miércoles, 3 de diciembre de 2025

Informantes en la U

 

Wilmar Mejía, salpicado en los archivos de alias Calarcá, habló de su cargo  en el Consejo Superior Universitario de la Universidad de Antioquia

 

A comienzos del año 2000 los paramilitares comenzaron a tomarse la Universidad de Córdoba. Se trataba de una estrategia de “inteligencia” para detectar guerrilleros, de un negocio para lograr recursos extras y de sus esfuerzos por el dominio social. “Lo hicimos porque era un sitio donde se negociaban los secuestros y donde se impartía una ideología tendenciosa hacia el fenómeno guerrillero… No podíamos permitir el adoctrinamiento de los muchachos”, dijo Mancuso en Justicia y Paz.

Rápidamente lograron infiltrar a uno de sus colaboradores en el Consejo Estudiantil, presionar a los miembros del Consejo Superior y nombrar un rector obediente. Director regionales del CTI y hombres de la Sijín sirvieron de “enlaces” del Estado para completar la estrategia de terror y control. Diecisiete personas fueron asesinadas en seis años de infiltración para en la universidad.

Algunos jóvenes cercanos a los paras -Mancuso era su tutor- comenzaron a recibir becas y estímulos para ingresar a la universidad. Ya sabemos cuáles eran sus estudios. Los estudiantes se convirtieron en informantes para señalar supuestos guerrilleros y confirmar sentencias a muerte. ‘Los de los libros’, les decían entre las AUC, no se sabe si como burla o reconocimiento. Carlos Andrés Palencia, alias Visaje, el ‘decano’ de Mancuso en la universidad, dijo en una declaración en Justicia y Paz en 2010 que había al menos quince jóvenes que servían como chivatos. Algunos de ellos fueron asesinados luego de sus trabajos: sabían demasiado.

En 1998 la Universidad del Atlántico sufrió la Red Cóndor donde agentes de inteligencia del Gaula, el DAS y el ejército se unieron con paramilitares de ‘Jorge 40’ para ‘imponer orden’ en la universidad. Los políticos regionales también jugaron un papel importante en esa toma paramilitar. Además, personajes como José Miguel Narváez, ex subdirector del DAS, tuvieron la gran idea de poner sus fichas en los Consejos Superiores de algunas universidades. Desde los tiempos de Rojas Pinilla el Estado ha sido bastante atento y “estricto” en las universidades públicas. No hablemos de Turbay Ayala.

Por esa historia tenebrosa causó tanta sorpresa el doble rol de Wilmar Mejía en la Universidad de Antioquia y la Dirección Nacional de Inteligencia. Según parece para Mejía el asunto era normal, en un momento le contó a algunos compañeros del CSU que ejercía labores en la DNI. Las menciones a su nombre en las comunicaciones de las disidencias de ‘Calarcá’, que lo sitúan como el enlace del gobierno, hacen que pasemos de la incompatibilidad de funciones al riesgo latente. Mejía logró llegar a un alto cargo en la DNI por información recibida de militares, por ser un eficaz ciudadano interesado. Es imposible pensar que tenía un oído para ejercer como académico y el otro para aguzar como director de inteligencia. El recontraespionaje exige tiempo completo.

La extraña simbiosis en los encargo de Mejía tiene un agravante. El gobierno Petro tiene las universidades como un escenario clave en sus luchas políticas, la elección de la Nacional y los empeños de Juliana Guerrero en la U. de Valledupar son ejemplos claros y los arrebatos constituyentes del presidente tienen a las Universidades como bastión. La universidad que imagina Petro solo tiene una carrera: ciencia política con énfasis en actividad electoral. En la U. de A. eso ha desatado un agrio enfrentamiento con el gobernador. En ese ambiente de pugnacidad y en medio se señalamientos mutuos todo se hace más riesgoso. Hace poco el gobernador Rendón dijo, de forma ligera, que los tentáculos del gobierno en la universidad quieren “abonarle el camino a criminales y terroristas”. Señalamientos públicos, agentes encubiertos, peleas ideológicas, antecedentes subversivos y paramilitares. Mucho fuego para ese laboratorio universitario.

