La escena
inaceptable para muchos de los críticos y enemigos del proceso con las Farc es
la de Timochenko o Santrich exhibiendo sus dogmas, mezcla de comunicados desde
las montañas y grafitis viejos, en el escenario azaroso del Congreso. No se
puede negar que la retórica del secretariado es impotable y que veremos más
justificaciones que gestos de contrición. Pero esa participación en política es
más una especie de simbolismo que un ejercicio cierto de poder e influencia
sobre las decisiones públicas. Las Farc serán marginales en el Congreso y la
máquina de tedio, intrigas y desprestigio los irá moliendo poco a poco. En
últimas, para los guerrilleros recién llegados será un difícil proceso de reinserción,
no exento de algo de castigo por la animadversión y los señalamientos que
encontrarán a cada paso.
La política de
riesgos verdaderos ejercida por parte de una guerrilla recién desmovilizada y
con un catálogo de condiciones bajo el brazo para el gobierno, estará en los
alrededores de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN). Lo
primero es que las Farc pretenden convertir los campamentos de ocasión en vivienda
permanente y circunscripción política. Lo segundo es que las veredas donde
están hoy son puntos altamente inflamables, con cultivos de coca y minería
ilegal en los alrededores, con el merodeo permanente de grupos ilegales, con
una muy precaria presencia del Estado y una desconfianza histórica de los
pobladores en autoridades locales y nacionales. Así como los jefes de las Farc
serán mosco en leche ante los grifos del capitolio, los funcionarios seguirán
siendo intrusos con intensiones dobles en los territorios históricos del conflicto.
El riesgo es que
las Farc se conviertan en una especie de intermediario privilegiado de muchos
de los conflictos sociales en las zonas más pobres y complejas del campo
colombiano. Un tramitador que servirá como escudo y punta de lanza, que
organizará los paros y redactará las peticiones, que meterá presión con los
bloqueos y las capuchas en las carreteras y agendará las citas con las corbatas
en la Casa de Nariño. Es la política que de verdad saben hacer y podrá traer
algo más que desórdenes.
Lo que ha pasado
en algunas ZVTN muestra que hacia allá van las cosas. Hace unos días los
mineros de Segovia y Remedios bloquearon la entrada a la zona de Carrizal en
Antioquia. Más de diez mil mineros trabajan en condiciones de informalidad o
ilegalidad en los dos municipios y han encontrado en las Farc un aliado
estratégico para negociar sus peticiones y su proceso de formalización. Dicen
los mineros que desde agosto de 2016 el gobierno se comprometió a “no torpedear
la actividad económica y social de las comunidades que estaban ubicadas cerca a
las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN)” ¿Crece el componente
de los acuerdos? Los mineros piden además que se implemente el Desarrollo Rural
con Enfoque Territorial. Incluso señalan que la mención de participación del
ELN en el bloqueo por parte de algunos funcionarios estaría violando las reglas
del Cese al Fuego Bilateral y definitivo. Mientras tanto el ELN se frota las manos. Algo
similar pasó en el Catatumbo con la llegada a Caño Indio donde Ascamcat,
asociación cercana a las Farc, al parecer quiere el monopolio de la atención y
los recursos del Estado.
Las Farc
hablaron toda la vida de igualdad, pero no dudarán en ejercer sus privilegios
luego de la negociación, en convertir sus oficinas en las ZVTN en despachos con
prácticas clientelistas, en alborotar avisperos y cobrar cabildeos. Muchos
riesgos detrás de esos cambuches como despachos.
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