miércoles, 19 de abril de 2023

Vender humo

 



 

Hace 14 años el ministro del interior y justicia del segundo gobierno Uribe, Fabio Valencia Cossio, celebraba en el Congreso las amplias mayorías (60 votos contra 14 en el senado) que acababan de prohibir el porte de la dosis personal en el país: “senadores y senadoras: ustedes han hecho historia. A partir del trámite de esta reforma, el Estado comenzará a gestionar todo lo necesario para atender al adicto como a un enfermo”. Como casi siempre la prohibición se vestía de protección a los consumidores y adictos. El capricho del expresidente Uribe se convertía en reforma constitucional para “anular” la sentencia de 1994 que protegía el libre desarrollo de la personalidad. Cerca del 80% de la población estaba de acuerdo con la decisión del Congreso según las encuestas del momento. Todavía en 2018 el 67% de los encuestados por Invamer decían estar de acuerdo con la incautación de la dosis mínima.

En muy poco tiempo el péndulo de la opinión pública y del Congreso se ha movido hacia la posición contraria. El embrujo del Uribismo cubrió en su momento las tendencias mundiales sobre regulación, oportunidades económicas y enfoque de derechos. La cantaleta puritana se volvió cuestión de Estado. En la más reciente encuesta de Invamer (octubre de 2022) el 43% dijo estar de acuerdo con la legalización de la venta de marihuana para uso recreativo. El 52% se opone a esa medida, una mayoría muy cerrada en un país donde la palabra droga tiene una gran carga negativa y causa temores entendibles. Y si hablamos del Congreso, las mayorías parecen amplias para una reforma constitucional que revierta la de 2009 y permita la venta legal para el cannabis de uso adulto. En el quinto debate para aprobar ese acto legislativo, en la comisión primera de la Cámara, la votación a favor de la ponencia obtuvo 26 votos de 32 posibles. El país respira otros humos.

Muchos de los fervientes partidarios de Uribe hace 15 años, floricultores paisas, por ejemplo, empujan ahora con arrojo la posibilidad de vender sus moños de manera legal. Su entrada a la industria de la marihuana medicinal los ha llevado a la acera del consumo recreativo. El negocio del cannabis medicinal resultó ser una inmensa burbuja que en Colombia llevó a un fracaso del tamaño de la expectativa creada hace cerca de 6 años. Los últimos datos a Asocolcanna (Asociación Colombiana de Industrias del Cannabis) muestran el descalabro del negocio pintado como panacea: de 1.300 empresas licenciadas 400 cerraron operaciones por física asfixia, no hay posibilidad de ventas por restricciones en el mercado interno y falta de demanda o excesos regulatorios a la hora de exportar. Un mercado con flores solo para a vitrina. De las 57.000 hectáreas que tienen permiso para sembrar cannabis, hoy solo hay 550 floreciendo. El gobierno anterior se dedicó a cambiar unas regulaciones extremas por unas regulaciones exageradas. El recato moral es todavía una gran barrera para la industria.

Ya que no se pudo con la marihuana como remedio, los inversionistas y trabajadores del prometido boom cannabico sueñan con el uso recreativo, es la última opción que le queda al negocio que hoy manejan, en buena medida, grupos ilegales en el Cauca, desde donde se arma la mitad de la demanda nacional. Los marihuaneros desadaptados de hace 15 años son los os activistas aplaudidos de hoy. Ahora recuerdo la frase de un policía que acompañaba la marcha cannabica en Medellín hace cerca de 10 años cuando le pregunté su opinión sobre esa gran fumarola andante: “Es la marcha más tranquila del año, solo hay que apurarlos un poco para que caminen”. Es hora de apurar la reforma para que la venta de humo sea realidad.

 

 

 

 

 

 

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