viernes, 15 de octubre de 2010
Crimen y castigo
Aquí va uno de los textos que resultó premiado. Apareció en el número 10 de Universo Centro.
Thanatos es el nombre de la personificación griega de la muerte no violenta, un nombre perfecto para una funeraria y sus enterradores de finos modales, cuervos de corbata y urracas de sastre y flor blanca. O para un grupo de Death Metal y sus alaridos del más acá. En cambio no parece muy apropiado para una patrulla militar. La referencia mortuoria puede generar escalofríos en los civiles. Pero un destacamento de las Fuerzas Especiales Antiterroristas Urbanas y Rurales adscrito a la IV Brigada decidió adoptar el nombrecito. Al fin de cuentas el sigilo y la mano imperceptible son características de la figura griega que los antiterroristas retoman en su bandera: “Livianos y Sorpresivos”.
Según la bitácora del Destacamento Thanatos sus nueve hombres llegaron al sector de El Pingüino en la vía a Santa Helena, en cercanías del Barrio La Sierra, el viernes 3 de junio de 2005 con la intención de cerrar un corredor de milicias y bandas armadas. El sábado 4 antes de caer la tarde se toparon con 4 sospechosos: “lanzaron la proclama de alto” y recibieron una respuesta de plomo. El combate no duró más de 15 minutos y dejó muerto a un joven N.N. entre 25 y 30 años. Un capítulo más de La Sierra.
Desde los tanques de tratamiento de EPM cercanos a la zona los empleados miraban con tranquila curiosidad. El movimiento les pareció más el atraco de un furgón de lata que un combate entre milicianos de las FARC y una patrulla del ejército. Los detectives del CTI llegaron para el levantamiento de rutina. Desde los tanques se advertía el flashaso sobre el cadáver boca abajo. Un disparo con orificio de salida en la cabeza, uno en el pliegue del cuello y otro el pecho. 180 casquillos de fusil al lado de los militares y tres vainillas de changón en la supuesta orilla de los malosos. No había mucho más que buscar. La casualidad hizo que la linterna de un detective encontrara una marquilla Puma desgarrada del cuello de la camiseta del occiso. “Qué recogió ahí”, dijo uno de los militares. “Nada”, respondió el tira.
Luego de la mala noche del viernes 4 de junio un hermano de Diego Alfonso Ortiz decidió pasar por la morgue para aliviar los malos presentimientos. Le dijeron que sólo había 2 cuerpos registrados como N.N.: un hombre de 55 años aproximadamente y un joven de 25 a 30 años muerto en combate en el barrio La Sierra. El hermano se devolvió tranquilo para la casa. Las señas del uno y las circunstancias de la muerte del otro no cuadraban con el oficio y los recorridos de Diego Alfonso.
La asistente del juez lee el expediente como si fuera un salmo interminable, sin énfasis, sin prisa, con un tono monocorde que adormece a las barras. Los protagonistas de la audiencia están encerrados en un salón estrecho con una larga ventana lateral que da al pasillo de entrada a los ascensores. Las novias y las hermanas de los soldados, arregladas como si estuvieran en una ceremonia de ascenso, se apoyan sobre el muro que mira el salón del juzgado y consuelan a sus hombres con los ojos. Les escriben notas con corazones, les entregan chicles para apaciguar el tedio. El aire de alumnos aburridos de la escuadra militar me recordó a los protagonistas de la famosa A sangre fría de Truman Capote: “…tanto Smith como Hickock afectaron en la audiencia una actitud a la vez indiferente y falta de interés: mascaban chicle y golpeaban el suelo con lánguida impaciencia.”
