En Colombia casi siempre
los debates sobre libertad de expresión, libertad de prensa y derecho a la
información se dan luego de una denuncia penal contra un periodista. La injuria
y la calumnia son las palabras que se repiten en medio de lo que se convierte
en un careo personal entre la supuesta víctima y su supuesto agresor. La escena
sirve como round de baranda para el exhibicionismo de abogados defensores y
oportunidad para la foto digna del presunto agraviado. Muy pocas veces el
debate llega a plantear los límites y las tensiones entre los derechos
involucrados. Dejamos las decisiones de fondo a los académicos y nos quedamos
con la pequeña garrotera.
El reciente fallo de la
Corte Constitucional que obliga al programa Séptimo día a rectificar informaciones
e inferencias expresadas en tres emisiones sobre la situación de las
comunidades indígenas en Colombia, tiene varias particularidades respecto al
debate habitual sobre medios, responsabilidad social y derecho al buen nombre. Lo
primero es que no se da respecto de unos sujetos específicos sino a las comunidades
indígenas y sus líderes en general. Lo segundo es que se trata de una decisión
respecto a una acción de tutela por lo que se deslinda de los tipos del código
penal y se centra en el ejercicio de derechos y sus correspondientes
responsabilidades.
En el fallo la Corte se
muestra consciente de los riesgos de convertirse en una especie de última
instancia en los procesos periodísticos. Sabe que su tarea no es señalar
errores ni decidir sobre la idoneidad de las fuentes elegidas ni imponer la
necesidad de un contexto para que se entiendan mejor algunos complejos
problemas sociales. Reitera la Corte que su control sobre los medios es “excepcional
y flexible”, y que la obligación de los periodistas no es la misma de los
jueces o los investigadores sociales. Reconoce que las versiones periodísticas
deben tener un deber de diligencia razonable para examinar sus fuentes, deben
alejarse de las intenciones injuriosas y no enmascarar mentiras conscientes,
pero no se les puede exigir “pruebas incontrovertibles” a la hora de encarar
sus historias. También resguarda la Corte un inevitable nivel de subjetividad
para alejarse de ese mito de imparcialidad absoluta que se pregona desde las
orillas más radicales: “el deber de imparcialidad, correlativo al derecho a
informar, no implica el deber de desligarse por completo de la propia
subjetividad. Por el contrario, este deber presupone la consagración de un
margen interpretativo en cabeza de quien informa. Sin embargo, le impone el
deber de guardar un equilibrio informativo.”
Al final la Corte
reprocha a director y reporteros de Séptimo día algunas cosas respecto a los
tres programas emitidos. Sus generalizaciones a partir de casos particulares.
Director y reporteros condenan a toda la justicia indígena luego de mirar tres
casos en el Cauca. Y no solo a la justicia sino a los líderes de las
comunidades. Igualmente concluye que viola derechos a la igualdad, el buen
nombre y pone en peligro a los indígenas señalar, sin pruebas, que diferenciar
entre indígenas y guerrilleros en el norte del Cauca es bien difícil. Esas
inferencias groseras demuestran para la Corte un nivel de parcialidad que además
encubre las diferencias entre hechos y opiniones. Finalmente demuestra el
desequilibrio de 10 a 1 entre el tiempo concedido a las acusaciones y a los
acusados en los tres capítulos emitidos entre julio y agosto del año pasado.
Una buena advertencia
sobre los peligros de encontrar las conclusiones de un problema complejo mucho
antes de salir a buscar las pruebas y los testimonios.
3 comentarios:
Muy buena columna. Aunque los medios de comunicación tienen que tener total libertad a la hora de opinar, también deben ser responsables con la persona que esta recibiendo la información.
Es en estos casos y al final en todos, cuando el periodismo tiene un deber para consigo mismo, presentar su trabajo de manera profesional, la objetividad no es una carga, pero si una línea de conducta, creería que es la base de la credibilidad de la que tanto se habla.
Apenas una "muestrica" de lo que es el periodismo en Colombia (contadas excepciones).
Un periodismo que nace en medios cooptados por poderosos millonarios, no puede ser ni imparcial, ni objetivo, ni profesional, ni ético.
Unos periodistas genuflexados a éstos dueños jamás podrán abordar la realidad, ellos solamente cubrirán los temas que interesen a sus dueños, o no abordarlos para no perjudicarlos (ejm: sistema financiero, sistema de salud, brecha social, propiedad de medios, concesiones, licencias de comunicación, etc.), al mismo tiempo abordarán los temas con el sesgo por ellos indicados, éste de los indígenas es uno más.
La información ES UN DERECHO, y la inmensa mayoría desconoce de ese derecho. La información no puede estar en manos de privados, pues ellos dirán solo lo que les conviene o en la forma que les conviene.
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