martes, 3 de abril de 2012
Noticias de unos secuestros
Faltaban unos días para las elecciones parlamentarias de 1998 y los registradores del Caquetá se escondían debajo de las piedras. La intención era huir pero las Farc habían copado los ríos y las carreteras. De las 64 inspecciones de policía del departamento apenas 5 tenían agentes defendiendo los escritorios. Hacía una semana el Bloque Oriental había convertido una supuesta cacería del Mono Jojoy por parte de la Brigada Móvil N. 3 en una emboscada que dejó 64 soldados muertos y 43 secuestrados. El Caño El Billar entró a formar parte de nuestro curso intensivo de geografía roja en el Sur.
El gobierno Samper respondía con un comunicado patético en el mejor de los casos: “El Presidente de la República, quien ha estado informado permanentemente, ha manifestado a los comandantes de estas operaciones, y a través de ellos a todas las tropas, su voz de apoyo y solidaridad para que no desfallezcan y les ha solicitado mantener la ofensiva iniciada por el bien de la democracia, de la paz en la región y de la lucha que se viene librando contra el narcotráfico en el área.” En otro punto su tono se parecía al de un tercero imparcial que mira la escena con cierto temor e indiferencia: “Como resultado de estos enfrentamientos se han producido bajas numerosas, aún no contabilizadas, en los dos grupos enfrentados”.
El Congreso preparaba un debate contra el Ministro de Defensa, Gilberto Echeverry, por los repetidos fracasos militares en Puerres, Patascoy, Las Delicias, La Carpa y El Billar. Antonio Navarro hacía de analista militar para El Tiempo y le dejaba dos opciones al General Bonett Locarno: trasladar buena parte de la tropa a Caquetá, Putumayo y la Bota Caucana, cosa muy difícil por la extensión y los costos humanos; “o abandonar la zona rural de ese suroriente colombiano, concentrando sus tropas en las principales poblaciones en unidades más grandes y fuertes, un batallón con mínima movilidad, caso en el cual se consolidaría una región de control político y militar guerrillero, cuyo desarrollo futuro es impredecible… Desde la perspectiva guerrillera, difícilmente se puede estar en una posición más favorable para negociar.” En la conclusión Navarro cruzaba los dedos por un camino de diálogos “que conduzca a la paz que los colombianos soñamos con fuerza telúrica”.
La paz estaba en todas partes: Los diseñadores que participaban en Colombia Moda la tenían como tema principal para sus creaciones. Y había un “mandato ciudadano” para buscarla. Tres días antes de la posesión de Pastrana 129 soldados fueron secuestrados en la base antinarcóticos de Miraflores en Guaviare. Era solo la conmemoración por las explosiones similares sobre la misma base que se habían dado apenas 3 años antes. Samper ya no tenía ánimos ni para los comunicados. La bienvenida no sería con morteros hechizos contra el Palacio de Nariño sino con 1500 guerrilleros rodeando a Mitú. Pastrana intentaba tranquilizar a la gente en las ciudades. El campo ya era un solo crujir de dientes. Un acto en el Parque Simón Bolívar presentaba 1000 nuevos agentes de policía “para enfrentar una eventual incursión armada de la guerrilla, o una posible ola de terrorismo”.
Ahora que volvieron los últimos soldados de aquellos tiempos, cuando todo el mundo quisiera contarles lo que ha pasado en los 13 o 14 años que estuvieron caminando pegados a un radio, vale la pena que su aire de náufragos sirva para contarnos las noticias no tan viejas que hemos comenzado a olvidar.
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6 comentarios:
Antonio Navarro en El Tiempo después del ataque de El Billar
El Billar: un reto sin antecedentes
Así hablaba el gobierno en Marzo de 1998.
Triste comunicado del Gobierno Samper
Más de 150 militares de grupo élite creían ir a la caza de Jojoy.
Creían ir a la caza de Jojoy, pero iban a la casa del mono
Diez minutos de la toma de Mitú
Me sirvió mucho la columna para rememorar sensaciones idas, aunque el panorama general no se me olvida mucho. definitivamente mucha agua ha corrido debajo del puente, desde los celulares hasta el conflicto armado.
Espero que esa presión por sentarse a negociar ya se diluya más tarde, o que se haga al menos después de unos cuantos golpes mas, como los dos últimos, del ejército a la guerrilla. Tocará concentrarse en Nariño y Arauca por ahora.
Es inevitable pensar en una anécdota personal. Fui secuestrado por las Farc en julio de 1998, una época cercana a la del secuestro de los militares y policías liberados. Tenía más o menos su misma edad. Tremendo pensar que luego del título de la Francia de Zidane, llevado a la montaña en medio de un paseo a Barú que apenas llegó a Yarumal, solo ahora estuviera volviendo a mi casa. No me habría quedado más que escribir un libro de secuestrado.
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