martes, 21 de julio de 2009
Los encantos del campo
Desde lo alto se suele mirar a las ciudades propias con algo de compasión y rencor. Por el zumbido de motor viejo que dejan escapar, por las diminutas rutinas de sus habitantes, por el desorden de sus casuchas en las laderas. Una enorme deformación empeñada en seguir creciendo. En una montaña cercana, al lado de los árboles y del prado alto que sirve de mirador, el fugitivo de la ciudad se dispone a juzgarla por sus depravaciones y sus mezquindades. La ciudad que ha enloquecido a tantos, la que enreda el hilo de todas las ambiciones, la que dispone colonias y normas según su lógica caprichosa.
Un poema de Carl Sandburg dedicado a Chicago es el libreto perfecto para los reproches: “Me dicen que eres perversa y lo creo, porque he visto, bajo los faroles de gas, a tus mujeres pintadas al acecho de jóvenes granjeros. / Me dicen que eres falsa, y yo contesto: Sí, es verdad, porque he visto a los pistoleros matar y luego ser puestos en libertad para que sigan matando. / Me dicen que eres brutal, y yo contesto: He visto el estigma del hambre en rostros de mujeres y niños.”
En cambio, en el campo cercano, todo parece girar bajo la tranquilidad de una rueda de molino: en silencio, siguiendo el impulso de la naturaleza. El trabajo se encarga de ordenar el mundo, la vida sencilla se ocupa de apaciguar los delirios aprendidos y esconder algunas trampas hechas para las multitudes. Pero si el visitante citadino decide quedarse unos días, poco a poco comenzará a ver un rastro de locura en el gesto sencillo del campesino que miga un pan mohoso para sus gallinas. Tanto silencio, tanta quietud, tanto anonimato pueden encargarse de embotar las cabezas más inocentes. Tendré que disculparme por temer la presencia de un loco frente al sencillo campesino que arrea dos terneros al final de la tarde.
La visión de Andy Warhol, un maniático de ciudad, sobre los campesinos en las profundidades de su país es perfecta para poner en una misma jaula a los habitantes del campo y las metrópolis: “Los campesinos empiezan a parecerse a los que no tienen hogar en las ciudades, porque ven muy poco a los demás y empiezan a volverse un poco chiflados. Cuando lo conocen a uno mejor y uno empieza a caerles bien, le cuentan algunas de las ideas que no han logrado verbalizar en años, y entre más los oye uno más se da cuenta de que esa persona está realmente loca. Sus pensamientos se han estado estrellando unos contra otros por ausencia de opiniones exteriores, y sus fantasías, así como lo que piensan del mundo exterior, se han vuelto chifladas…”
Un nostálgico de sus días de campo como Cesare Pavese, se encargó también de componer un retrato reconcentrado y violento del país de viñas y ríos cristalinos de su infancia. El personaje de su novela La luna y las hogueras, luego de asombrarse con algunas costumbres torcidas en California y en Oakland, regresa a su ansiado jardín en Piamonte. El viejo silencioso que ahora habita su casa de infancia terminará por matar a golpes a su cuñada y a su suegra. Luego prende fuego a su casa y se ahorca. En la ciudad, la salvación puede estar en los fisgones que se asoman a la ventana, en la desconfianza y la maledicencia de los vecinos. En el campo no habrá más que los ladridos del perro amarrado a la cadena.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
22 comentarios:
Hombre Barbas yo me acabo de dar un un champu de selva y mar, y te cuento que cada vez que me meto en esas tierras raras mas me jalan, acabo de llegar del pacifico colombiano, selvas virgenes, mar verdes esmeralda, ballenas, delfines, descanso absoluto!!ahhhh y vaya eventualidad lanchas rapidas cargas de coca a escasos 2 kilometros de donde estaba la escuadra de la naval, pero esto no fue lo interesante, lo bacano fue conmocer ese pacifico colombiano tan hermoso y tan lleno de contrastes y cuando llego a Medellin lo que me encuentro es bala y bala y mas bala que mierda!!!