 

 

miércoles, 26 de noviembre de 2025

De pactos y componendas

 


 

El programa de gobierno de Gustavo Petro hablaba de “limpiar la política”, era su promesa para enfrentar a Rodolfo Hernández y los 7 principios y 10 mandamientos de su Liga Anticorrupción. En una entrevista a CNN como presidente electo, Petro dijo que una de las primeras cosas que haría en la Casa de Nariño sería “la creación de comisión de investigación independiente, que trabaje junto a la Fiscalía del país”. El objetivo sería combatir la “corrupción más protuberante que hemos tenido en los últimos tiempos”. Durante su posesión habló de un gobierno con “cero tolerancia” con los corruptos: “Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni colaboradores…nadie queda excluido del peso de la Ley, del compromiso contra la corrupción y de mi determinación para luchar contra ella”.

Esos propósitos no envejecieron bien. Tal vez el primer escándalo del gobierno vino de la mano Juan Fernando Petro, su hermano, que buscando resaltar la importancia de su papel en la elección soltó una perla: “Nosotros vimos que, entre el Norte de Santander, entre el Urabá antioqueño, entre el Magdalena Medio, Gustavo obtuvo un millón y pico de votos que no tenía antes. Ahora, si te das cuenta, con ese millón y pico de votos fue que ganó”. El presidente salió a desmentir a su hermano que cayó en desgracia en solo siete meses de gobierno.

Luego vino su hijo Nicolás. En su caso se trató más de codicia, como diría su papá, que de alardes. Recogía aportes políticos que usaba como cuota inicial para su casa, tenía ventanilla siniestra para la generosidad del ‘Turco’ Hilsaca y ‘El Hombre Marlboro’. Luego de la familia aparecieron los líos con su gente más cercana. Laura Sarabia y sus atribuciones para encontrar “la verdad”, el polígrafo a Marelbys Meza dejó ver un lado oscuro de sótanos que recordaba gobiernos pasados. Por esa puerta entró Benedetti y su furia borrascosa: insultos, acusaciones, reclamos, advertencias y confesiones, todo en un lenguaje “informal”. Sus gritos parecían confirmar las dudas sobre alguna plata que entró a la campaña presidencial. Euclides Torres se volvió un hombre famoso, además de bendecido y afortunado. Luego de su protagonismo electoral en la Costa Caribe, recibió un contrato de 180.000 millones por parte Fondo de Energías No Convencionales y Gestión Eficiente de Energía (FENOGE), el solo nombre de la entidad ya deja dudas.

Faltaba lo peor en otra sigla impronunciable: UNGRD. Se tomaron riesgos y llegó el desastre. El gobierno no cambió los tradicionales métodos para la gobernabilidad y terminaron enredados sus ministros de hacienda y gobierno, y funcionarios cercanos están en la cárcel, y presidentes de senado y cámara presos y Carlos Ramón González, amigo íntimo, prófugo. Ecopetrol también ha dejado huellas, tanto que esta misma semana Petro le dijo a Ricardo Roa, exgerente de su campaña, que actuara en el posible caso de enriquecimiento ilícito de un vicepresidente de la petrolera.

Ya en la mitad de su periodo, el presidente reconocía su derrota: “A este gobierno lo permeó también la corrupción. ¿Cómo gobiernos progresistas terminan permeados por un cáncer que es la corrupción y terminan por no cumplir sus objetivos?” Pero no era del todo un mea culpa, la idea es vender el robo como una herencia histórica e institucional, algo asó como: “No es que seamos corruptos, es que el régimen político tiene esa inercia que nos arrastró”.

Ahora asoma la Dirección Nacional de Inteligencia como brazo gubernamental de grupos armados y la UIAF como policía política. El gobierno Petro a pesar de su elevado discurso lleno de nuevos amaneceres para la especie, ha sido humano demasiado humano. El libreto luego de los escándalos es muy viejo, “han traicionado nuestra confianza”.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Pistoletazo

 

Cifras y Conceptos: Fajardo, Cepeda y De La Espriella lideran grupos de  intención de voto a la Presidencia

 

Luego de cuatro meses de la veda de encuestas aparecieron algunos números de la mano de Cifras y Conceptos para entregar pequeñas confirmaciones y ratificar incertidumbres. La dispersión de candidatos y cuatro meses a ciegas han hecho que la mayoría de la gente no imagine un posible tarjetón y los apoyos políticos y económicos se aplacen más que en años anteriores. El 62% respondió que no ha decidido por quién votar en la primera vuelta presidencial.

