Algo se firmará en La Habana. Parece
que al fin han coincidido las necesidades de las Farc y las de un gobierno.
También hay cierta simetría entre las debilidades de unos y otros. Ahora casi
todo el mundo da por descontado que habrá ceremonia de intercambio de
pergaminos entre Santos y Timochenko. Así lo creen personajes tan distintos
como Claudia López y Marta Lucía Ramírez, como Pacho Santos y Alfredo Molano,
como Roberto Pombo y Fidel Cano. En los últimos días el escepticismo sobre la
posibilidad de un acuerdo ha dado un giro hacia el escepticismo sobre el tamaño
de las bondades que pueda traer un documento firmado entre gobierno y Farc. La
paz prometida ha sido el tema más importante de la política electoral y de la
política a secas en los últimos años; hoy en día, luego de 4 meses de
negociación, corre el riesgo de convertirse en un asunto menor, una especie de
simbolismo que no dejaría mejoras sustanciales en seguridad.
Las zonas donde las Farc ejercen
su poder actual coinciden exactamente con los territorios donde ha sido
imposible disminuir las hectáreas de coca y otros cultivos ilícitos. A estas
alturas parece claro que un acuerdo con la guerrilla dejará intacto -por
desobediencia, por venta de franquicias, por simple ambición mafiosa- el poder
que durante años ha tenido la guerrilla en el negocio de la coca. Cambiarán
algunas siglas, algunos alias y no mucho más. Desde ya se habla de la venta
temprana de la “tecnología” y las rutas a los mexicanos que al parecer están
aburridos con los intermediarios. De modo que es lógico que el ala más guerrera
de las Farc siga en sus “vueltas” por simple inercia. Entraron al más rentable
y más sórdido de los capitalismos y le dejaron los discursos y los acuerdos a
sus compañeros más amigos de la cháchara.
Antiguos procesos nos han
demostrado, además, que solo hacen falta unos pocos disidentes de la paz para
armar un nuevo y más macabro aparato de guerra. No solo pasó con el proceso
reciente de Ralito y sus herencias de bandas tan poderosas como dispersas.
También el proceso del M-19 dejó grandes alumnos en el sicariato en las
ciudades; y el dulce acróstico de Esperanza, Paz y Libertad elegido por el EPL
entregó toda una camada de jefes paras en Urabá. Un grado justo de pesimismo
sobre lo que vendrá luego de un acuerdo en La Habana es necesario para tener
claro qué es posible negociar.
Y si las Farc pueden resultar
siendo irrelevantes para nuestros más dramáticos indicadores de violencia pues
con mayor razón lo serán en la política. No representan a nadie más allá de su
círculo amplio de poder criminal: proveedores, protegidos, socios y milicianos.
Quizá algunos ideólogos radicales se sumen luego del entusiasmo de los
comerciales de televisión con banderas y palomas. Sus propuestas tampoco
significan una sola idea progresista. Casi que no significan una sola idea.
Están pensadas desde el hemisferio cerebral de los políticos más avaros y
desconfiados: solo quieren un terreno abonado que les ayude a garantizar un
poder político inexistente. Las Farc solo saben convencer con un cerco impuesto
y regentado por ellos, de ahí su
propuesta cerrada de reservas campesinas. El más importante de sus planes hasta
el momento. El entusiasmo de Márquez y Santos no puede ser el de todos, de lo
contrario vendrá desde La Habana un buque cargado de…
5 comentarios:
Pascual:
Está bien poner sobre la mesa el tema de la división al interior de las Farc. El entusiasmo puede ocultar que quizás Iván el harlista, Tanja la holandesa y Rodrigo el Canciller no representan a nadie en su organización. Y que mientras leen discursos grandilocuentes desde la inmensa cárcel de los Castro, la “guerrillerada” -como dice tiernamente Tanja- sigue en lo suyo, “hasta la victoria siempre”.
"Parece que al fin han coincidido las necesidades de las Farc y las de un gobierno." Parece que ese es el punto: las partes son las FARC y el gobierno, no las farc y la sociedad colombiana, que será la víctima de los tales acuerdo, surgidos los cuales surgirá inmediatamente las farc de las farc, para integrar las cuales ya hay miles de gentes dispuestas, porque fueron víctimas de ellas, porque no pasarán por el socialismo albanés, o porque sí.
Copio el comentario de Eureka en la entrada anterior para intentar una respuesta:
Eureka
"Desde hace unos 7 años para acá pienso y digo que los colegios públicos son como lugares donde los papás mandan a los hijos durante el tiempo que van a trabajar. Poco importa que aprenden o que habilidades sociales desarrollan, so lamenten se desencantan de ellos un rato. Los docentes tienden a convertirse en carceleros cuidadores de jóvenes que algunas veces tienen más poder que los mismos profesores.
De la propuesta del final, de juntar algo de plata para cuando acaben el estudio, me preocupa una consecuencia inesperada, el incentivo que se genera para finalizar los periodos lectivos pueden derivar en amenaza a los docentes para que los dejen terminar tranquilos, sin exigir mucho".
Con respecto a lo primero hay una práctica que en Brasil ha sido exitosa. La presencia creciente de los padres de familia en la escogencia y vigilancia de rectores y maestros. Es cierto que la tiranía de los padres de familia puede ser peligrosa en cualquier ámbito, pero también es cierto que se ha demostrado que hay mejores resultados donde los padres son más cercanos a los colegios para fiscalizar y exigir.
Respecto a lo segundo. Creo que la gran queja de los profesores hoy tiene que ver con la promoción automática, es decir con la imposibilidad de que los estudiantes pierdan el año. Eso ha llevado a un relajamiento por parte de alumnos y profesores. No creo que la plata prometida empeorara las cosas. Se podría aprovechar para subir un poco el listón con el incentivo en frente.
Pascual interesante lo de Brasil, me gustaría que la dinámica que uno percibe al visitar los colegios públicos cambiara.
De acuerdo también con lo del incentivo, eso sirve para que la gente se esfuerza más. Entiendo que lo de la promoción automática se cayó hace rato ver acá y acá.
Me preocupa es que el botín de salida de la secundaria, muy bueno para incentivar a los jóvenes estudiantes, pero también a los aprendices de malandrines que así estén en las calles o en las aulas, se frotan las manos con oportunidades de dinero.
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