martes, 28 de julio de 2009

Lecciones mutuas




Durante la última semana los desencuentros entre jefes del poder ejecutivo y algunos de sus líderes políticos han hecho retumbar los edificios que flanquean la Plaza de Bolívar en Bogotá. Y han deparado algunas alegrías democráticas. La primera discordia con consecuencias atractivas tuvo como protagonistas a Samuel Moreno y a Jaime Dussan. Las presiones burocráticas del presidente del Polo sumadas a las críticas públicas a algunos funcionarios distritales lograron que el alcalde pusiera su gobierno por encima de su partido: “Que los dirigentes del Polo se pongan tapabocas y se amarren la lengua”, fue la frase de batalla del hijo de La Capitana.
Los tristes resultados en las encuestas y la idea generalizada de que el motor de la administración no anda por exceso de mecánicos electorales, parecen haber llevado al alcalde a pensar en un reto más allá de la política, a olvidar su papel de árbitro y domador de facciones partidistas y concentrarse en sus tareas de administrador. Es posible entonces que el alcalde careado sea capaz de dar la batalla contra la mafia de los transportadores y retar los dogmas de su partido vendiendo acciones de la ETB. Además, alguien debe haberle subrayado las fotocopias de los tratados de los politólogos modernos, donde se dice que los líderes actuales son quienes deben moldear los partidos y que la gestión es más importante que las trampas ideológicas o la invención de los programas. José Obdulio G. diría que Samuel M. ha comenzado a entender el Estado de opinión, donde la clientela se puede manejar sin necesidad de intermediarios y la ambición de los políticos se tramita al menudeo, en una simple tabla de Excel.
Pero la política exhibe siempre paradojas interesantes y la elección de mesas directivas en el Congreso demostró que el gobierno Uribe, con sus porcentajes gloriosos en las encuestas, sus computadores de Acción Social y su inteligencia superior, también puede perder frente a los desprestigiados intermediarios que encarnan los partidos. José Obdulio no deja de dictar su cátedra: “Las principales herramientas del Estado de opinión son los consejos comunales y un contacto directo con el pueblo a través de los mecanismos de participación, no necesariamente mediados por los partidos”. Sin embargo, es muy posible que un descuido en la mecánica partidista tradicional, en la organización de la sencilla fila india de Senadores y Representantes, pueda privar a su héroe político de un tercer periodo presidencial. Una encerrona de los vetustos partidos, organizada según parece durante una frívola libación social, demostró tener la fuerza suficiente para vencer al Presidente Uribe y su apostolado de los sábados como sumo sacerdote de la política nacional. Así que Armando Benedetti le podrá decir a José Obdulio Gaviria que algunas decisiones claves siguen dependiendo de la trillada cartilla de los congresistas antes que de sus innovadoras teorías políticas. Y Jaime Dussan se reirá en sus cuarteles de invierno.
Las antípodas políticas se tocan en medio de sus prácticas clientelistas y su afán por extender sus dominios burocráticos, pero al mismo tiempo, sin ser muy concientes, se dan lecciones y bofetadas edificantes. Parece que esta vez salimos bien librados: Moreno a gobernar y Uribe a descansar.

