La incansable hipnosis
frente espejismo cubano, con Fidel muerto y Raúl jubilado, solo puede venir de
las alucinaciones capitalistas que entrega el narcotráfico. El carácter
religioso del ELN ha contribuido a esa tendencia al fanatismo y a las purgas de
los infieles en sus campamentos. Eric Hobsbawm, historiador inglés que visitó
por décadas a América Latina en busca de sus movimientos revolucionarios,
describía también las plagas radicales del ELN que desde los años ochenta se
resistió a los diálogos planteados por el presidente Betancur: “El ELN atrajo
curas y estudiantes, pero su insensatez y su falta de objetivos políticos
pronto se volvieron evidentes. Probablemente haya ejecutado un número mayor de sus propios combatientes y excombatientes
como ‘traidores’ que soldados del ejército colombiano.” Esa semblanza del ELN
escrita en 1986 muestra que su rezago y su anacronismo cumplen al menos tres
décadas. Es imposible que los dirigentes del Comando Central, una definición de
la cúpula que ya suena caricaturesca, todavía crean en la fantástica teoría
foquista, según la cual un foco guerrillero al interior del país serviría como
ejemplo para encender el fuego revolucionario. Hoy solo existen pequeñas
parrillas de ilegalidad minera, narca o extorsiva con ambiciones y perversiones
propias.
Muchas veces se
ha hablado de una guerrilla formada por una estampida de estudiantes en los
setenta, por universitarios que no podían resistirse al entusiasmo revolucionario.
Pero Joe Broderick, autor de varios libros sobre Camilo Torres, dice que en
1970, ocho años después de su fundación, el ELN tenía ochenta combatientes. Y
menciona cómo Fabio Vásquez Castaño, uno de sus fundadores, miraba con algo de
sorna a los guerrillos que llegaban con sus libros en el morral. Tal vez eso
explique que Aldemar Rojas, señalado de cometer el atentado en Bogotá, haya estudiado
hasta tercero de primaria. Hay que decir que en algún momento los jefes de la
guerrilla sentenciaron a muerte a Broderick por andar preguntando por la vida
de su mártir. El morralito de libros del ELN puede explicar la maraña
ideológica de esa guerrilla: La hojarasca, Cien años de soledad, algunos libros
de Martí, un par de novelas soviéticas, cuentos de la revolución mexicana
Camilo Torres
hablaba de la “obligación cristina” de la lucha armada, de la necesidad de la
entrega total por la causa, que como dice Posada Carbó: “...en clave bíblica solo
puede conducir a la desesperación fanática”. A pesar de eso, sus líderes, “hablan
más de matar, de manera práctica y sucinta, que de morir”.
1 comentario:
Cada vez que te Leo, me quedo mas asombrado. En serio, el pais es un zoo.
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