Nos hemos
concentrado en las 297 páginas. En las salvedades, en los posibles gazapos, en
la menuda letra y la manida desconfianza, en el papel como trinchera de los
leguleyos. El pequeño síndrome del viajero temeroso que siempre prefiere el
mapa al paisaje. Como si el país para discutir sus problemas se dedicara a leer
la Gaceta del Congreso. Los diagnósticos serían siempre equivocados, y ya no
habría lectores ni país. Los acuerdos serán sin duda un marco para lo que
viene, pero la realidad siempre desdeña las intenciones, los compromisos, las
metas, las innumerables instancias creadas en la negociación. Mientras los
alcaldes aprenden a deletrear las siglas de las nuevas instituciones se perderá
tiempo valioso.
Para vencer la
paranoia rabiosa de algunos y el optimismo exaltado de otros más valdría mirar
antecedentes propios y ajenos, resultados de las instituciones y programas
encargados de recibir a los combatientes, la fortaleza del ejército y la
madurez de partidos y votantes, incluso la posibilidad de nuestros medios de
entregar versiones que no sean complacientes con el gobierno ni con los tics
nerviosos de la opinión pública. En últimas, el futuro no va depender de lo que
se negoció en La Habana durante cinco años sino de un legado un poco más
antiguo y más complejo.
En los últimos
quince años se han desmovilizado cerca de sesenta mil combatientes ilegales en
Colombia. Tal vez ningún país en el mundo tenga en este momento tanta experiencia
en tratar con guerrilleros, paramilitares, narcos puros vestidos de camuflado y
mercenarios que soltaron el fusil. Según los datos de la Agencia Nacional de
Reintegración tres cuartas partes de los recién llegados han cumplido con los
programas propuestos y han regresado a la civil. No será nada fácil, un poco
menos de 3.000 han sido asesinados y 7.000 han vuelto a lidiar con el código
penal.
También vale la
pena mirar ejemplos de post conflicto con relativo éxito como los que han
celebrado varios municipios del oriente de Antioquia. San Francisco, San Luis,
Granada, San Carlos, entre otros, sufrieron el abandono hasta del setenta por
ciento de su población durante la década del noventa. Durante diez años se ha
trabajado en el retorno, con recursos de Medellín, Antioquia y el gobierno
central. Hay suficientes experiencias propias para no pensar solo en abstracto
cuando se habla de la vida después de la firma.
Los fracasos
también están en el mapa del realismo. Lo que ha pasado en el Catatumbo en los
últimos 5 años muestra una cantidad de compromisos con organizaciones sociales
mientras crece los cultivos de coca y el caos armado. La atención del Estado a
las organizaciones sociales se ha traducido en mayor poder para los violentos y
no para los civiles. Buenas intenciones y resultados magros.
Afuera se pueden
mirar los casos de Guatemala y El Salvador, con procesos de paz firmados en la
misma década y resultados contrarios. Guatemala demostró que las negociaciones
más largas y más detalladas pueden dejar las más grandes frustraciones. La
gente no llegó a las urnas para respaldar las reformas acordadas y una
guerrilla casi derrotada militarmente nunca ayudó a consolidar una mayor
apertura democrática. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca nunca ha
logrado más del 3% de los votos. No mejoró casi ningún indicador y hay un ex
general atendiendo un juicio desde una cama. En El Salvador hoy es presidente
un antiguo jefe guerrillero del FMLN, la democracia se abrió pero la violencia
citadina, asociada a las Maras, reemplazó con creces a la violencia de la
guerra insurgente. Y el primer presidente de izquierda afronta hoy un juicio
por corrupción. Vale la pena levantar la vista de los papeles y mirar un poco
un poco de realidad.
2 comentarios:
Sin dudas el si genera la oportunidad de acabar con la excusa
Presupuesto militar - porcentaje del PIB: 3.28% of GDP (2012)
3.06% of GDP (2011)
3.28% of GDP (2010)}
sin duda alguna todo ese dinero servira al menos para controlar a los furibundos que solo velan por sus negocios mas no por los verdaderos intereses de un pueblo que reclama paz
de un pueblo que es paz.
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