martes, 21 de julio de 2009

Los encantos del campo




Desde lo alto se suele mirar a las ciudades propias con algo de compasión y rencor. Por el zumbido de motor viejo que dejan escapar, por las diminutas rutinas de sus habitantes, por el desorden de sus casuchas en las laderas. Una enorme deformación empeñada en seguir creciendo. En una montaña cercana, al lado de los árboles y del prado alto que sirve de mirador, el fugitivo de la ciudad se dispone a juzgarla por sus depravaciones y sus mezquindades. La ciudad que ha enloquecido a tantos, la que enreda el hilo de todas las ambiciones, la que dispone colonias y normas según su lógica caprichosa.
Un poema de Carl Sandburg dedicado a Chicago es el libreto perfecto para los reproches: “Me dicen que eres perversa y lo creo, porque he visto, bajo los faroles de gas, a tus mujeres pintadas al acecho de jóvenes granjeros. / Me dicen que eres falsa, y yo contesto: Sí, es verdad, porque he visto a los pistoleros matar y luego ser puestos en libertad para que sigan matando. / Me dicen que eres brutal, y yo contesto: He visto el estigma del hambre en rostros de mujeres y niños.”
En cambio, en el campo cercano, todo parece girar bajo la tranquilidad de una rueda de molino: en silencio, siguiendo el impulso de la naturaleza. El trabajo se encarga de ordenar el mundo, la vida sencilla se ocupa de apaciguar los delirios aprendidos y esconder algunas trampas hechas para las multitudes. Pero si el visitante citadino decide quedarse unos días, poco a poco comenzará a ver un rastro de locura en el gesto sencillo del campesino que miga un pan mohoso para sus gallinas. Tanto silencio, tanta quietud, tanto anonimato pueden encargarse de embotar las cabezas más inocentes. Tendré que disculparme por temer la presencia de un loco frente al sencillo campesino que arrea dos terneros al final de la tarde.
La visión de Andy Warhol, un maniático de ciudad, sobre los campesinos en las profundidades de su país es perfecta para poner en una misma jaula a los habitantes del campo y las metrópolis: “Los campesinos empiezan a parecerse a los que no tienen hogar en las ciudades, porque ven muy poco a los demás y empiezan a volverse un poco chiflados. Cuando lo conocen a uno mejor y uno empieza a caerles bien, le cuentan algunas de las ideas que no han logrado verbalizar en años, y entre más los oye uno más se da cuenta de que esa persona está realmente loca. Sus pensamientos se han estado estrellando unos contra otros por ausencia de opiniones exteriores, y sus fantasías, así como lo que piensan del mundo exterior, se han vuelto chifladas…”
Un nostálgico de sus días de campo como Cesare Pavese, se encargó también de componer un retrato reconcentrado y violento del país de viñas y ríos cristalinos de su infancia. El personaje de su novela La luna y las hogueras, luego de asombrarse con algunas costumbres torcidas en California y en Oakland, regresa a su ansiado jardín en Piamonte. El viejo silencioso que ahora habita su casa de infancia terminará por matar a golpes a su cuñada y a su suegra. Luego prende fuego a su casa y se ahorca. En la ciudad, la salvación puede estar en los fisgones que se asoman a la ventana, en la desconfianza y la maledicencia de los vecinos. En el campo no habrá más que los ladridos del perro amarrado a la cadena.

jueves, 16 de julio de 2009

La era del fierro





La historia es perfecta para una de las sagas animadas de Pixar o Dreamwoks. Una pareja de hipopótamos y su pequeña cría decide romper los límites de la reserva africana que los acoge en los potreros del Magdalena Medio. Los enredos de la endogamia y los celos del macho dominante han convertido el clan de hipopótamos en un corral insoportable. Maledicencias muy parecidas a las que practican las comadres elefantas al comienzo de Dumbo. La fuga amorosa de los “caballos de río” tiene algo de exilio obligado y algo de viaje en busca de nuevos abrevaderos. La familia deambula en libertad por los caños y las quebradas de la provincia de Yondó. El paisaje no muestra muchas diferencias frente al hábitat de los herbívoros, pero la pequeña tribu es en verdad una anomalía en los hatos de la región. Las correrías de los tres gigantes han dejado siete terneros muertos y algunos ganaderos malencarados. Fedegan podría ser una sigla para agrupar a los primeros malvados de la historieta.

Muy pronto las enérgicas autoridades del país africano en el extremo de Suramérica han decidido que la familia de hipopótamos vagabundos es una amenaza. Los pescadores de la región disfrutan con las gracias de los recién llegados, entre risas llaman Bobogrande al padre y supuesto depredador, modelo para las burlas de cantina. Pero un quisquilloso ratón de oficina pública ha desempolvado entre risas un decreto-ley de hace 35 años: “Artículo 116: Caza de control es aquella que se realiza con el propósito de regular la población de una especie de la fauna silvestre, cuando así lo requieran circunstancias de orden social, económico o ecológico.”La condena está en regla. Las cabezas de los hipopótamos encontrarán un sitio en la pared de trofeos de caza de un villano ex-gobernador ardilla.

Los cazadores oficiales van tras el macho y los caza recompensas buscan a la hembra y la cría. El gobierno es especialista en convertir en sapos a los habitantes desprevenidos, engaños y recompensas son sus armas. Todo recuerda la persecución de otro animal salvaje por fuera de la reserva. Los Pepes se llamaron los cazadores en aquellos tiempos míticos y Pepe se llama el hipopótamo perseguido hoy. La cacería es un éxito, una brigada militar posa frente al cadáver de Bobogrande en representación del Ministro de Interior, un famoso dragón de acomodo. La tragedia familiar conmueve a la audiencia. Ahora los pescadores son de palo frente a la pregunta de la brigada de caza, dicen que protegerán con su silencio a madre e hijo. Un oportunista y gracioso suricato de apellido Lozano, ex-ministro de medio ambiente- clama por la salvación de la viuda y el hijo de Pepe.