En el otro extremo de la ventana está la familia de Diego Alfonso Ortiz. Se arrullan con los argumentos del juez mientras intentan descifrar a los hombres de camuflado: buscan sus apellidos en el uniforme, miran sus manos, se concentran en un águila tatuada en el dorso de la mano de uno de ellos, en una cicatriz en el cuello, en los ojos que retan o huyen. “Aquel más joven parece mirar con desconfianza a sus compañeros, el otro del extremo parece querer decir algo, habrá entre ellos algunos inocentes…”
La fiscal está convencida de que los militares mataron a Diego Alfonso Ortiz en estado de indefensión. Los trabajadores de los tanques contradicen el relato según el cual los militares llevaban dos días en la zona del supuesto combate. La desproporción entre el poder de fuego de los militares y los milicianos imaginarios es otro de sus argumentos para hablar de un montaje que intenta disfrazar un homicidio. La posición del cuerpo no la convence: luego de tres impactos de fusil no es normal que el cadáver haya quedado de cara al suelo. Además los militares han caído en pequeños desacuerdos en sus testimonios. La defensa alega que el supuesto vendedor de varitas de incienso y bolsas de basura era en realidad un peligroso delincuente. Saca a relucir los problemas de Diego Alfonso Ortiz con las drogas y su visita a un juzgado por violencia intrafamiliar.
La familia del supuesto miliciano decide asumir las tareas de detectivismo. Recogen firmas de habitantes del barrio La América y sus alrededores que declaran haber conocido al muchacho como un vendedor de bolsas de basura y varitas de incienso. Reconstruyen el sábado 4 de junio con el celo de los relojeros. Un busero, compañero de trabajo de un hermano de Diego Alfonso, asegura haberlo dejado en la calle 35 con la carrera 88 hacia la 1:00 P.M. Colgado de la puerta le dijo que iba a ver el partido de la selección Colombia contra Perú con un amigo y que ya las ventas estaban cerradas. Su amigo vio solo el 4-0 de Colombia frente a los Incas. El señor de una tienda cercana también declaró haberlo visto al medio día de ese sábado al tiempo que confirmó la conversación sobre el juego de la tarde. También hicieron el papel de peritos químicos. La defensa aseguró que los rastros de Plomo, Bario y Antimonio en la mano derecha del joven Ortiz demostraban que había disparado el changón contra los militares, su hermana logró certificar que las trazas eran de Sándalos y otros aromas traídos desde Bombay y Bangalore hasta El hueco.
El remordimiento de un testigo de oídas terminó de construir la certeza del juez 21 Penal del Circuito de Medellín. La historia la contó Mauricio Vallejo, un prestamista gota a gota y vendedor de ropa en La América, entre víctima y amigo de algunos miembros de la banda Los Cucas dedicada a las extorsiones, los atracos y la plaza con todos los juguetes en el sector. En medio de una farra de tienda dos pillos de la banda le contaron la vuelta: “Mataron ese hijueputa, apareció como un guerrillero y le pusieron un changón esos hijueputas”. Todo empezó con el decomiso de un fusil a la banda de los Cucas. Luego de algunas idas y venidas se llegó a un “pacto de caballeros”: los soldados devolvían el fusil y los pillos les entregaban unos pesos y un “positivo”. Diego Alfonso Ortiz, con sus revoloteos de vendedor, sus problemas de drogadicción y su nula pleitesía a los mandones, resultó ser el personaje perfecto para el cruce. Lo subieron con engaños a un Mazda Coupe blanco en cercanía del parque del ajedrez, lo entregaron a los soldados y luego de 4 horas que son un misterio y una tortura para la imaginación, el pelao apareció con tres tiros propios y una gorra y un changón ajenos. Luego de tres años del homicidio, cansado de ver la cara de los 2 hijos de Diego Alfonso Ortiz, Mauricio Vallejo decidió declarar y entró al programa de protección de testigos.
La marquilla Puma fue la cereza para adornar la sentencia a 26 años de cárcel por homicidio agravado para cada uno de los militares del destacamento Thanatos. Muy poco sutiles para semejante nombre. El hecho de estar desprendida de la camisa, intacta, sin rastros de sangre, demostró que hubo un forcejeo previo a la ejecución. Era el momento para que la sentencia exhibiera el estilo solemne de los tratadistas: “El culpable ignora, por lo general, la existencia de estos testigos mudos, o los considera de ninguna importancia; además no puede alejarlos de sí o desviarlos; los mismos clavos de la suela de sus zapatos señalan su paso por el lugar del delito y el botón caído en el mismo sitio suministra un indicio vehemente”. Al final un mamarracho tranquilizador encima de palabras que suenan como un justo golpe del martillo: “notifíquese y cúmplase”.
