martes, 3 de mayo de 2011

Centros de acogida




La publicación en 1948 de Una mujer de cuatro en conducta causó revuelos literarios y sociales en Medellín. La novela relata el azaroso recorrido de una campesina en las calles de una ciudad presuntuosa y arribista. Casi nadie resulta bien librado en medio de esa sociedad de patronas avaras en las casas, supervisores lascivos en las fábricas, maestras tiranas en las escuelas tutelares. El capitalismo incipiente y la crisis de 1930 -fecha de inicio de la historia- corrompen los vínculos sociales y la moral que ha dejado el catecismo.
Helena Restrepo baja hasta Medellín arrastrada por las urgencias económicas. Los silleteros todavía no son una estampa regional y el cultivo de las flores en su vereda es un oficio de hambre. Como sirvienta tiene problemas por sus fantasías con el hijo de sus patrones. En la fábrica de tejidos recibe sus 50 centavos diarios y se entera de que las exigencias de su jefe van un poco más allá del manejo del telar. El embarazo, el acoso permanente y el fastidio que le provocan las manos de los supervisores la llevan de nuevo a la calle. Era justo que la fábula de una ciudad que muestra sus dientes frente a una campesina cándida, terminara en la mendicidad y la prostitución. Medellín ha convertido a Helena Restrepo en Doris de la Fontaine. Unos alardean con sus casas y otras con sus nombres.
Han pasado ocho décadas desde que Helena cambió la miseria de las montañas por la desgracia del valle. Ahora el 75% de los colombianos vive en las ciudades. El campo sigue entregando salarios que invitan a tomar el riesgo de coger la flota. Un reciente estudio dice que 9 de cada 10 trabajadores rurales ganan menos de un salario mínimo. De otro lado, la ciudad se ha hecho menos misteriosa, ha perdido algo de sus aires siniestros y ofrece a gritos la opción de los sandresitos y otros huecos. Rebuscar es un verbo que se conjuga con facilidad en las capitales. No es raro que el remolino de la informalidad en Bogotá absorba cada vez con más fuerza a los varados de las ciudades intermedias y los pueblos vecinos.
Hace poco me enteré de la historia de tres jóvenes recién llegadas desde Urrao a vivir a Medellín. Su caso no es el de los 30.000 desplazados que aterrizan cada año en la ciudad. Para ellas Medellín es un sitio para encontrar oportunidades de trabajo y estudio, y para ampliar la oferta de posibles partidos. En el pueblo no había mucho de donde escoger. Por supuesto que ya no son las campesinas inocentes que dejan sus flores para encontrar las espinas en la ciudad. Bailan reguetón como las citadinas, hablan su misma jerga e incluso se visten muy parecido. Saben lo que se pueden encontrar, no están forzadas, añoran la ciudad.
Sin embargo, lo normal es que reciban tratos similares a los que sufrió Helena Restrepo en sus años de obrera en Coltejer. Dos de estas jóvenes llegadas desde el occidente de Antioquia consiguieron trabajo como vendedoras y muy pronto fueron contempladas por sus jefes con regalos y promesas. Unos días después, cuando se negaron a entregar su promesa, fueron despedidas. Han cambiado las maneras de los jefes, han cambiado las mujeres que llegan del campo, han cambiado las ciudades antes misteriosas. Pero en las oficinas y las fábricas, de puertas para adentro, todavía se conservan terribles obligaciones para los recién llegados.

7 comentarios:

Pascual Gaviria dijo...

Los datos de Medellín cómo vamos sobre los recién llegados.

Presión migratoria Medellín

Pascual Gaviria dijo...

Un dato tremendo sobre Medellín:

"Una ciudad que multiplicó su población en 6.2 veces con la llegada de migrantes en los últimos 50 años."

Una columna de Alejandro Gaviria sobre el tema del rebusque en Bogotá.


Bogotá paradójica

Pascual Gaviria dijo...

Dos visiones criollas sobre la caída de Osama.


Osama sigue vivo


Vallenato Osama Ben Laden

Pascual Gaviria dijo...

Una columna de hace unos meses sobre el cadaver de Jojoy.

Cadáver exquisito

Pascual Gaviria dijo...

Un artículo de Augusto Escobar Mesa sobre Una mujer de cuatro en conducta comienza con las reacciones de algunos escritores de la época y una aclaración del autor:

"Si para Manuel Mejía Vallejo Una mujer de cuatro en conducta de Jaime Sanín Echeverri es el primer intento serio de novelar la ciudad, para Abel Naranjo Villegas es una novela de envergadura4 que tuvo una amplia recepción en el país5. Mientras Javier Arango Ferrer la considera la novela de Medellín por excelencia y una de las más importantes de su género que con un mínimo de materia narrada logra el máximo de expresión6, Otto Morales Benítez la reconoce como una obra valiosa porque muestra de cerca las pasiones, sentimientos, luchas y agonías que atenazan la vida de los hombres de provincia, los transciende para dejar entrever lo que ellos tienen de universal.
En una carta de respuesta a los comentarios hechos por Baldomero Sanín Cano a la novela, Sanín Echeverri afirma en un aparte: “todo ha sido escrito de buena fe, y que, aunque produzca escándalo, forman paralelos con la realidad cada uno de los lingotes que allí se estampan... esto se predica de una sociedad reputada de cristiana... absorbida por el capitalismo... en la que la justicia no es una virtud a la moda”.

Nerön Navarrete dijo...

Me parece que la columna es excelente para pensar también en las migraciones rurales respecto a los indígenas: calles abarrotadas de emberas, que se vienen desde el suroeste antioqueño y desde la selva chocoana para hacer parte de una mafia que les ofrece habitación y una comida al día por salir a mendigar.
Muy grave eso porque al parecer son pocas las acciones estatales en este asunto, y más fácil le meten mano a los ilegales asiáticos que al propio cáncer de sus pueblos.

Juan Carlos dijo...

Para matizar un poco los panegíricos acumulados por Augusto Escobar Mesa en torno a Una mujer de 4 en conducta, conviene tener en cuenta esta opinión del jupiterino profesor Juan Guillermo Gómez:

“La mujer Helena, elogiada por su predisposición innata a la maternidad por Sanín Echeverri, parece encontrar su correlato iconográfico en la obra de Pedro Nel Gómez. Esas caderas potentes, los senos turgentes de la matrona maicera, captada por el lente de un Renacimiento pasado por el muralismo mexicano (basta ver la “Barequera áurea” o “Maternidad”), es, justamente, la imagen prototípica de la mujer, la familia y la sociedad en la que se resume la regresión fascistoide disfrazada de ortodoxia católica, hispánica y conservadora de Sanín Echeverri. La exaltación a la maternidad en este marco de transición masiva de campesinos a la ciudad es una de las más pintorescas —por no decir infames— prédicas ideológicas del conservadurismo ortodoxo, sólo comparable hoy día con la resistencia de la iglesia católica al uso de preservativos en las relaciones sexuales, que es una invitación al suicidio colectivo o a prácticas onanistas a favor de la industria pornográfica.”

El extracto es de un artículo sobre el tema de la masificación de Medellín en tres escritores antioqueños: Tomás Carrasquilla, Fernando González y Jaime Sanín Echeverri. A quien le interese, se puede leer aquí:

http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=55703616