales y del Brexit. Propagandistas muy diversos amplificaron noticias y puntos de vista, miedos y odios para manipular el voto de los ciudadanos. El asunto no es tan fácil como dejar trinar, dejar pasar.

Nada está claro en las palabras y las actuaciones de Musk al frente de Twitter. Solo sabemos que es el dueño y que es aficionado a un cierto populismo. Para decidir si Trump volvía al ruedo (la cuenta del expresidente estaba suspendida desde el ataque al capitolio en enero de 2021) hizo una encuesta en Twiiter. El 51.8% de los “votantes” pidieron el regreso del más virulento y falaz de los tuiteros y Musk cerró el caso: “El pueblo ha hablado”. Para sumarle un poco a su ánimo bipolar también ha dicho que “Twitter no puede convertirse en un infierno de todos contra todos, donde se puede decir cualquier cosa sin consecuencias". Twitter fue el paraíso que usó Trump para hacer arder la política en Estados Unidos y quemar una buena parte de la verdad.

Las alarmas por el nuevo manual de Twitter llegaron hasta el presidente Joe Biden: “Nos preocupa a todos: Elon Musk sale y compra una plataforma que envía, que arroja mentiras por todo el mundo... Ya no hay editores en Estados Unidos." Pero no solo las mentiras preocupan a los demócratas, también las cifras. Los políticos de derecha han crecido fuertemente en seguidores después de la llegada de Musk, mientras los de izquierda pierden números en sus cuentas, por ejemplo, Marjorie Taylor Greene, una de las republicanas más duras, ha ganado más de 120.000 seguidores luego de la inversión altruista de Musk.

Pero el “absolutista de la libertad de expresión” ha dado un vuelco. Esta semana decidió suspender las cuentas de seis periodistas porque supuestamente habían revelado, por fuera de las reglas de Twitter, la ubicación de uno de sus aviones personales. Musk ha demostrado que ama a la humanidad, pero él es el primero en esa lista de preferidos. Y la imparcialidad política de la que habla no parece posible. Musk cerrerá los ojos y verá arder su pequeña red.

 

lunes, 12 de diciembre de 2022

Males de pedal

 

 






La bicicleta en su uso más allá de la simple locomoción tiene algo de potro de torturas. Forzar la máquina para marcar un tiempo, romper los pulmones para alcanzar a otro doliente, luchar a la manera del peregrino para avistar una cima, implica siempre un masoquismo jadeante. Algo de inquina contra sí mismo, contra el cuerpo, tenemos quienes pedaleamos más con la voluntad que con la fuerza.

¿Cómo más podría uno temerle al tramo de una carretera? ¿Cómo quinientos metros de vía asfaltada pueden ser una especia de fantasma más temido entre más familiar? Solo la promesa del dolor logra un aumento de las palpitaciones y la desconfianza frente una curva empinada, a una recta larga y ventosa, al repecho definitivo que sabremos dejará un dolor en la boca del estómago. La pesadilla de un ciclista aficionado (esto no tiene nada de recreativo) es que la carretera logre vencerlo, que lo haga poner pie en tierra. Un enemigo que no se compadece ni se jacta de su victoria.

Pero si la bicicleta deja secuelas sobre el cuerpo qué se podrá decir de la mente del atormentado, del pedalero que empuña el manubrio como si fuera la baranda que salva del abismo. El ejercicio circular sobre los pedales tiene un efecto de réplica en el cerebro, de modo que el ciclista puede resoplar el estribillo de una misma canción durante una hora de esfuerzo o rayar su cabeza con una idea que la fatiga hacía parecer brillante y las dichas del descenso demuestran era solo una triste niebla. No puedo dejar de recordar las tonterías que he pensado viendo las colecciones de vidrios estallados contra el pavimento, y los escalpelos que he visto en los restos de algún carro varado, y el dibujo de hojas de eucalipto que interrumpen la línea continua de la vía, y el impulso de recoger tornillos que me parecen insectos.

Y qué decir de las paranoias, porque el ciclismo trae dolores ciertos y males imaginarios: el simple ahogo puede convertirse, en la mente del pedalista, en un mal mayor pegado a las costillas, la garganta cuarteada por la sed se percibe como el inicio de una dolencia incurable, los males inofensivos del encorvado son ahora la seña de un tumor creciente en los de riñones.

La incertidumbre es otro de los suplicios del ciclista recién enfundado en su uniforme. Los entrenamientos continuos y el ascetismo de la noche anterior no garantizan nada para la jornada que comienza. Solo los primeros kilómetros dictan lo que viene, dejan claro si será un día para la lucha o para el maltrato. Y qué advertencia triste obtiene el que sabe que los augurios no son buenos. La fatiga imaginaria pedalea en su contra, las piernas hacen lo que pueden enfrentando a la mente que se empeña en tomar la dirección contraria. La ruleta de los días plenos o gastados también hace parte de ese ejercicio circular.

Pero nada como las humillaciones que vive el ciclista convencido de su paso. Cuando todo marcha bien, cuando uno siente que romperá su tiempo en la cumbre o al menos no penará como la última vez, pasa muy ufano un insufrible colega que sube hablando por teléfono con un proveedor, o un señor de balaca descontinuada que le lleva a uno cinco años y en la “meta” le llevará seis minutos, o un trabajador que recién terminó su turno, con mochila al hombro, y oliendo a yerba en medio de su tranquila respiración. Y cuando nada puede ir peor, pasa un carro con un niño salido por la ventanilla dando chillidos que él supone ánimos pero que solo dejan un sobresalto en el bajo vientre, una advertencia de que esas fatigas también tienen que ver con sus oficios. Ya en la raya de sentencia, sentados y mareados, los ciclistas toman agua y la escupen de inmediato, como un último reclamo del cuerpo, una contradicción para sufriente felicidad de la llegada.