miércoles, 10 de julio de 2024

¿Todo bien en casa?

 

 El Salvador: 500 personas habrían muerto en prisión durante estado de  excepción


Video: el cinematográfico operativo de Nayib Bukele para mudar a 2.000  pandilleros a una nueva mega cárcel en El Salvador


Nayib Bukele es un maniaco de la simetría. Su régimen responde a una especie de neurosis del orden y la regularidad. Las ruedas de prensa con banderas filadas al fondo y soldados rígidos que las custodian, cuatro banderas, dos soldados, todo en un juego de espejos… o de sombras. Asusta un poco esa puesta en escena milimétrica, con el presidente en el centro, partiendo en dos esa realidad de escudos, espadas y banderas. Todo recuerda el estilo Kim Jong-un.

Las cárceles son el paradigma de esa alineación perturbadora. Cientos hombres rapados, vestidos de blanco, acuclillados o sentados abrazando sus rodillas. Iluminados día y noche. Las fotos oficiales donde se exhiben los capturados -el 2.5% de la población adulta del país está en la cárcel- hacen pensar en un perfomance de pesadilla o en las gráficas que describen la disposición de los esclavos en los barcos que los traían a América o en carnicerías humanas o en un juego macabro con muñecos idénticos que se multiplican. Nada parecido al amontonamiento deforme de las torturas en Guantánamo. Aquí se hace de manera oficial, con escuadra y punto de fuga. Bukele está seguro que la violencia estatal se puede esconder por medio de la exhibición y la armonía geométrica.

Hace unos meses el ministro de seguridad de El Salvador dijo con orgullo que habían arrestado a 79.184 personas durante los dos años y cuatro meses del estado de excepción. Las detenciones responden a pescas aleatorias, sospechas, castigos policiales, retaliaciones personales, señales particulares. Las cifras de excarcelados dan cuenta de esa política de primero encerrar, después torturar y luego preguntar. Hace un año el gobierno aceptó la cifra de 7.000 excarcelaciones. Al entregar los datos de esos daños colaterales el ministro dejó clara la idea del gobierno de confesar para ocultar la culpa: “Eso demuestra que el sistema de justicia está funcionando”. Las anécdotas comprueban ese funcionamiento. En abril pasado un futbolista de la selección nacional, Marcelo Díaz, escribió en su cuenta de X como último recurso: “En nombre de él, mío propio y toda nuestra familia le pedimos de corazón que enmiende este error y que mi padre pueda volver a casa, a su rutina, a su trabajo y con su familia”. Su papá había sido capturado veinte días atrás cuando entraba al estadio a ver un partido en el que actuaba el ‘Chiky’ Díaz. No sé por qué pensé en Mane Díaz. El gobierno guardó silencio y procedió con la liberación. Con la lógica y las maneras de los secuestradores.

Según organizaciones defensoras de derechos humanos, como Socorro Jurídico Humanitario, se han presentado 26.250 capturas de personas que no han cometido ningún delito. Una tercera parte de los detenidos durante la suspensión “temporal” de los derechos. Los muertos en las cárceles han sido 241, muertes violentas disfrazadas de naturales. Menores de 40 años que mueren misteriosamente por enfermedades súbitas. El seguimiento a los procesos de los fallecidos en las cárceles muestra que el 96% no tenía antecedentes ni causas penales en curso. Ni siquiera tatuajes alusivos a pandillas. Se llama ejecución extrajudiciale. A la vista, como le gusta al gobierno de Bukele. Transparencia.

En febrero comenzaron los juicios colectivos. La simetría pasó de las cárceles a los juzgados. Los acusados se agrupan en pantallas para afrontar los procesos de modo virtual. Todo bajo el mismo encuadre y los mismos delitos. Causas comunes que abarcan hasta a 1.700 detenidos, grupos armados por regiones de capturas o sospechas de formar una misma pandilla. Como si fueran selecciones deportivas. Todo es orden en El Salvador.

 

 

 

 

 

 

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