miércoles, 9 de julio de 2025

El arte de la resurrección

Quién es Alfredo Saade, el pastor que se convertirá en el jefe de gabinete  de Petro

Cristo de Elqui: La historia del controvertido personaje que se presentaba  como un supuesto iluminado - Es Hoy

El falso predicador debe tener una fe exacerbada, un delirio por su palabra, debe sudar su liturgia, convencer con el ejemplo, debe sufrir sus certezas, entregar la verdad con alegría y al mismo tiempo señalar con fuego. El falso profeta debe ser histriónico hasta el patetismo, arengar sus grandezas descalzas, vivir para su reino, por ínfimo que sea, y prometer un reino eterno, un reinado por los siglos de los siglos.

Con esas herramientas, además de su risa, su desparpajo y su sayal, sus uñas largas y su melena de orate andaba Domingo Zárate Vega por todo Chile. De arriba abajo y de abajo a arriba. Veintidós años predicando su palabra, su pequeño carnaval de apóstoles y seguidores que creyeron, entre chiste y chanza, que era el señor Jesucristo en su segunda presencia sobre la tierra. A Zarate se le conoció como el Cristo de Elqui, en referencia al valle del mismo nombre que se abre en el norte de Chile, cerca de Coquimbo, donde comenzó a bautizar a sus primeros devotos.

“Todas las profesiones se reducen a una / hay quienes dicen somos profesores / somos embajadores, somos sastres / y la verdad es que son sacerdotes / sacerdotes vestidos o desnudos / sacerdotes enfermos o sanos / sacerdotes en acto de servicio / Hasta el que limpia las alcantarillas / Es indudablemente sacerdote / Ese es más sacerdote que nadie”. Las palabras son de El Cristo de Elqui, a quien llevaron a una Casa de Orates en Santiago, su “delirio místico con ideas de grandeza” fue declarado “incurable”, a quien detuvieron los carabineros por recomendación de la iglesia, pero convenció al gobernador de la obligación de su libertad: “si se conversa mucho con él, uno concluye también por volverse loco”.

Alfredo Saade me ha hecho recordar al Cristo de Elqui. Sus bufonadas involuntarias, sus certezas, su postura de agorero de corbata, en una palabra, su farsa que tiene al presidente como primer creyente de su iglesia. Las palabras de Saade bien podría ser las del Cristo de Elqui: “Nunca he mostrado credenciales porque en los municipios, en la montaña y en los barrios pequeños hay pastores que predican la palabra de Dios…Yo soy como Jesucristo en la calle: yo ando en la calle y cuando puedo, predico en la calle. Yo tengo una gran preocupación, pero también hablar todo el tiempo de Dios es predicar”.

Saade, un falso pastor y un político con tres resurrecciones (Levántate Colombia se llama su movimiento), se presentó a las pasadas elecciones como precandidato presidencial, dijo tener filados a cuatrocientos cincuenta pastores y estar listo para llevar un millón y medio de fieles hasta el Pacto Histórico. Petro lanzó su candidatura en Barranquilla, en la famosa tarima con la P, y habló de un “pacto con el Jesús que prefiere a los pobres”. Luego del día P apareció Saade anunciando su adhesión a Petro. El falso pastor lleva su iglesia sobre sus hombros y sus votos en la imaginación. Pero esa es su gracia, su superstición que en política puede ser un activo, sus señalamientos, sus sermones contra los medios, el Congreso, los traidores de la iglesia presidencial y las leyes terrenas.

El Consejo de Ministros ha mostrado ser un espacio para el sainete y la adoración. Saade ha llegado en el momento indicado. Purgando los herejes que quedaban y mostrando sacrificio. Está dispuesto a poner las manos por su maestro. Nicanor Parra, el antipoeta chileno, escribió Sermones y prédicas del Cristo de Elqui luego de la muerte del “profeta”. Alfredo Saade los recitará muy pronto en ese palacio desierto: “Yo soy más yerbatero que mago / no resuelvo problemas insolubles / yo mejoro yo calmo los nervios / hago salir el demonio del cuerpo / donde pongo la mano pongo el codo / pero no resucito cadáveres putrefactos / el arte excelso de la resurrección / es exclusividad del divino maestro.”