La verdad seguire buscando paisajes lejos de las ciudades y cada vez me metere mas en la selva, alla esta la verdadera paz.
Saludos a todos los blogueros!!! mañana les traigo una inspiracion de por alla.
Su amigo, Chinaski
Ojalá otro poema bien cargado de manigua, Chinaski.
Yo vivo enamorado de Santa Elena. Una casita pequeña pero cariñosa, con chimenea y su manga que se extiende hasta la carretera, el olor madrugado de leña quemada y la neblina que desciende de la montaña.
Al anochecer, la temperatura empuja y comienza la charla con botellita de vino. Todo un sueño idílico.
La locura más envidiable.
Lástima que este año hay que comprar un paquete turístico para subir en feria de flores.
Agradable columna, Pascual.
Salud.
lastablasdelacama.blogspot.com
Buenísima columna Pascual. Tuve la oportunidad hace algunos años de vivir en Santa Helena por un periodo de seis meses. Recuerdo mucho que los perros vecinos llegaban a la casita allá en El Placer a saludarme en la mañana. Sueño algún día con con comprarme una tierrita, con vivir en esas montañas mágicas, poder sentir el olor a naturaleza.
por cierto Pascual, aunque tengo un blog, pocas veces le meto algo. Te invito a que te des la pasadita.
No se si entendí mal el sentido de la columna, pero era una especie de apología al frenético ritmo de las ciudades y a las situaciones que se deserrollan en ella. El resto de comentaristas la entendió como un apología al campo (?).
En fin, yo nací en Duitama, Boyacá, una población que actualmente cuenta con 100 mil habitantes. Viví en una vereda de Tibasosa y la verdad que nada más tedioso que el parsimonioso paso del tiempo en el campo. Soy un adicto a la ciudad, después de tres días de vacaciones en mi casa paterna ya me desespera la quietud. Siempre está la opción de salir a pasear, pero a veces cuando no hay plata, la hibernación obligada me molesta. El campo es muy chévere cuando uno sea viejito y tenga pensión, cuando uno no tenga plata suficiente puede convertirse en un cementerio anticipado, tal vez una oportunidad de disfrutar las pequeñas cosas de la vida... Pero prefiero tener al alcance de una buseta una película como "Vals con Bashir" que aprenderme las rutinas de los perros de la finca.
Eureka de verdad me extrañó la reacción bucólica de los comentaristas, tanto los del blog como los de El Espectador. La idea de la columna surgió con el sufrimiento ciclístico en las lomas cercanas a Medellín, en Boquerón sobre todo. Cosas que se ocurren cuando falta el oxigeno.
Toda esa quietud me parece un medio apto para la locura. En esa vía hay algunas casas de loquitos, y por momentos las rutinas de los sanos y los corridos no me parecían muy distintas. Además, el campo es un refugio, un escondite a cielo abierto. Allá no se necesita el sótano para hacer barbaridades. Esa idea se juntó con el párrafo de Warhol que mencioné en la columna. Como que oí con un tono más lúcido lo que ya había pensado en los ahogos del último kilómetro.
Va completa la idea de Warhol que inspiró la columna. Su cuento es más completo porque de los campesinos pasa a la locura que ocultan los oficinistas, la sonriente normalidad de los suburbios.
"Cuando uno abandona la ciudad y sale al campo, siente siempre la tentación de exclamar “esta es la verdadera América”. El aire huele tan bien y toda esa tierra monótona se ve tan pacífica y uno recuerda todas las cosas maravillosas de estar lejos de la ciudad y que todo esté quieto y tranquilo, para variar.
Se topa uno con la gente que vive en el campo y piensa, “estos son los americanos de verdad”. Tienen los rostros curtidos que uno ha visto en los retratos de los pioneros, y de los primeros colonos del Oeste. Viven en casas de madera en esos pueblitos que imaginamos son la espina dorsal de América. Y hacen trabajos “reales”: son mecánicos, médicos rurales, bomberos, plomeros. Y los granjeros viven y trabajan en granjas que son como las de las películas, con pastizales ondulantes y graneros rojos y silos plateados y ganado que pace. Y uno siente que sus vidas de alguna manera son más importantes y profundas que la de uno, y que uno se está perdiendo de algo verdaderamente importante al vivir en la ciudad.