Ni siquiera parece que la gente hubiera elegido el grupo de consulta por el que votaría en marzo. La gente no solo no ha elegido un nombre, parece que tampoco ha escogido una tendencia. La encuesta agrupó varios precandidatos por afinidad y preguntó si elegiría a alguno de los nombres en marzo próximo. En la consulta del Frente Amplio (Cepeda, Roy, Caicedo y Romero) el 62% dijo paso, el 70% dijo que no participaría en una consulta del Centro Democrático, en una de derecha “independiente” (Vicky, Abelardo Pinzón) el 67% miraría a otro lado y en una de centro restringida (Fajardo y Claudia) se abstendrían el 63%. Un empate que no deja definiciones.

Una encuesta del Centro Nacional de Consultoría de diciembre de 2021 hizo una pregunta similar respecto a las consultas del momento. El 35% dijo que votaría por la del Pacto, el 22% por la coalición Centro Esperanza (Fajardo, Galán, Amaya, Gaviria) y un 16% por la coalición de Fico, Char, Peñalosa, Barguil y Dilian. En una de Invamer de noviembre de ese año las consultas marcaron el 43%, el 30% y el 26% respectivamente. En ese momento al menos había diferencias significativas frente a las consultas. Hace cuatro años el Centro se desinfló totalmente, su participación en los votos de las consultas fue del 18%, la izquierda mostró su poder con el 47% y la derecha, sin el candidato del Centro Democrático, sumó el 34% de los votos. Hace cuatro años quienes en diciembre eran líderes para sus consultas según las encuestas se confirmaron en marzo: Petro, Fajardo y Fico.

En noviembre-diciembre de 2021 había un líder claro, Petro había ganado sin duda su puesto en segunda vuelta y no estaba lejos de un triunfo en primera: al menos tres encuestas lo ponían con más del 40% de la intención de voto. En la segunda ganaba en todos los escenarios en todas las encuestas.

La mayor sorpresa en la reciente de Cifras y Conceptos es que el 45% de los encuestados se definió ideológicamente como de centro, el 32% como de derecha y el 22% de izquierda. El centro ha sido muchas veces un conjunto vacío, tal vez la gente se identifica porque no sabe quién lo representa; la derecha parece estable si miramos votos en la consulta de hace cuatro años y la encuesta de hace una semana; la izquierda dobla en la realidad los pronósticos de las encuestas. Pasó igual en la consulta del pasado 26 de octubre. La organización y la lealtad de sus bases pueden marcar la diferencia. Muy poca gente dice identificarse con partidos: apenas el 12% con el CD, el 6% con el liberal, el 3% con el Conservador, el 1% con el verde. El Pacto por el contrario suma 21%, un gran case.

Rodolfo fue el aparecido hace cuatro años. En su edición del 11 de diciembre de 2021 el titular de Semana fue “Despegó Rodolfo”. Ya era segundo por encima de Fajardo con el 11% y en apenas dos meses quienes lo conocían pasaron del 30% al 44% ¿Es el caso de Abelardo? Hay un dato interesante en la encuesta de Cifras y Conceptos. El 42% de los encuestados por la imagen de Abelardo se inclinó por el No sabe/No responde. Podríamos pensar que es la gente que no lo conoce. Ahí está cerca del Rodolfo de hace cuatro años, y tiene un estilo vociferante similar, al que no lo mira lo ensordece.

Hace cuatro años estaba el Petro líder indiscutible y la izquierda estaba afianzada como grupo, Fajardo puntero de un Centro indefinido y con peleas internas, la derecha sin candidato oficial viable y el aparecido metiendo miedo. Estamos en un punto similar.