 

 

 

 

miércoles, 2 de julio de 2025

La conjura de un necio

Petro y la arrogancia twittera: un riesgo para Colombia

 

Hace apenas un año Álvaro Leyva era el hombre de las audacias jurídicas en el gobierno. Su tesis, según la cual el acuerdo con las Farc hacía parte del bloque de constitucionalidad y su actual incumplimiento daba facultades al presidente para convocar a una asamblea constituyente, fue mencionada varias veces por Gustavo Petro como una interesante posibilidad. El actual ministro Montealegre ha sido desde siempre un promotor de esa idea que Leyva trajo a cuento como Canciller.  El enemigo de hoy era el guía de los pasos más atrevidos y riesgosos del ayer.

Leyva ha demostrado ser un hombre con imaginación y confianza en sí mismo, un especialista de negociaciones a puerta cerrada, un amigable componedor de componendas, un razonero con buenas relaciones exteriores y habilidad para colarse en cuanto proceso de paz aparece. Un hombre con muchas mesas. En el acuerdo con las Farc fungió como asesor jurídico cercano a Iván Márquez. Sus declaraciones muestran que todo el tiempo está convencido de que sus buenas maneras y su gran juicio llevarán a una solución histórica. Bien sea en Caracas o en Gaza. Leyva de verdad se la cree. Y durante dos años el presidente le creyó.

Sus recientes cartas, con una prosopopeya de pergamino, mostraron sus ansias de estar de nuevo en la vanguardia de decisiones históricas. Si no se puede con acuerdos entonces que sea vía crisis. Leyva, que salió del gobierno en buenos términos, señalando a Petro como su amigo y reiterándole su admiración, lanzó su serie de cartas para descalificar personalmente al presidente. Habían pasado si acaso ocho meses de su renuncia y tuvo un ataque súbito de memoria sobre acontecimientos que supuestamente presenció y mostraban la incapacidad de Petro para gobernar.

Ahora se conocen los audios donde busca ambientar un golpe contra el presidente. Los interlocutores más importantes que se mencionan no hablaron con Leyva. Habló al parecer con algunos asesores de los dos representantes por el Estado de Florida. Pero Leyva juraba que estaba a veinte días de tumbar a Petro. No hay pruebas de reuniones con nadie en Colombia, no hay menciones de militares, la vicepresidenta asegura no haber hablado con Leyva después de su renuncia como canciller. Pasamos del ruido de sables del que se habla en Colombia cuando asoma el fantasma golpista al tintineo de los cubiertos en los audios de Leyva.

La conspiración de Leyva, un complot al parecer íntimo, recordó los años de Samper, cuando el notablato bogotano se reunía a manteles día tras día a buscarle una “salida a la crisis de legitimidad del gobierno”. Tal vez Leyva tenga también un ataque de nostalgia. Carlos Castaño dijo en su libro que Leyva estuvo por allá anunciando un acuerdo de paz para tumbar a Samper y convocar una constituyente. Samper ha hablado de una verdadera conspiración que iba en tres vías: la social que se regaba con whisky, la ideológica que tenía a la derecha dura y ya había redactado el decreto de conmoción y la de sangre que incluía paras y militares. Semana habló de un posible golpe y puso al general Harold Bedoya en la portada. Y estaba Myles Frechette, el embajador gringo, que dijo que en todos los cócteles algunos ciudadanos preocupados le preguntaban por la posición de Estados Unidos ante un posible golpe: “Mire, presidente, hay gente por ahí que anda preguntando cuál sería la reacción de E.U. frente a un golpe de Estado y yo les he dicho muy tajantemente que bajo ningún punto de vista sería aceptado”, le dijo Frechette a Samper en la Casa de Nariño. El asesinato de Álvaro Gómez y el atentado al abogado de Samper hicieron que todo tuviera una relevancia más allá de los cócteles.

Hoy las condiciones para una conspiración golpista parecen imaginativas, estamos en los tiempos de un conspireta en solitario. Leyva ha regado gasolina a un incendio propicio, le ha dado el guión ideal a las películas del presidente.

