Hugo Chávez es
sobre todo un acertijo electoral. Desde su primera aparición pública luego del
fallido golpe de 1992, cuando en un minuto se rindió y dejó rendida a la
audiencia, sus palabras y sus actos señalaron una figura prometedora. El mismo
Rafael Caldera, presidente a quien sucedió en el poder, recuerda con entusiasmo la
figura del golpista y su estreno: “Debo confesar que el 4 de Febrero, Chávez
me causó una excelente impresión, como se la causó a todo el mundo. Aquellos
segundos que usó Chávez en la televisión presentaron a un hombre equilibrado,
sensato. Dijo sus palabras bastante bien dichas, de manera que se graduó como
un artista de televisión, indudablemente”. Alguna vez dijo su jefe de
comunicaciones que a Chávez como a Madonna le gustaba salir ante los medios.
Pero vendría la
cárcel y ese minuto resultó cortó y lejano para que la gente lo recordara 4 años
más tarde, cuando despuntaba su primera campaña. Según la biografía escrita por
Cristina Marcano y Alberto Barrera, 2 años antes de la elección de 1998 Chávez
era el candidato indeseado: los periodistas se escondían de sus retahílas y la
gente lo recordaba como una anécdota vieja. Tenía apenas el 7% de intención de
voto y todo el mundo estaba pendiente de la sonrisa de Irene Sáez, la reina
que lideraba las encuestas. El ex coronel hacía campaña como un renegado:
recorriendo el país en una camioneta, parando cuando le hacía falta un pastel,
una gaseosa y un Belmont. No tenía nada: ni partido, ni trabajo…ni siquiera
boina.
Chávez comenzó a
crecer con su retórica encendida en medio de las protestas contra el
bipartidismo de Copei y Alianza Democrática. Otro de sus célebres discursos se
da sobre el techo de un carro en medio de una manifestación al frente del
Congreso. Comienzan a arder las banderas del imperio. Su grupo es una mezcla de
militarismo y marxismo radical que no está del todo convencido de seguir la vía
electoral. Cuando deciden que los votos son el camino firman su primera
consigna: “Por la Asamblea Constituyente, Contra la corrupción, Por la defensa
de las prestaciones sociales, Por el aumento general de sueldos y salarios.
Gobierno bolivariano ahora”.
Ahora y siempre,
habría que decir. Porque Chávez ha dejado de ser un simple candidato con
canciones y consignas pegajosas para ser el líder de un partido que representa
al Estado con las reservas de petróleo más grandes del planeta. A la hora de
las elecciones Chávez puede decir tranquilamente el Estado soy yo. Ahí está su
manto rojo, rojito, representado en sus 13.679 comandos de campaña, en sus
funcionarios públicos comprometidos o amedrentados que no solo votan sino que
consiguen 10 votos más, como en las sencillas pirámides o en las iglesias más
primitivas de los barrios. En Venezuela ya no es válido hablar de clientelismo,
las clientelas son traicioneras y oportunistas, allá hay una militancia mucho
más cercana al orden de los cuarteles. Y la oposición tiene su cuota de
responsabilidad. Durante años jugó a la lógica del triunfo por la vía de la
conspiración e hizo fácil para Chávez justificar el blindaje de todos los
poderes: el ejército, PDVSA, los órganos electorales, los medios de
comunicación.
Luego de todo lo
que ha pasado durante 14 años, Chávez obtuvo apenas un punto menos del 56.2%
que marcó su primer triunfo en 1998. Su cifra mágica sigue intacta. El mito
crece y el fervor se mantiene. Mover al 20% que no vota no parece posible,
robarle algo a su 55% garantizado por vía oficial es un sueño del que recién
despierta Venezuela. Chávez perderá, cuando no esté.
1 comentario:
Venezuela se merece a Hugo Chavez, porque el Capriles ese es de las familias ricas que se han apropiado de todo.
Lo horrible de Chavez es su antiemperalismo yanqui, no tiene cerebro con alfileres cognitivos.
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