



La víspera de elecciones es siempre un escenario propicio para la amplificación de los males y los peligros. Los nervios logran que la desconfianza se convierta en paranoia y que la simple alarma por la derrota lleve al Apocalipsis. A la hecatombe, para que se entienda. Luego de las elecciones del 11 de marzo el Ministro del Interior se atrevió a decir que no había garantías para las presidenciales. El hecho de que el Registrador no fuera de su cuerda era suficiente para que Valencia Cossio hablara como un opositor tajante. Pero el gobierno no es el único en sufrir el síndrome traumático preelectoral. La alharaca despertada alrededor del mago J.J. Rendón también muestra la desmesura de las reacciones. Las fuerzas del mal encarnadas por un propagandista, un nigromante de la liderística. Bien merece el sarcasmo que le dedicó el bloguero Alejandro Peláez a la figura del médium venezolano: “El lado oscuro esta aquí, las flores se marchitan. Que susto.”
Tal vez una memoria sobre el ambiente de nuestras últimas vigilias electorales sirva como medida preventiva para calmar la desconfianza en nuestra democracia, para ahuyentar las teorías conspirativas y dormir tranquilos el sábado próximo. En últimas es mejor hablar de política con un optimista, con un ingenuo si se quiere, que con enfermo por la emoción de las conjuras y las maquinaciones.
Hace exactamente 20 años, una semana antes de las elecciones presidenciales que le dieron el triunfo a César Gaviria, las páginas de los periódicos no tenían espacio para ocuparse de los candidatos. La crónica roja del narcotráfico no daba opción. El domingo 20 de mayo se cerró con un carrobomba en el norte de Bogotá. El lunes fue asesinado el Senador Federico Estrada V. “Hay un plan para dañar las elecciones”, decía Maza Márquez. Para confirmar semejante revelación el jueves en la tarde estallaron 20 kilos de dinamita en Colmundo Radio en Medellín. El miércoles la explosión fue evitada por los escoltas de las nietas de Virgilio Barco en cercanías al colegio Helvetia en Bogotá. En la noche del mismo jueves un carrobomba en el Hotel Intercontinental de Medellín mató a 3 policías y una niña de 10 años. En 15 días de mayo fueron asesinados 31 policías en la capital antioqueña por sicarios que atendían a los ofrecimientos en efectivo por parte de Pablo Escobar. El viernes el turno fue para la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar: el ataque a una patrulla del ejército en Santander dejó 9 militares muertos. El estribillo del candidato triunfador decía “Bienvenidos al futuro” y más de 5 millones de colombianos metieron una papeleta de más como símbolo de esperanza y renovación.
En el 94 la diferencia de 19 mil votos en la primera vuelta hizo que la campaña tuviera como protagonistas a los narcos en un papel más constructivo. En el 98 la guerrilla era una fuerza suficiente para decidir la elección y los paras estaban dedicados a la economía y la burocracia en las regiones. Las elecciones regionales de octubre del 97 el Ministro de Defensa Gilberto Echeverri daba parte de tranquilidad. Pero una página entera del diario El Tiempo enumeraba ataques e intimidación contra registradores y jurados en más de 70 municipios. En el 2002 las Farc ya eran pesadilla y lo que pudo ser el General Bedoya 4 años antes fue Uribe recibido con pólvora desde El Cartucho. Y en el 2006 vivimos elecciones con candidato único. Así que tranquilos: peor es posible.