Después, si uno se queda un rato más, se da cuenta de otras cosas. Quizás uno de los campesinos que uno conoce es un viejo cuyos hijos ya crecieron y se fueron y la esposa murió hace tiempo, de manera que han pasado muchos años viviendo en medio de la nada, completamente apartados de todo. Empiezan a parecerse a los que no tienen hogar en las ciudades, porque ven muy poco a los demás y empiezan a volverse un poco chiflados. Cuando lo conocen a uno mejor y uno empieza a caerles bien, le cuentan algunas de las ideas que no han logrado verbalizar en años, y entre más los oye uno más se da cuenta de que esa persona está realmente loca. Sus pensamientos se han estado estrellando unos contra otros por ausencia de opiniones exteriores, y sus fantasías, así como lo que piensan del mundo exterior, se han vuelto chifladas, tan chifladas como las de los vagabundos que se ven por las calles de cualquier ciudad, que hablan solos y gritan sin ninguna razón.
Exactamente lo mismo sucede si uno va a los suburbios. Por todos lados se ven las casas, los antejardines verdes con rociadores, los aparatos infantiles en los patios de atrás, los niños que van al colegio en bicicleta, el cartero que se acerca con una sonrisa, una mujer que descarga las bolsas de comestibles de su camioneta, y uno no puede menos que pensar, “esta es la América de verdad” (...).
Pero después le cuentan los detalles. Uno descubre que el hombre gentil que siempre tenía goma de mascar para regalar se desquició y mató a su esposa, que el ministro de la iglesia a la cual uno asistió de niño es un borracho y ha estrellado tres carros con pérdida total. Uno descubre que los padres de tu mejor amigo, que siempre fueron maravillosos, se están divorciando, que la mujer de la cual uno siempre pensó que era el ama de casa más común y corriente huyó a Canadá con otro hombre. Uno descubre que la niña que a uno le gustaba en la escuela elemental es una fanática religiosa que vive en la India con la cabeza calva.
(...) Nadie en América vive una vida común y corriente. Y la América de verdad es ese lugar de Estados Unidos donde uno tiene que estar cuando empieza a cuestionar el tema."
Muy curioso eso, de pronto mi vecina que esta muy buena y parece muy juiciosa en realidad es la mas perra de todo Medellin y el unico que no sabe soy yo.
Cuando yo estaba chiquito habia un vecino raro, nosotros jugabamos futbol por la tarde y el señor salia rengueando y con la cara como de emproblemado, decian que era un alcoholico que vivia solo, seguramente que si vuelvo a esa cuadra ese señor es un hombre ejemplar y trabaja en el piso directivo de bancolombia (sobretodo)
JDV el campo parcero es para descansar no pa comerse y fumarse todo lo que encuentra a su paso!!!
Coja Juicio!!
Sí, home. Muy románticos y todo, pero cuando hablan del campo (es mi caso), de una se me viene a la cabeza el sueño alimentado desde la infancia.
No es que me le escape al sentido del texto, por el contrario, el campo y su soledad chutan a la demencia.
Sin embargo, Pascual, dejanos un espacio para la gracia de la manguita y la madera, antes de que nos metamos con los sicópatas que se nutren de bosque.
También hay que volársele a este desorden mental del concreto.
Yo estoy seguro que un campirano se pone a hablar con Warhol y de una se las canta: "Vos si estás más loco que yo, guevón".
Midnight, ¿Cuál es el blog?
Hombre Neron, gracias por tu interés. A mi humilde blog se entra haciendo click en Midnight meeting. La página solita te lleva. No tiene muchas entradas pero lo quiero hacer bien musical. Gracias de nuevo.
Midnight, pasé por el blog, oí lo que hay en la última entrada, está muy bacano.
Está sabrosa esa platea, mucha investigación.
