Algunas veces los políticos encuentran ciertos poderes de precisión, frases sueltas que se convierten en definiciones poderosas, retos personales que resultan retratos institucionales. Una de esas máximas la dejó caer Miguel Antonio Caro a finales del siglo XIX, antes de ser presidente, cuando liberales y conservadores se peleaban el gobierno y la nómina: “¡Que tiemblen los porteros!”, les advertía Caro a sus adversarios políticos, no iba quedar liberal con contrato, los cambios iban desde las puertas de los colegios hasta los despachos de los ministros. Eran tiempos del todo o nada en la burocracia.
Las cosas se han ido sofisticando, primero con los barones electorales que establecían acuerdos burocráticos más duraderos, imposibles de borrar con una decisión desde Palacio, más tarde con prácticas de las llamadas maquinarias y luego con las más flexibles micro empresas electorales. En todo caso, en medio de las elecciones, las negociaciones y las legislaturas se conservan ingredientes de todas las épocas. Los expertos en la ciencia de política han dicho que el clientelismo no es solo una forma de intermediación política, un método de gobernabilidad, una manera de convertir los fines colectivos en lealtades privadas, una maña para amarrar clientes/ciudadanos, sino sobre todo una cultura nacional.
El Gobierno del Cambio se vendió como una opción para romper, aunque fuera de forma parcial, ese sistema de compraventa. La ideología debía estar por encima del menudeo político, de los mochileros y las “extorsiones” de los políticos tradicionales. Pero la calle está dura y la campaña requirió las habilidades de siempre. De modo que aparecieron Luis Pérez y Julián Bedoya, William Montes y Clan Torres, la gente de Andrés Calle y los allegados a Musa Besaile y Zulema Jattin. Fichas valiosas en la ruleta electoral que manejaron en buena parte Benedetti, gente cercana a Verónica Alcocer y otros profesionales del Excel electoral.
Comenzó la primera legislatura con mayorías holgadas en Senado y Cámara y el regateo del clientelismo histórico. Elección de Contralor, acuerdo de Escazú, Reforma Tributaria, Ministerio de la Igualdad, Presupuesto General, ley de Paz Total. El engrase parecía funcionar. La U, los liberales y los conservadores estaban en la coalición de cambio y, en contra de la gente del Pacto, Roy fue elegido presidente del Senado. En su libro Así gobierna Gustavo Petro, Ariel Ávila cuenta que desde antes de posesionarse el presidente quería lograr el dominio del Partido Verde y el Partido Liberal.
Pero la UNGRD comenzó a dejar rastro, los carrotanques a botar aceite y poco a poco se ha mostrado que el gobierno de Gustavo Petro ha respetado esa cultura clientelista con mucho ahínco. Por esas tramas están en la cárcel Iván Name y Andrés Calle. Petro dijo con una sinceridad pasmosa que engañaron al gobierno, se entendió algo así como pagamos y no cumplieron
Otro expresidente de la Cámara David Racero está en problemas con las planillas del Sena, Positiva y Colombia compra eficiente. Los exministros del interior, Velasco, y hacienda, Bonilla, encartados por la negociación uno a uno en el Congreso que arrancó luego de la fallida reforma a la salud. Carlos Ramón González, ex Dapre, en fuga por la repartija. Guillermo Alfonso Jaramillo alentando las nuevas EPS (Empresas Políticas Subsidiadas); Benedetti empujando nombramientos en el despacho de la ministra de justicia y así.
El progresismo alega un clientelismo por nobles razones y bloqueos mezquinos, un sacrificio menor para lograr reformas necesarias. El presidente ha dicho, al estilo de Caro, que es imposible gobernar con los mandos medios de la derecha, según su idea, los funcionarios que no son de su partido son burócratas infiltrados, porteros le han cerrado el paso al cambio.