Es el tiempo de los carceleros, el
tiempo de quienes prometen celdas más estrechas y penas más amplias. El código
penal constituye su catálogo de ofertas preferido. Lo revisan con sed, ofrecen
tapar rendijas y debilidades inexcusables. Es entendible por parte de los
políticos, la ecuación más presos, menos pesos, para hablar de política
criminal y tributaria es un lugar común en todas las campañas. Por eso, y por
obedecer a la obsesión de su jefe, Iván Duque promete acabar con la dosis
personal cuando han pasado casi 25 años de la sentencia de la Corte
Constitucional que amparó a consumidores. Tal vez por eso quiera también acabar
con la Corte. Y por eso Vargas Lleras dice en su publicidad que en 24 horas se
dictarán las órdenes para encerrar a reincidentes.
Pero lo verdaderamente preocupante es
que el Fiscal General siga la misma huella. Néstor Humberto Martínez,
recordando el humor de su familia, salió hace poco con una caricatura sobre el
fallo de la Corte Suprema que habló hace dos años de una “dosis de aprovisionamiento”.
Según el fiscal esa jurisprudencia es un “escudo de la delincuencia organizada”,
y para rematar su opinión soltó su gracia: “Si son 20 papeletas, el
comerciante, el malandrín de la droga, dice que son las de la semana; si son
40, dice que son las de la quincena; si son 80 dice que son las del mes; y si
es una tonelada, nos dice que son las del resto de su vida”.
Bajo la idea de ridiculizar a la
Corte, el Fiscal queda un tanto en ridículo. Por desconocimiento o mentiroso. Uno
de los fallos de aprovisionamiento dice claramente: “La
Corte ha clarificado que incluso tratándose
de consumidores o adictos siempre se debe analizar si la finalidad de la
posesión o tenencia del alcaloide era para su consumo personal, porque puede
suceder que la cantidad supere exageradamente la requerida por el consumidor, o
la intención sea sacarla o introducirla al país, transportarla, llevarla
consigo, almacenarla, conservarla, elaborarla, venderla, ofrecerla, adquirirla,
financiarla, suministrarla o portarla con ánimo diverso al consumo personal…”
También dice el fallo que un jibaro que tenga en su bolsillo una sola papeleta
podrá ser condenado por tráfico: “si el porte de dosis personal carece del nexo
al propio consumo, o se advierte su comercialización, tráfico, o su distribución
así sea gratuita, la conducta ha de ser penalizada al tener la potencialidad de afectar los bienes jurídicos
de salud pública…” Pero la Fiscalía quiere tirar su red sobre consumidores y
traficantes como si fueran uno solo, pretende que su único elemento de
investigación sea una balanza, no propiamente la de la justicia. Si solo fueran
capaces de que los policías dejen de ser socios en tantas ollas, podrían hacer
mejores capturas que las de un soldado con 40 gramos de marihuana o un albañil
de San Roque con 5 gramos de perico que viene a “mercar”a Bello, dos de los
casos claves sobre dosis de aprovisionamiento.
Pero
si al mirar afuera, a la calle, se pifian fiscal y alcaldes de capitales, al
mirar adentro, en las cárceles, la cosa es peor. En 9 años, entre 2005 y 2014,
Colombia capturó a 727.091 personas por delitos relacionados con drogas, un 30%
del total de capturas. Eso significa 80.000 capturas cada año por delitos de
drogas, la mitad de los capturados son menores de 25 años, algunos jibaros fácilmente
reemplazados, otros simples consumidores. Solo un 24% de los capturados por
delitos de tráfico, fabricación y porte terminan con una condena. El resto
pasan un pequeño purgatorio que los justicieros consideran escarmiento. Policía,
Fiscalía y alcaldes pretenden que la huella del perro adiestrado tras el
paquete los lleve hasta la condena, se les olvida que es necesario seguir las
reglas constitucionales y esperar el olfato de los jueces.
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