Los políticos construyen poco a poco una especie de árbol genealógico en
el que van regando el ADN de sus afectos, sus intereses, sus ideas y sus
apremios electorales. Esa maraña de funcionarios, hojas de vida, comparsas de
tarima, secretarios privados y consejeros ocultos se convierte en una familias
numerosa y problemática, imposible de invitar completa a las fiestas y de
presentar con orgullo en las reuniones, con miembros ventajosos y díscolos, con
peligrosos primos de ocasión y tíos ensimismados, con supernumerarios
indeseables y diputados vergonzosos. Pero en la política lo importante es
sumar, se ha dicho siempre.
En épocas ya idas un gran cacique liberal decía manejar veinticinco mil
puestos públicos en Antioquia. Era su orgullo y su poder. Las palabras
clientela y parentela parecían una sola y los archivadores eran la gran
herramienta de los caciques a falta de los hombres del computador. Los
políticos construyen el álbum de su gran familia foto a foto, contrato a
contrato, voto a voto, entre abrazos y desplantes. El resultado es un vademécum
con fines privados, una especie de agenda para alardear en el directorio. De
puertas para afuera es mejor no exhibir algunas páginas y purgar el álbum. Cuando
se muestra completo suele parecer un prontuario.
Por eso, una buena estrategia para diferenciar a los políticos es darle
una mirada a la estirpe construida en sedes de campaña, oficinas públicas y tarjetones.
Miremos el álbum del más bulloso de los últimos tiempos, un hombre que grita su
pulcritud a pesar de servir y servirse de condenados de todos los colores y calañas.
En la familia cercana a aquel presidente se encuentra un primo muy hermano de
los paramilitares. Hace tres años salió de la cárcel y nada se sabe del que
nada se supo cuando era hombre público. Lo suyo eran los susurros. El hombre
que lo reemplazó en el Congreso también fue condenado. Su partido, Colombia Democrática,
murió por sustracción carcelaria de materia. También estuvieron al lado del
jefe de entonces los partidos Convergencia Ciudadana, Colombia Viva y Alas
Equipo Colombia. En realidad crecieron a su lado, eran simples franquicias
regionales que de la mano de los paras y del poder presidencial ampliaron su
fuero político: Gil, Araujo, Maloof, Suárez son apellidos que dan pistas del
proselitismo duro. Y como ahora se habla de las listas cremallera hay que
recordar a Rocío y Eleonora, las comadres que hicieron lo propio en el Bajo
Cauca para que llegar hasta Córdoba fuera más fácil. Allá lo esperaba Miguel de
la Espriella para servirle de puente con las AUC. Está la declaración del
congresista condenado y la foto de su jefe como padrino, cargando a uno de sus
hijos en un bautizo muy blanco, de esos de tierra caliente. En Sucre estaba
Salvador Arana, asesino y exembajador en Chile del gobierno que quería evitar la
hecatombe.
Ahora que se habla de los contratos del Fondo de Programas Especiales
para la Paz es bueno recordar a los “oenegeros” del gobierno anterior. Entre quienes movían
los helicópteros y prestaban seguridad están ‘Guillo’ Ángel y Juan Felipe
Sierra. Porque es más fácil hacer la paz armando a los amigos que desarmando a
los enemigos. Y ya que hablamos de pillos de corbata y gafas oscuras hay que
recordar a Noguera y Narváez, un jefe infantil que cubría a un subalterno
perverso. Ese par mandaban el DAS cuando no habían llegado los buenos de Peñate
y Hurtado, simples grabadores. Nos hemos acercado al uniforme y hay que ponerse
firmes para la foto con Rito Alejo del Río y Carlos Alberto Ospina, uno en la sombra
y el otro cubierto por sus soles. Para cuidar la espalda del expresidente dejamos
al general Santoyo, que cobraba sueldo en todas las oficinas posibles.
En ocasiones toca admirar esa triste especie que constituyen los
políticos solitarios, los que buscan curarlo todo con un gesto tembloroso.
1 comentario:
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