Manejar el camerino es uno de los grandes retos de los directores técnicos, la interna, llaman los argentinos al cuarto del sudor, donde se sacan las verdaderas ventajas. Nombrar al capitán del equipo, señalar al que desquicia a los rivales, designar al capo que alienta la tribuna, apaciguar a los suplentes, poner a los titulares a correr tras las pelotas correctas, respetar al grupo, como dicen los deportivos. Lo que se vive en el sótano del vestuario siempre se ve en la cancha.
Petro ha fracasado de manera rotunda como DT. Una ministra, que dejó el equipo a los seis meses, se dolió de no haber podido conocer al profe. Y eso que toda la vida había jugado por la banda izquierda. Y en solo un año cambió un onceno completo de titulares del gabinete. La rotación, dicen los que saben, algo de caos y falta de cohesión dice en el Congreso, la opinión pública y el estadio de Nariño.
Pero los técnicos tienen nómina amplia y pueden cambiar de esquema y equipo, ponerse a la defensiva, reventarla en X de punta y pa arriba y jugar para las barras bravas. Incluso pueden soñar con la Champions League sin haber clasificado a La Libertadores. El lío es cuando la interna empieza a calentar al club y crear desconfianza en la tribuna. Cuando cada titular de cartera juega un partido propio y el DT intenta atacar sin tener la pelota. Cuando el profe cree que se puede ganar en la rueda de prensa, rabiando contra las preguntas y las críticas. Y alentando el bombo más que entrenando. La verdad en los últimos cotejos en la Plaza de Nariño la cosa no ha estado del todo bien, han llegado más los abonados del gobierno que la hinchada espontánea que lo puso en el banquillo. La tabla de posiciones de las encuestas lo deja claro, no habrá descenso, pero tampoco será fácil estar entre los ocho.
Lo más grave de la interna han sido los ruidos. Todos los grandes tropeles que ha sufrido el equipo han salido de su nómina. Bien sea con los curtidos o con la cantera las cosas no han andado. Sarabia, capitana sin mucha cancha, metió al equipo en una trifulca con dos expulsados cuando el rollo era solo para amarilla. Benedetti, que ha jugado en todos los equipos y conoce los alargues y los penales, también dejó su huella contra el once del gobierno. Pechó al DT y tiró la primera roca. Asotó la puerta y los guayos y se fue a la B de bunker. Luego vino el hijo de Gustavo Francisco, eso de poner a la familia está proscrito desde ‘El Chiqui’, pero el DT ni lo crió ni lo entendió. El hermano del profe también tuvo dos o tres fueras de lugar.
Bolívar, hombre que pega en mitad de cancha, no muy técnico la verdad, también ha dejado ver los problemas de camerino. Y Francia, la asistente, no habla mucho con su jefe, tienen esquemas distintos y cada vez se ven menos en los entrenamientos.
Y ahora, en la última de Cambio, ha salido una líder de la barra blanda ha poner en duda la posibilidad de dirigir del jefe del equipo. Cuando desde la platea la gente comienza a chiflar, cosa que solo se ve en las peores campañas del club, es porque el partido está cancha arriba. Mientras tanto el DT Gustavo y su barra brava culpan a los rivales, a la hinchada contraria y a los medios que cubren el cotejo. Nos gritan demasiado, dicen, no aprecian nuestra táctica, solo nos miden por los puntos. El problema es que no está fácil “expandir las estrellas” en la vitrina del palacio.
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