La cofradía de la última
banca se arma con una extraña facilidad, se oyen los gritos que anuncian la
partida de la flota y los tres condiscípulos ya celebran sus burlas al chofer todavía ausente y arman sus
quejas por el calor insoportable. La ventanilla derecha le corresponde a un
joven vestido de negro, armado de una guitarra y un tono docto que cede
fácilmente hasta convertirse en ingenuidad adolescente. En el camino sabré que
es estudiante de cuarto semestre de medicina. En la mitad va un muchacho zarco,
con las manos vacías y la felicidad de haber dejado atrás la preocupación de
los exámenes parciales. En la ventanilla izquierda está el director de la
banda, un joven aindiado, con el pelo corto y un pequeño bolso, que no resiste el
silencio: un impulso que lo obliga a comentar el paisaje de cada curva y los
incidentes menores del camino. En voz baja, durante el único momento en el que
adoptó un tono grave, ha dicho que lleva ocho años en el ejército.
A pesar de que todos los
pueblos del camino están de fiesta y las reinas hacen retén con una sonrisa y una
alcancía en la mano, los contertulios se dedican a analizar la actualidad
nacional. Durante las cinco horas de viaje el radio no entrega un solo consuelo,
de modo que toda la camioneta oye en silencio el cotorreo de la última banca,
sus sentencias, su extraña contabilidad, los datos chuecos que confirman la
maldad nacional.
El salario de los
Congresistas sirve como tema para la primera sesión del parlamento de la banca
de atrás. El soldado habla de los cientos de millones de pesos que se pagan
cada mes a esos “viejos abotagados”. Uno de los estudiantes dice que hace poco
vio que en algunas ciudades ponen vallas para lanzarles tomates a los
políticos. “Toda la cosecha del Huila no alcanza para lo que se merecen, mano”,
dice el soldado mientras recibe las risas de aprobación. El ex presidente Uribe
es un tema inevitable cuando un patrullero de escuadra lleva la voz cantante.
El triunvirato decide entregarle a Uribe una medalla por su reconquista de las
carreteras, pero se mencionan los nombres de sus hijos y el ex presidente
encuentra problemas: “Esos chinos no entraron al ejército, pero están a punto
de pagar el servicio en la cárcel”. Deciden que Uribe también tuvo sus manchas
y se dedican a hacer un recuento de fincas del ex presidente.
Ecopetrol surge como una
posibilidad para los tres compadres. Acabamos de pasar delante de los tanques
de un pozo y el soldado dice que quiere dejar al ejército para trabajar en la
petrolera. Hablan de los salarios y la necesidad de un padrino para encontrar
un contrato estable. Al final el ambientalista del combo logra que se deseche
la idea petrolera: “Eso desangra la tierra, eso enriquece a unos pero acaba con
el campo y los agricultores”.
Por algún camino llegaron
a La Habana. No aparece la rabia ni la tristeza de las víctimas, solo la
desconfianza. “Apenas dizque se pusieron de acuerdo para entregarles unas
tierras, eso arreglan entre ellos…” Con más entusiasmo hablaron de la desidia
de los contratistas en medio de una larga fila por paso restringido.
La extensa cháchara hecha
de malentendidos e inexactitudes deja un crucigrama con los lugares comunes de
los descontentos nacionales y sus culpables. Muchas veces creemos que la
democracia depende de la discusión sesuda de algunos incisos, pero en últimas,
todo puede decidirse por el clima apropiado para los mitos populares y las
leyendas sobre los políticos y la burocracia.
1 comentario:
Excelente escrito, historias amenas de nuestra realidad antioqueña, colombia y universal.
Gracias Pascual por estas historias.
Publicar un comentario