miércoles, 12 de enero de 2022

Match Point



“Fortaleza Australia” fue el nombre elegido por el primer ministro Scott Morrison para la estrategia contra el virus. Levantar los muros, tapiar las puertas, cercar al enemigo fueron las consignas desde el comienzo. Son necesarios los sacrificios, clamaban los políticos. Apretar los dientes y llamar a la batalla. Algo de patriotismo contra la pandemia. Pero esa guerra sanitaria puede implicar una pelea desproporcionada contra la gente: los contagiados, los sospechosos, los desobedientes, los vulnerables a la enfermedad. Australia y sus fantasías Cero Covid han mostrado como el virus puede disfrazar los abusos de esfuerzos invaluables y los delirios profilácticos de proezas para salvar la vida.

Al comienzo todo parecía justificado. Australia era un ejemplo de disciplina frente al Covid. La enfermedad podía erradicarse por medio de controles estrictos. “Solo es necesario acatar las normas para que todo esté bien”, parecía la consigna gubernamental. Las medidas de Morrison llegaron a tener el 85% de aprobación luego de un año de la aparición del virus. Gobierno y ciudadanos celebraban su virtuosismo. Pero desde los días de los primeros contagios se dijo que esta sería una carrera de resistencia, una prueba para la que había que ahorrar energía y paciencia.

Y Australia fatigó a sus ciudadanos con medidas que hoy se revelan excesivas y muchas veces inútiles. Su épica del Cero Covid tiene en la actualidad tiene sus visos de ridícula y abusiva. Melbourne, por ejemplo, encerró a sus ciudadanos durante 262 días, en seis periodos intermitentes de cuarentenas estrictas desde marzo de 2020. Muchas veces las aperturas se reducían a un radio de 5 kilómetros alrededor de la casa y solo para comprar alimentos, hacer ejercicio o ejercer cuidados a familiares o amigos. Su récord mundial de encierros no parece, en perspectiva, un motivo de orgullo.

Y aún tienen campos de confinamiento obligatorio. Al comienzo fueron solo para los extranjeros sospechosos de contagio. Pero un reciente documento oficial deja claras las condiciones para todos: “Cualquiera que haya tenido contacto cercano con un caso confirmado de COVID-19 puede ser enviado a cuarentena en su hogar, en una dirección alternativa o en un alojamiento arreglado por el gobierno.”

Sídney, por su parte, ha sacado al ejército a las calles para hacer cumplir las restricciones. El estado de Victoria autorizó en un momento la detención de cualquier ciudadano con una prueba positiva de Covid cuando fuera probable que se negara a cumplir con las órdenes sanitarias. Unos meses después retiraron la medida, los excesos ya habían sido reseñados por Human Rights Watch y la Defensoría pública australiana. Es lógico que en octubre del año pasado la aprobación de las políticas gubernamentales frente al virus ya estuviera en el 48%.

Pero las cosas han ido más lejos. Una mujer embarazada fue detenida hace unos meses por “incitar” a una protesta contra los encierros obligatorios. Y no hace mucho Katie Hopkins, columnista y presentadora británica, fue deportada por burlarse del confinamiento de 14 días al que fue sometida luego de recibir un visado especial. La ministra del interior calificó la conducta de la “invitada” como inaceptable. Hopkins estaba lista para participar en una versión de Gran Hermano. Un buen chiste involuntario.

Además, cerraron el país durante más de 600 días impidiendo el regreso de sus propios ciudadanos. Muchos de ellos pasaron casi dos años lejos de sus familias por el simple hecho de haber salido en el momento equivocado. La más reciente perla fue la promesa de 5 años de cárcel para quienes llegaran desde la India vía conexión para eludir el veto gubernamental. “No tomamos esas medidas a la ligera”, dijo el ministro de salud.

Hace unos días el mismo Scott Morrison dijo que era necesario surfear la ola. Reconoció que la estrategia Cero Covid es imposible y que por momentos, esa ilusión, hizo que la vacunación no fuera vista como una urgencia. Pero la política exige seguir entregando lecciones y han encontrado una disculpa perfecta para el escarmiento y la severidad. Tienen al número uno en la red y no desperdiciarán ese match point.

 

 

 

 



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