Medellín necesita una
nueva cartografía. Un mapa que nos señale el poder esquina a esquina y nos diga
quién manda en las calles más azarosas y quién vigila en las más tranquilas. Los
especialistas en buscarle un orden a ese pequeño mundo feudal en los barrios hablan
de 350 combos y cerca de 13 mil hombres armados. Un ejército disperso lleno de
pillos altaneros y temerosos, de guerreros que son jefes en su calle y débiles
subordinados unas cuadras abajo. Los poderes de cada combo pueden cambiar con
el desorden de una fiesta de fin de semana o con un accidente en moto. Cada tanto
se agitan las fichas de algún parche y todo vuelve a comenzar.
De nuevo la ciudad habla
de un pacto para imponer reglas sobre la variada descentralización criminal que
parcela las ollas, las tiendas, las maquinitas, las obras públicas, los
presupuestos participativos, las rutas de buses. Parece increíble que la
reunión de unos cuantos hombres pueda entregar un mandato obligatorio sobre el
mundo amorfo y desobediente de los bandidos. Tenemos un crimen más organizado
de lo que creíamos. El nuevo secretario de seguridad no desmiente ni confirma
la existencia de un acuerdo y sale del tema con una sentencia vieja: “no
auspiciaremos jamás pactos con criminales”. Sin embargo, hasta julio pasado los
homicidios en la ciudad habían crecido 20% con respecto a 2012. Hoy, luego del
pacto firmado supuestamente el 14 de julio, la cifra de homicidios ya es cerca
del 17% menor a la de los primeros nueve meses del año pasado. Una vez más se
confirma que las autoridades no tienen muchas velas en el crecimiento o la
disminución de los entierros.
Don Berna fue extraditado
a los Estados Unidos hace algo más de cinco años. Luego de su desmovilización
se habló de la ‘Donbernabilidad’ y el poder “disciplinario” que ejercía el jefe
del Bloque Cacique Nutibara sobre los combos en Medellín. Su mando, respaldado
por la estructura de las AUC, hacía fácil entender el temor reverencial de los
combos. En últimas, Don Berna llevaba años peleando su supremacía barrio a
barrio. Además, era lógico que buscara un apaciguamiento para mejorar sus
condiciones de reclusión y darle legitimidad a un proceso con muchos
interrogantes. El Estado estaba observando y tenía a los jefes en la cárcel. Hace
3 años las noticias reseñaban un pacto entre Valenciano y Sebastián. Una
comisión de la iglesia y la llamada “Comisión por la Vida” avaló los
acercamientos que supuestamente solo buscaban “motivar para que la gente no se
mate”. La administración del momento miró de reojo.
El pacto actual es el más
misterioso de los últimos años. Ya no están los capos de los grandes titulares para
dar avales y meter miedo. Tampoco se habla de negociaciones con ninguna de las
instancias de gobierno y solo sabemos que se jugó un partido de fútbol entre
facciones enemigas y se dio un encuentro entre duros en Santa Fe de Antioquia. Los
Urabeños, La Oficina, Los Rastrojos serían ahora los líderes de una división
del trabajo que busca repartir roles y castigar a quienes matan por caprichos
menores. Pareciera que en el mundo criminal no se necesita un gran prontuario
para tener don de mando. Mientras tanto, el Estado y los ciudadanos miramos con
curiosidad.
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