El
presidente Petro sufre de una hiperactividad negociadora. Tiene una confianza
ciega en sus habilidades de persuasión, en sus poderes sugestivos que pueden
dominar a sus antagonistas, rendirlos a fuerza de gestos y palabras. El
presidente considera que tiene algo de mago y se muestra fascinado con su voz y
sus frases. Es claro que al menos el presidente se convenció a sí mismo.
Quiere
negociar con el ELN, las disidencias de Gentil Duarte, el Clan del Golfo, las
bandas criminales en las ciudades, los capos en las cárceles, los paras recién
arrepentidos y la Segunda Marquetalia de Márquez. Pero nunca es suficiente y el
presidente quiere aprovechar su súper poder. Ahora ha propuesto modificar el
acuerdo firmado en 2016 entre el gobierno y las Farc. Petro siente que no fue
suficiente, que faltaron los temas gruesos y no se incluyeron unas palabras
claves para su gusto: “universidad”, “saber”, “industrialización”. Cuatro años
de negociación y 370 páginas de encuentros son muy poco para sus dotes. “El
acuerdo quedó incompleto”, dijo el presidente.
A Petro
no le gusta acotar los temas para un diálogo, quiere discutirlo todo, armar una
mesa fundacional que incluya lo divino y lo humano, hacer un amasijo para
resolver los problemas de Colombia y del mundo si es posible. Lo peor es que el
presidente cree que el acuerdo con las Farc tenía la posibilidad y la
legitimidad para cambiar los principales aspectos de la constitución del 91. Según
su punto de vista no se trataba de una negociación para desmovilizar a las Farc
y acabar con la mezcla de armas y lucha por el poder, sino de una especie de
Asamblea Constituyente. En últimas la idea de Petro es más una crítica a las Farc
que al gobierno Santos. Parece reclamarles a Timochenko y compañía por no haber
logrado cambios en el modelo económico. Ahora que el presidente-negociador
dirige la mesa con el ELN vale preguntarse si está pensando usar ese escenario
para hacer grandes reformas ¿Tendrá Petro la idea de usar a los Elenos como la
herramienta para forzar grandes cambios constitucionales? Durante su única
visita a La Habana para reunirse con los jefes de las Farc, en enero de 2016,
Petro habló de la necesidad de convertir la negociación en una asamblea
nacional constituyente.
En
vista de que es imposible volver ocho años atrás y sentar a Timochenko y a
Petro a renegociar, el presidente pretende coger las 370 páginas del acuerdo de
paz y convocar a un “diálogo de la sociedad colombiana para mirar los temas que
no se introdujeron”. Si no pudimos con un plebiscito cómo será ese “diálogo
abierto y plural”.
En
medio de esos infinitos frentes de negociación (eso por no mencionar los
cambios mundiales que se pretenden lograr en lucha contra las drogas y crisis
climática) el gobierno tiene más de treinta proyectos de ley para tramitar en
la próxima legislatura en el Congreso. La aprobación de las grandes reformas no
parece fácil y Petro deberá pactar modificaciones de fondo a las propuestas y
acomodos de forma en la burocracia.
Ahora
sabemos que el negociador no solo mira hacia el futuro, no solo quiere discutir
el porvenir, también está preocupado por tranzar el pasado, quiere poner sus
palabras y su firma sobre lo que ya fue acordado. Y quiere vencer con su
palabra a los grupos armados, y persuadir a la sociedad toda para un gran
acuerdo nacional liderado desde el balcón, y lograr una transformación mundial
desde el atril de Naciones Unidas. Y mientras tanto, el escritorio del
presidente está vacío.
4 comentarios:
Excelente análisis
Una acertada visión del incontrolable "ego" que anima a nuestro presidente.
Es una realidad muy bien descrita y un presente muy tenebroso y oscuro para los q amamos y queremos inmensamente este país, Dios nos alumbre este camino de incertidumbre
Adicional, quiere convencernos de que un asesino y volador puede ser gestor de paz
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