Codicia es ahora la palabra preferida del presidente Petro. Ha reemplazado al petróleo como principal fuerza enemiga en su batalla por salvar la vida en la tierra: “Yo vengo elaborando una tesis de que la codicia desenfrenada termina acabando la vida, que el gran enemigo de la vida en toda su extensión, la naturaleza, la humanidad, el gran enemigo de la vida es la codicia…”, dijo en enero pasado y desde ahí se aferró a ese pecado capital que en su inicios, del latín cupiditia, definía un deseo desordenado, más cercano a la lujuria que a la avaricia. La raíz de todos los males es el amor del dinero, dijo San Pablo según la biblia. Santo Tomás de Aquino escribió que por el dinero el hombre puede llegar a cometer cualquier pecado: “Todo obedece al dinero”.
La nueva tesis también ha llevado a Petro hasta Jesús, el carpintero, “amante de la justicia social”, traicionado en el Congreso de Colombia por el “dios dinero”. La cruzada ha comenzado. La palabra le permite definir su enemigo para la seguidilla de elecciones que se vienen. Todos los que critican sus ideas, proyectos, sueños, delirios son ahora vendidos al oro, a ese dios falso que solo lleva a la muerte, o peor aún, a la extinción de la especie humana.
Para iniciar la batalla es necesario tener ejemplos ciertos, señalar algunos acaparadores, retar a los avaros poderosos, a los epulones. Ha escogido entonces a un gestor farmacéutico, casi ha ido hasta su bóveda de oro para encontrar las dosis de insulina escondidas. El ejemplo no es del todo bueno, resulta paradójico que un usurero decida suspender el negocio que lo hace rico. Si la gestora no despacha el medicamento, pues no se lo pagan. Pero el presidente tiene una respuesta. Se trata de una guerra de largo plazo y los droguistas epulones esconden el medicamento para enturbiar a su gobierno, para vencerlo en su lucha, en su camino de santidad al lado de los pobres.
El gobierno es experto en culpar al universo que conspira contra su voluntad y su heroísmo, también ha culpado a la historia, al poder incrustado en el Estado, a su propio gabinete que en un momento dejó de ser revolucionario. Pero hasta ahora todo se hacía en abstracto, en fábulas y a lo sumo tomando algunas cifras dudosas. El presidente ha dado un paso más allá. Ahora ha comenzado a inventar hechos, a tomar fotos de sus mentiras, a enviar a la superintendencia a develar el pecado capital y mostrarlo al público. Alguien debe meter la mano en el costado para que el pueblo crea. Llegó el acaparamiento, una palabra cara a Chávez en los tiempos de su declaratoria de la “guerra económica”: “Tú eres un ricachón, tú vas al infierno, al cielo no vas (...) es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un ricachón como tú Mendoza vaya al Reino de los Cielos", dijo Chávez en su momento, en el 2010, refiriéndose a Lorenzo Mendoza, dueño del Grupo Polar acusado de acaparamiento.
Chávez intentaba sostener el control de precios que llevaba siete años y había creado una crisis de desabastecimiento de alimentos. Justificar un fracaso y señalar un enemigo y un pecado capital. “Tú con tus millones y yo con mi moral”, sentenciaba.
El gobierno Petro lleva dos años asfixiando al sistema de salud. Lo dicen las propias empresas intervenidas por el ejecutivo que no se atreven a mostrar las cifras que los delatarían. Negar el dinero que se necesita para sostener el sistema, un control de precios a ojo, contra todas las evidencias, ha comenzado a mostrar consecuencias para la salud de miles de colombianos. Pero el gobierno está dispuesto a esos sacrificios en cuerpo ajeno para justificar su lucha contra la codicia. Se queda uno pensando en la soberbia, otro de esos pecados capitales.