Durante
su discurso de posesión el presidente Gabriel Boric saludó a los chilenos en
español, mapuche, rapanui y aymara. Se trató de un gesto simbólico de parte de
un Estado al que se acusa de arrastrar un desconocimiento histórico a sus más de
dos millones de habitantes indígenas. A diferencia de muchos países
latinoamericanos, la constitución chilena es muda respecto la entidad especial
de sus pueblos indígenas. La llegada de la democracia y la aprobación de algunas
leyes que han validado costumbres y prometido derechos no lograron evitar que
el conflicto en el sur del país entre el Estado y los mapuches haya crecido en los
últimos treinta años.
La
ministra del interior del nuevo gobierno, Izkia Siches, fue saludada con un
lenguaje nada simbólico en su segundo día de funciones cuando intentaba llegar
a la comunidad mapuche de Temocuicui: disparos a la comitiva y la necesidad de resguardarse
en un cercano puesto de carabineros. Una pancarta dejó claros los motivos del
hostigamiento: “Izkia Siches, mientras existan presos políticos mapuche no
habrá diálogo (…) No aceptaremos ningún soborno de un Estado asesino. Fuera
forestales latifundio. No más militarización. Resistencia Mapuche.” La ministra
Siches, medica de 37 años, intentaba un acto audaz para un Estado que no logra
siquiera entrar a esas comunidades. Al regresar a Santiago dijo que sabían que
las soluciones no serían fáciles y que seguirán intentando con sus ideas. Sus
partidarios la recibieron con aplausos en Santiago pero la realidad está seiscientos
kilómetros al sur.
El
gobierno de Boric levantó el 26 de marzo pasado el estado de excepción que
había decretado Sebastián Piñera desde octubre pasado y que el congreso había extendido
cuatro veces. La medida permitía la militarización y decretaba restricciones sobre
el derecho de reunión. Reglas heredadas de la constitución pinochetista. En la Araucanía
Boric perdió por 20 puntos en las presidenciales con su rival de derecha, José
Antonio Kast. Y más del 70% de la población estaba de acuerdo con alargar el
estado de excepción. Como argumentos se mostraban los más de mil doscientos
ataques a fuerza pública, infraestructura y empresas en la zona, sumados a los
ocho muertos en los primeros dos meses de 2022. Los narcos y el robo a las
madereras han logrado que la resistencia indígena y la delincuencia se
confundan.
El
aterrizaje forzoso fue muy rápido para el joven gobierno de Boric. El
voluntarismo y el discurso electoral son siempre una ilusión, un estribillo
frente a los problemas con una memoria de sangre y desconfianzas. La simpatía
con una causa es solo un saludo que se aprende en un idioma desconocido. Los
reproches llegaron de las voces cercanas a la ministra. El padre del joven
asesinado por ejército en 2018 que acompañaba a la ministra dijo que la visita
fue improvisada. El subsecretario del ministerio interior no estuvo de acuerdo
con que su jefa no interpusiera una denuncia penal por el ataque. Siches habló
de reivindicaciones de “presos políticos” y su subalterno dijo un día después que
las condenas a mapuches son por delitos tipificados en el código penal. El
patinaje es un deporte inevitable para los gobiernos recién inaugurados.
El
golpe de realidad cerró con la ministra con Covid al final de la primera semana
de gobierno y una revuelta en la Plaza de la Dignidad, antiguo púlpito del presidente
y sus seguidores, por la libertad de sesenta manifestantes presos sin cargos desde
2019. La llegada al poder impone inesperados lentes de aumento sobre problemas
que durante la campaña eran vistos como provocativas oportunidades.
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