viernes, 7 de febrero de 2025

La estrategia del cazador

Trump Hunter With Michelob Ultra Beer Shirt

 

Perseguir es una estrategia sencilla. Se compra el disfraz, se carga el rifle y se enseña una cara amenazante. No es necesario el sigilo, no se trata de cazar, solo de dar la impresión, de alardear, de pisar duro. Es lo que ha comenzado a hacer el presidente Donald Trump, es el inicio de una maniobra más política que migratoria. Sabe que es uno de los temas –el control de drogas es el otro– en el que su base política puede crecer. Un poco más del 50% apoya al presidente recién posesionado y algo más del 60% ve con buenos ojos sus anuncios implacables contra la migración irregular y contra los migrantes en general.

Los datos del primer gobierno Trump muestran que los resultados (si por resultados entendemos solo deportaciones) estuvieron por debajo de las cifras de los gobiernos de Obama y en el mismo punto de las del gobierno Biden. Obama deportó a casi cinco millones de migrantes irregulares en sus ocho años de gobierno y Biden mandó fuera el mismo millón y medio que su antecesor. Pero Trump hizo más ruido, mintió más, propagó más odio y ganó de sobra frente a la opinión pública en uno de los temas más relevantes para los electores gringos. Un cazador mediocre que dispara mucho más. Por ejemplo, haciendo redadas en lugares de trabajo que tenían únicamente el objetivo de crear pánico y ganar aplausos.

Siendo candidato en 2016, dijo que deportaría muy rápidamente a dos o tres millones de migrantes que tenían antecedentes criminales, eran miembros de pandillas y traficantes de drogas. De una vez, convertía en criminales al 25% de los migrantes irregulares en Estados Unidos. Con los demás, dijo, ya se verá qué hacemos. En la campaña reciente la fórmula Trump-Vance habló de un millón de deportados cada año. Ya los expertos han dicho que llegar a esa cifra será imposible por razones logísticas, legales y de falta de cooperación de algunos estados y ciudades. En su último año Biden deportó a 270.000, la cifra más alta en una década. Desde hace veinte años el número de migrantes ilegales en Estados Unidos, alrededor de once millones de personas, ha permanecido más o menos estables. Bien sea con Obama y sus cifras record, con Bush y sus dos millones de deportados o con las cifras parejas de Trump y Biden.

Las amenazas de Trump tampoco han tenido éxito para disuadir a los migrantes. Lo que demuestra que el disfraz del cazador solo entrega éxito político y electoral, solo es una puerta en escena para los espectadores. Entre 2017 y 2019 el número de capturas en la frontera con México pasaron de 300.000 a 800.000. Al parecer la mueca del primer año tuvo algún efecto pero luego los hechos demostraron que las cosas no habían cambiado en las posibilidades de ingreso.

Lo que sí cambió fue el maltrato. A falta de resultados el cazador debe mostrarse despiadado. Por eso durante la primera administración Trump separaron a las familias, usaron centros provisionales de detención que no eran otra cosa que grandes galpones, se abusó de los tiempos de detención y se aplicaron deportaciones extrajudiciales. “Si no les gusta como los tratamos, entonces no vengan”, fue la respuesta de Trump.

Entre 1901 y 1914 entraron a Estados Unidos tres millones de italianos, un millón y medio de judíos y cuatro millones de eslavos. Las alarmas se prendieron y la discriminación fue la norma. Los políticos lo entendieron y aprobaron en 1924 una dura ley antiinmigración que imponía cuotas máximas por país, hacía test de alfabetismo a la llegada y prohibía el ingreso de orientales. La frontera y la bandera son dos símbolos claves para los nacionalistas y los populistas. El temor y el orgullo que juegan tanto en la política. Es posible que Trump no sepa la historia de hace cien años, pero sabe muy bien lo que quieren las mayorías.

 

 

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