 

 

 

miércoles, 25 de junio de 2025

Di tutti capi

 

Petro arremete contra fiscales en Medellín y anticipa beneficios para capos  de bandas en Itagüí

A los jefes de las estructuras criminales históricas de Medellín no les gusta que les digan capos ni patrones. Incluso hace dos años instauraron una tutela para que se les ordenara a los medios y a los funcionarios públicos a llamarlos de otra forma: “Nosotros queremos ser líderes positivos, no patrones.” Detrás esa petición hay una contradicción insalvable. Niegan su jefatura criminal pero al mismo tiempo aseguran que el clima de violencia en la ciudad depende de sus “buenos consejos”: “Entonces llegan y nos encanan a los que tenemos una ideología y nos separan, y las mismas fuerzas del Estado empiezan a meter chismes para que pelemos entre nosotros. Y por arte de magia nos juntan y baja más del 40% el homicidio en la ciudad, ¿qué más tenemos que explicar?” Desde junio de 2023 los representantes de las bandas están juntos en la cárcel de Itagüí en medio de un proceso de paz que es sobre todo una conversación informal, una especie foro de apaciguamiento que no tiene marco legal ni compromisos concretos ni metodología clara ni transparencia alguna.

La presencia de negociadores de la “Paz Urbana” en el acto de gobierno en la plazoleta de La Alpujarra los ha puesto en otro nivel. Les ha entregado una legitimidad y una vocería que nunca ha sido clara. Nadie sabe muy bien a quién representan esos líderes aunque ellos dicen tener ascendencia sobre doce mil jóvenes que delinquen en la ciudad.  El presidente juega con candela al poner a la plana mayor de las grandes bandas de Medellín, según ellos ya resocializados y ejerciendo un liderazgo social, en el centro de sus disputas políticas y de una campaña en ciernes. Esos negociadores de hoy y patrones de ayer también hacen política, para nadie es un secreto su gran influencia en el Presupuesto Participativo en los barrios. La módica suma de 285.000 millones de pesos en 2024. Ellos mismos hablan sin misterios de su papel electoral: “Somos esos líderes que la comunidad escucha y si vos decís ‘es que a mí parece que esta persona puede ser alcalde por esto, esto y esto’, la comunidad presta atención a eso y dice que si a uno le parece que es un buen líder, que va a ser un buen alcalde, la gente escucha.” Son palabras de uno de los diecinueve negociadores que hace cerca de dos años entregó, junto con dos compañeros, una larga entrevista al portal Verdad Abierta. Los tres entrevistados prefirieron hablar sin revelar sus nombres.

La gobernanza criminal en Medellín no es un secreto para nadie. La herencia de Pablo Escobar dejó una estructura de dominio ilegal que regula una parte las prácticas sociales, de las economías legales e ilegales y de la política. Es cierto que los excapos y los nuevos mandos tienen una gran incidencia sobre las cifras de homicidios en la ciudad. Medellín lleva seis años con un equilibrio en la reducción de los asesinatos que comenzó en el último semestre de la primera administración de Federico Gutierrez, mucho antes de la llegada de Petro al poder y de la instalación de la mesa de Itagüí. Una reunión informal de los duros en La Picota, en 2019, sería el hecho que marcó el inicio de la fase de apaciguamiento.

El gobierno no logró impulsar la ley de sometimiento en el Congreso. Eso ha hecho que los experimentos de paz urbana sean inestables y sin perspectiva. Ahora el presidente dice que quiere ir con la Fiscal hasta Itagüí para examinar que beneficios jurídicos se pueden entregar por la dejación de las armas. Como si se tratara de hacer cuentas en una libreta. Ya Buenaventura ha dado lecciones de la fragilidad de estos procesos, pero ahora hay un nuevo y peligroso ingrediente: el presidente ha comenzado a usar la palabra de los exduros contra sus enemigos políticos, les ha dado un rango que ni ellos esperaban y los ha graduado de copartidarios.

 

Petro arremete contra fiscales en Medellín y anticipa beneficios para capos  de bandas en Itagüí