México nunca ha dejado de hablar
de sus maestros. Están la historia de su revolución, en las grandes gestas
sindicales, en las infamias de la corrupción oficial, en las interminables
acampadas en El Zócalo, en los arreglos electorales, en los íconos de la tele, en
los inicios de los grandes capos y en las masacres aleccionadoras. Los maestros
han sido inspiración para los rebeldes y punta de lanza para los áulicos de los
gobiernos por venir. Han conformado sectas maoístas, “vanguardias
revolucionarias”, movimientos anarquistas y, cómo no, facciones Priístas. Y se
han matado defendiendo sus bandos y sus puestos en la nómina. Y los han matado
por tercos, por altaneros y por conformar un poder capaz de bloquear o impulsar
a los gobiernos.
Hace poco, a raíz de la matanza
de los normalistas en Iguala, futuros maestros revelados contra un poder local
corrupto, Juan Villoro recordaba la historia de profes que se convirtieron en
leyendas en el estado de Guerrero. Lucio Cabañas que comenzó enseñando en
primaria, luego creó el Partido de los Pobres y más tarde se fue al monte.
Villoro entrega otros nombres de profesores que se hicieron guerrilleros en un
estado donde hace 60 años dos terceras partes de la población eran analfabetas.
Enseñaban a leer a los más pequeños y a combatir a sus hermanos mayores.
Elba Esther Gordillo cumplió dos
años en la cárcel hace unos días. Todo México la conoce como ‘La Maestra’. Llevaba
cerca de 25 años dirigiendo el SNTE, sindicato de maestros con más de un millón
de afiliados. Gordillo terminó siendo un pieza clave en la elección que Felipe
Calderón ganó con una ventaja de apenas el 0.56% de los votos. La señora traicionó
al PRI y su gente terminó con gran poder en el las loterías públicas y los
seguros sociales recién nombrados por el PAN. En la educación ya era en
realidad la rectora. A pesar de sus vestidos de 7000 dólares sus frases de
combate son las mismas de los maestros guerrilleros: “Me voy cuando los
maestros lo pidan, las amenazas no me quitan. Para morir nací y quiero morir
con un epitafio: aquí yace una guerrera, y como guerrera murió”. De ahí salió
para la cárcel acusada del desvío de fondos públicos por un valor cercano a los
200.000 dólares.
El verdadero guerrero de
pizarrón fue capturado hace unos días en el estado de Michoacán. Servando Gómez
Martínez, alias ‘La Tuta’, fue profesor de primaria desde 1991 hasta el 2010
cuando ya era uno de los capos de los Caballeros Templarios, un cartel con
ínfulas de secta al que solo le faltaba la izada de bandera pues tenía su
propio “catecismo”. No digamos que enseñó hasta el 2010, solo estuvo en la
nómina y recibió salario. La Tuta tiene un tono atropellado y baboso que muy
seguramente lo hacía repulsivo ante sus alumnos. Los motivos de su renuncia son
muy sencillos, parecen escritos en la letra pegada y tortuosa de los escolares
de segundo año: “Yo tenía un trabajo muy sano y muy honesto, pero para
mis aspiraciones para mi forma de ser y para mí todo, no me satisfacía. Pues
entonces se fueron dando las situaciones y aquí estoy”. Y ahí está, en YouTube
entregando sus declaraciones con la pistola al cinto. O en las fotos de la
reseña judicial luciendo su metro setenta de estatura.
Estas historias de lobos frente
al tablero, de miseria en los salones, de la rabia que hace que la tiza se
quiebre contra el tablero, me hicieron recordar las faenas de Iván Márquez como
profesor de biología en El Doncello, Caquetá. Fábulas que bien pueden terminar
en tragedias.
3 comentarios:
nice post
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