martes, 22 de julio de 2014

Rigor mortis





Nos hemos acostumbrado a hablar de la eterna guerra colombiana, del desangre de nuestros campos, de la violencia indiscriminada en las ciudades. Gastamos las metáforas y construimos un escenario que se hace inamovible a pesar de las cifras y los hechos cambiantes. Tanto desdeñamos la realidad, un poco más compleja que la percepción, que hace unos días Francisco Maturana, un experto en metáforas, dijo añorar los años tranquilos de la década del noventa frente a los azarosos días actuales. Alguien debería contarle que en 1991 se cometieron en Medellín 4585 homicidios, casi el doble de los contabilizados por Medicina Legal en todo el departamento de Antioquia durante el año pasado.
Sentarse a mirar unas tablas con la información que dejan los asesinatos en Colombia tiene algo de macabro. Sumar muertos de ciudades es simplista cuando los crímenes de cada esquina tienen una lógica y enmascaran poderes diversos. Sin embargo, puede ser útil para sacar algunas conclusiones sobre el origen y la evolución de esa violencia que hace rato escribimos con mayúscula. Por ejemplo, hace tiempos tenemos la idea de Urabá como el teatro de una guerra soterrada y aterradora. No es para menos, allí han estado todos los grupos ilegales posibles, allí han mutado nuestros mercenarios de radicales de izquierda a grandes capos de la derecha. De algún modo el EPL terminó siendo escuela de los Paras y los Urabeños. Pero los datos del año pasado nos muestran a todos los municipios del Urabá antioqueño con una tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes menor que la del departamento de Antioquia, con Necoclí como el más tranquilo y Chigorodó como el más convulso ¿Será todo obra del poder del Clan Úsuga?
Las tres grandes capitales, Bogotá, Medellín y Cali, reúnen el 33% de los homicidios que se presentaron en Colombia el año pasado. Bogotá sigue siendo una ciudad ejemplo a pesar de la imagen de inseguridad que proyectan los noticieros. Es la capital con la segunda tasa más baja de homicidios por cada 100.000, solo superada por Tunja que tiene números cercanos a los de los países escandinavos. El año pasado en Tunja murieron asesinadas 14 personas. Medellín presentó su tercera mejor cifra en la última década y ahora tiene una tasa menor que la de Antioquia. La ciudad que se podría decir fue maestra en las mañas y la saña de la violencia homicida ahora es superada por muchos de los pueblos de Antioquia. Cali muestra unos números alarmantes que casi triplican la tasa nacional de homicidios por cada 100.000 habitantes. Lo peor es que sus grandes vecinas, Tuluá, Palmira, Cartago y Buga, pasaron la barrera de los 100 homicidios en el 2013 y ponen al Valle como el departamento con más violencia homicida en Colombia. Un triste apartado merece Quibdó que es de sobra la capital más violenta del país, una realidad que ni siquiera se hace visible en medio del recuento cotidiano de sus tristezas. Todas las ciudades de la Costa Atlántica, excepto Santa Marta, siguen mostrando que tienen lógicas más tranquilas. Incluso La Guajira donde las mafias son dueñas tiene cifras de homicidios cercanas a las de Bogotá.
En los primeros seis meses de este año Medellín y Cali han mostrado una considerable disminución de sus homicidios. También en la Costa y en Santander los alcaldes han hablado de cifras que permiten el optimismo. Es muy posible que el 2014 termine con la menor tasa de homicidios de los últimos 25 años en Colombia. Puede estar comenzando un ciclo positivo e inestable más allá de La Habana.



1 comentario:

eureka dijo...

Hombre se le escapó la metáfora obvia de Tunja, cifras semejantes a la de países escandinavos y una temperatura similar jeje.