Elon Musk invirtió este año 44.000 millones de dólares para ayudar a la humanidad. Al menos eso dijo luego de cerrar el trato con el que compró Twitter en el primer semestre de este 2022 que termina: “No lo hago porque sea fácil, no lo hago para hacer más dinero, lo hago porque intento ayudar a la humanidad, a la que amo". Un acto de filantropía que hace dudar hasta a los más crédulos. Pero Musk ha decidido ayudar primero a las finanzas de Twitter que según sus palabras entrega pérdidas por cuatro millones de dólares cada día. La mitad de los empleados fueron despedidos y otros más decidieron salir de la jaula luego del ultimátum del nuevo jefe: “… tendremos que ser extremadamente duros. Esto significará trabajar muchas horas a gran intensidad. Solo un rendimiento excepcional constituirá un aprobado”.
Los despidos causaron variadas preocupaciones más allá de los derechos laborales. Musk se ha declarado un “absolutista de la libertad de expresión” y muchas veces ha criticado los filtros de moderación de contenidos de la compañía. Su declaración de principios en este tema es relativamente sencilla: “Cuando hablo de libertad de expresión me refiero simplemente a lo que se ajusta a la ley. Estoy en contra de la censura que va más allá de la ley. Si la gente quiere menos libertad de expresión, que le pidan al gobierno que apruebe leyes al respecto". Lo que no es sencillo es aplicar ese principio en el mundo de la manipulación, las mentiras, el abuso de poder, la fuerza de las teorías conspirativas, las bodegas de desinformación. Estados Unidos y Europa lo vivieron de una forma muy clara en 2016, en las elecciones presidenciales y del Brexit. Propagandistas muy diversos amplificaron noticias y puntos de vista, miedos y odios para manipular el voto de los ciudadanos. El asunto no es tan fácil como dejar trinar, dejar pasar.
Nada está claro en las palabras y las actuaciones de Musk al frente de Twitter. Solo sabemos que es el dueño y que es aficionado a un cierto populismo. Para decidir si Trump volvía al ruedo (la cuenta del expresidente estaba suspendida desde el ataque al capitolio en enero de 2021) hizo una encuesta en Twiiter. El 51.8% de los “votantes” pidieron el regreso del más virulento y falaz de los tuiteros y Musk cerró el caso: “El pueblo ha hablado”. Para sumarle un poco a su ánimo bipolar también ha dicho que “Twitter no puede convertirse en un infierno de todos contra todos, donde se puede decir cualquier cosa sin consecuencias". Twitter fue el paraíso que usó Trump para hacer arder la política en Estados Unidos y quemar una buena parte de la verdad.
Las alarmas por el nuevo manual de Twitter llegaron hasta el presidente Joe Biden: “Nos preocupa a todos: Elon Musk sale y compra una plataforma que envía, que arroja mentiras por todo el mundo... Ya no hay editores en Estados Unidos." Pero no solo las mentiras preocupan a los demócratas, también las cifras. Los políticos de derecha han crecido fuertemente en seguidores después de la llegada de Musk, mientras los de izquierda pierden números en sus cuentas, por ejemplo, Marjorie Taylor Greene, una de las republicanas más duras, ha ganado más de 120.000 seguidores luego de la inversión altruista de Musk.
Pero el “absolutista de la libertad de expresión” ha dado un vuelco. Esta semana decidió suspender las cuentas de seis periodistas porque supuestamente habían revelado, por fuera de las reglas de Twitter, la ubicación de uno de sus aviones personales. Musk ha demostrado que ama a la humanidad, pero él es el primero en esa lista de preferidos. Y la imparcialidad política de la que habla no parece posible. Musk cerrerá los ojos y verá arder su pequeña red.
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