Nunca
fue tan peligrosa la metáfora fisiológica que nos describe como un cuerpo
social, como un organismo vivo en el que cada cual está obligado a cumplir una
función determinada. Ahora somos células en medio de un proceso degenerativo,
células potencialmente infectas y por tanto necesariamente acondicionadas y
vigiladas para el bien social. El Estado, la iglesia y los moralistas
consumados han tenido siempre ese concepto: los individuos son apenas un medio
para un orden social deseable.
En tiempos
de pandemia esa idea se irá llevando a límites ridículos cuando no francamente
peligrosos. La vida está en juego y el “egoísta nato” del que hablaba Auguste
Compte tendrá que ser corregido y arrastrado hasta el altruismo. Así como todos los adornos se miran con desprecio en estos momentos de urgencia
(las flores son alardes innecesarios y los perfumes son casi obscenos), las
sutilezas de algunos argumentos o los reparos a las obligaciones
gubernamentales son vistas como un descaro inaceptable. “No estamos para andar
hablando de libertades, la seguridad está por encima de todo.” La desmesura del
cuidado es una religión y su solo cuestionamiento es una herejía que atenta
contra la vida del “cuerpo social”. Los salubristas tienen la palabra. En
adelante la vida deberá responder a sus cuidados y sus mandatos para hacerlo
todo más cierto y más seguro. La iluminación, el olor y los modales de las
farmacias deberán imponerse poco a poco por el bien de todos. Lo demás son
absurdos arrebatos individualistas. No habrá espacio ni siquiera para el
descuido o el desprecio por la vida propia: “No, arriesgar su vida es también
arriesgar la vida de los demás. De modo que usted debe someterse al cuidado que
le receta el Estado”. No importa que ese cuidado sea absurdo, o que cambie
según el gusto de cada presidente, alcalde o rector de colegio.
Una
página de Un mundo feliz tiene un
diálogo revelador entre Bernard Marx, el hereje de turno, y Lenina,
acostumbrada a los dictados de la alegría perenne: “Cuando un individuo siente
la comunidad peligra”, dice Lenina. “Bueno, y por qué no puede peligrar un
poco”, responde Bernard para asombro e indignación de su amiga. Esa palabra “siente”
podría cambiarse hoy por disiente, reniega, desobedece… Incluso por pregunta. Los
políticos son los grandes beneficiarios del afán ciudadano por obedecer, del
llamado a la actuación coordinada. Son los directores de una coreografía social
donde ejercen como líderes severos y preocupados: “estamos salvando vidas”, es
su frase preferida, siempre en el tono de padres o madres acuciosos. Y cuando
la policía no es suficiente para que se cumplan los deberes de salvación
colectiva, aparecen los agentes oficiosos, ciudadanos vociferantes dispuestos a
ejercer el control de manera espontánea. Son la sobrerreacción del sistema
inmune, la causa de la hinchazón y los graves daños en el cuerpo que buscan
salvar. Gritan desde las ventanas, condenan en las redes sociales, llaman al
linchamiento social. Es el coro social de los decretos, la manifestación más
notoria de la neurosis colectiva que produce el encierro.
El
gobierno de Nayib Bukele en El Salvador es el paradigma del autoritarismo
protector. La semana pasada pidió mayor severidad para quienes violan la
cuarentena. Habló de “doblarles la muñeca y encerrarlos, en medio de
desconocidos, durante 30 días”. Para ese encierro eligió el Tabernáculo
Bíblico, una iglesia bautista que está vacía y sin sermones. Ya se dan abusos y
maltratos al interior, pero la policía no interviene, son células indeseables
del cuerpo social.
2 comentarios:
Me gustó mucho el artículo, todo eso es cierto, incluso esos alcaldes costeños, como el de sincelejo y montería, ahora andan de salvadores de la gente, declarando toques de queda, esos miserables ladrones, en fin, me preocupa el poder que van a adquirir el Alcalde de Medellín y la Alcaldesa Claudia López, suprema protectora que en relación con el programa ser pilo paga publicó un trino donde dijo "no se preocupes, que todos ustedes son pilos..."
Precisamente estos días son una amalgama entre 1984 y Un Mundo Féliz. Donde los Presidentes, Gobernadores y Alcaldes, han sacado a relucír los instintos controladores y fachos, con el agravante de que las débiles democracías han tenido que sucumbir a sus desmanes. Hace tiempo querían "meter en cíntura" el día de la madre, por ser el día más violento del año y al fín pudieron meterle el diente y el bolillo, con absurdos toques de queda y ley seca. Adios Libertades Ciudadanas....
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