Yo también me doy el pantallazo y los invito a que se pasen por mi rinconcito, aunque es de otro toque.
Luego me comentan como les parece la vaina.
lastablasdelacama.blogspot.com
En los últimos tiempos este blog ha tenido sus devaneos ciclísticos. Aprovecho para un aniversario que no quisiera dejar pasar desapercibido. Los veinticinco años del triunfo de Lucho Herrera en Alpe d'Huez. Se cumplieron el 16 de julio pasado. Van dos parrafitos de recuerdos y en enlace de You tube.
La llegada de Luis Herrera como ganador en Alpe D’huez hace 25 años fue el primer gran triunfo deportivo que disfrutó una amplia generación de colombianos. El fútbol todavía no había entregado grandes hazañas, Happy Lora aún no era campeón y Pambelé era un recuerdo de otros tiempos. El golf y el automovilismo eran dos ilustres desconocidos y los entrenadores búlgaros no nos habían dicho que cosa era la halterofilia.
Así que el número 141 de Herrera en el Tour del 84 y esa extraña bandera de Colombia patrocinada por Pilas Varta, es para muchos la enseña de que las victorias eran posibles. Unos meses antes del triunfo de Lucho sobre Fignon en esa cumbre que los franceses todavía no habían coronado primeros, Martín Ramírez había calentado el ambiente con su camisa amarilla en la Dauphine Liberé. Era tanta la novedad de un triunfo en Europa que el gobierno de Belisario Betancur y la Guerrilla del M-19 sacaron decreto y comunicado para abrazar a los ciclistas.
La copla del Eme decía que la cicla antes que llevarlos a las cumbres fue herramienta de trabajo, los llamaba hijos del pueblo y terminaba con un juego fácil: “porque han subido mucho…y desde bien abajo”. El gobierno declaró al ciclismo práctica deportiva de especial significación para el país y se comprometió a estimular su difusión. Cómo se ve de ingenua esa Colombia de hace 25 años, tan inocente y sencilla como el adolescente francés que persiguió a Lucho durante un tramo de la cuesta.
Alpe d’huez 1984
Grande Lucho!!! cuando los caballitos aún eran de acero y no de fibra de carbono o de fibra de vidrio!!! cuando aún la única sustancia de dopaje era la aguapanela!!! cuando el ciclismo nos dio una identidad como país y nos unió como sociedad, más allá que un volcán o una toma guerrillera!!!
No MIDNIGHT, el jardinerito yo creo que tiraba puro aluminio, sino es que era una aleacion rara tambien. No se si eso le quite valor a su gesta, pero la bicicleta de Lucho debia valer una platica.
Hay dos puntos de quiebre en la historia del glorioso ciclismo colombiano.
-La rueda lenticular:Nuestros pedalistas las empezaron a usar en 1985, ya en 1986 Pablo Wilches la utilizaba en la vuelta a Colombia.
-Las gafas "bacanas". Fue muy raro ver a Lucho en su primera etapa con esas gafas de europeo.
Pascul, andabas por El Boquerón en tu caballito de acero como una forma de celebrar los 25 años de la proeza de Lucho??
espero que la reacción bucólica de los comentaristas no se deba a que la comprensión de lectura de una columna se sesga por los títulos de las mismas...
La dinastia Wilches, la dinastia Parra. "usted es un Wilches mijo".
Algo asi como la dinastia Gaviria en el columnismo.
Pascual el parrafo que escribis sobre Lucho Herrera lo sacaste del libro "1500 domingos de Ramon Fernando Pinilla" ?
Juka, el párrafo lo escribí para una columna corta que leo los sábados en Caracol radio. El dato de los comunicados del gobierno e Belisario y del M-19 lo saqué de un libro publicado por Norma en el 2004, se llama Reyes de las montañas y lo escribió Matt Randell, un cronista deportivo inglés. Tiene buenas historias del ciclismo colombiano aunque por momentos no se resiste a mezclar violencia y ciclismo con ideas y argumentos un poco forzados.
Publicar un comentario