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12 comentarios:
Aquí están los enlaces de los otros textos sobre el proceso penal por el asesinato de Diego Alfonso Ortiz. Proceso pendiente y Sentencia condenatoria fueron los otros dos presentados al premio.
Un proceso
Proceso pendiente
Sentencia condenatoria
Muy impresionante. Felicitaciones por el premio.
Una mas sobre "falsos positivos".
Inventario de bajitas
Nada como ponerle un rostro a las víctimas, no? Eso lo puede hacer a uno estremecerse internamente.
Estuve releyendo las entradas, me acordaba muy bien del tema, sobre todo por lo sorpresivo que es el hecho de, una semana cualquiera, encontrar una columna relacionada con otra anterior y mostrara la evolución de una historia que se desarrollaba sin mayor atención de la prensa.
Creo que no escribí ningún comentario en las entradas, pero si me gustó mucho el hecho de imponerse como tarea hacer un seguimiento a un asunto tan serio. Tal vez porque es la antonímia de lo que suele ocurrir en la prensa, generalmente toman un tema y lo exprimen hasta más no poder, por ejemplo recuerdo un año en que durante un par de meses todo tipo de violencia contra los niños era cubierta como si no ocurriera antes, cada caso exacerbaba la indignación.... pero del mismo modo en que entró el tema, luego desaparecio de los titulares, y estoy seguro de que el fenómeno en sí no ha acabado, pero, por ahora, nadie se ha acordado de llevarlo a los titulares nuevamente. Una vez exprimido el tema, cambian a otro, puede ser el mundial, unos mineros atrapados en las entrañas de la tierra o el retorno de Uribe al país...
Felicitaciones otra vez.
Da miedo vivir en este país traumatico, como de veteranos de querra de Vietnan.
Se refugia uno como en un festival de cine, que los integra a todos. o sino preguntenle a Ford Coppola.
Luego hay que copiar la moda, lo unico que se copia, e imitar a un buen amigo, como la nueva Maruja de Tola, imitando a la primera. Todo está traumatico menos en el humor, pero hemos estado al punto de justificarlo todo con las ordenes monarquicas, que el mismo Alvaro Mutis se esconde, para no saber nada de estos ultimos años, tan traumaticos, dificil tremendo de soportar, y andar libre como Pascual Gaviria y el cronista de la ciudad. Qure venga el buen vino que ha salvado a la humanidad de occidente de morir por sus intentos fallidos del orden establecido, y entonces quedó Peru de maravilla.
Vaya el homenaje, una elegia de Hilario para Pascual, y a proposito como van las andanzas quijotescas con Lope de vega integrado por las callecitas de Medellín?
Este excelente texto, el homo sacer, es como Tu amor es un periódico de ayer.
Felicidades Pascual
Este sí es el Pascual que conocía.
De nuevo felicidades excelente trabajo.
Felicitaciones...Aunque queda uno con una sensación de desesperanza, apenas matizada por el hecho de que, a veces, la justicia funcion, incluso para un vendedor de velitas de incienso....
Hace unos días llegó a mi casa un paquete con el tamaño suficiente para tener una sorpresa adentro. Resultó ser el repetido e inútil juego de asado. Tres cuchillos, unas pinzas, un tenedor, un cepillo para raspar la parrilla.
La sorpresa apareció con la carta firmada por el Comandante General de las Fuerzas Militares de Colombia, el Almirante Edgar Augusto Cely Nuñez.
La carta de felicitación por el Premio Simón Bolívar tiene frases de este calibre: "Quiero que las Fuerzas Militares de Colombia aplauden la decisión adoptada por el jurado calificador y valoran en toda magnitud el profesionalismo que usted demostró en la publicación del trabajo que el hizo merecedor a tan importante distinción, la cual quedará grabada en letras doradas en los anales del periodismo colombiano."
La grandilocuencia raya con muy de cerca con el humor, y teniendo en cuenta el tema de los artículos premiados, con el humor negro.
Pascual aterrador el relato...muchas felicitaciones por el premio. Y la carta del Almirante me imagino que de enmarcar. Saludos.
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