Al final una extraña venganza sacude al vecindario. El polvorín del batallón de Puerto Berrio estalla y deja un soldado muerto y varios heridos. Algunos hablan de un plan concertado por especies amenazadas en la región. Todo quedará en manos de los mandriles del DAS.
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martes, 14 de julio de 2009

Elogio de la traición




La ambición política, las pugnas burocráticas, las rencillas ideológicas y la rapiña electoral son bienes públicos inestimables. Cada cierto tiempo se encargan de voltear el canasto de alguna camarilla política y dejar al descubierto las frutas podridas que la armonía del trabajo en equipo se esfuerza por esconder. Cuando los políticos se traicionan la sociedad obtiene una pequeña victoria. Por un lado está el espectáculo siempre emocionante de ver a un hombre público arreglando sus saldos en medio del desconcierto, la furia o el descaro. Esa es apenas la ganancia frívola y maliciosa. Está además la utilidad que supone desactivar, o al menos hacer visible, un sutil mecanismo administrativo que sirve para proveer poder a unos pocos a cambio de incomodidades y rentas agregadas para la mayoría.
La cercanía de las elecciones logra que los políticos se vuelvan más susceptibles, más paranoicos y más recelosos que de costumbre. Es hora de tapar algunas cartas y soltar los coloridos comodines de la mezquindad. Para los espectadores es el momento de olvidarse del combate entre los antagonistas de siempre y mirar con atención las escaramuzas entre los copartidarios. Ahí se encuentra la dosis de veneno más justa y más letal.
Las últimas semanas han dejado interesantes y reveladoras grescas al interior de distintos partidos y administraciones. Se han gritado los camaradas, los devotos de la iglesia de Palacio y los aliados de los ángeles de Alas Equipo Colombia.
En el Polo Democrático las palabras de Carlos Vicente de Roux dejaron la impresión de que el partido es un obstáculo para la administración de la ciudad. Parece que la burocracia municipal es solo un instrumento para dominar a un Polo Democrático tan brioso como glotón. Y parece que Jaime Dussán se comporta como un barón electoral que arropó con sus votos al candidato a la alcaldía de El Difícil, por decir algo. Mucho partido y poco alcalde.
Por los lados de la Casa de Nariño los pleitos se han dado en un escenario natural para el ejecutivo: los tribunales. Las deposiciones de Manuel Cuello Baute ante la Corte Suprema han dejado más o menos claros los ejercicios de persuasión que practica el gobierno. De vez en cuando los funcionarios de segundo nivel, encargados de repartir las raciones y llevar la contabilidad, se sienten despreciados por sus jefes y deciden ejercer el supremo poder de la delación. Aquí la novedad no es la confirmación de una práctica corrupta desde hace mucho tiempo, sino los detalles de procedimiento, la manera simple como funciona la maquinita política del papel sellado.
Por los lados de la Gobernación de Antioquia el envión contra la mano del amo vino por parte del diputado César Eugenio Martínez, director de Alas Equipo Colombia en el departamento. Según Martínez el gobernador sigue mirando a los alcaldes como sus promotores políticos: los hace venir tres veces por semanas al edificio de La Alpujarra en Medellín, maneja la oficina de atención de desastres con lógica de director de campaña y tutela las administraciones municipales con el mazo de sus votos y su popularidad.
Hace casi 20 años dos politólogos franceses escribieron un libro llamado Elogio de la traición. Según su tesis la traición no es un defecto político sino una necesidad, casi una virtud de adaptación en un medio lleno de trampas e incertidumbres. No estaría mal que la reforma política pensara en quitar los límites a los tránsfugas partidistas, como una especie de exclusa necesaria para la falsía y la denuncia, para lograr una política igual de sucia pero más transparente.

martes, 7 de julio de 2009

Los poetas mienten demasiado




El Festival Internacional de Poesía de Medellín es una interesante anormalidad. Los poetas acostumbrados a desgañitarse intentando que algún misericordioso preste oídos a sus versos se convierten en pasto de multitudes. Los ignorados por naturaleza tienen una semana de esplendor frente a un ágora que puede superar en número a los aficionados de los últimos tedios en el Atanasio. Tres mil personas en riguroso silencio, descifrando a los poetas en la cima de uno de los cerros centrales de Medellín, construyen una escena irresistible desde que Platón propuso expulsar a los poetas de su ciudad ideal.
Los invitados vuelven a sus países en un trance de solemnidad. Durante algunos meses mascan sus nuevos poemas pensando en súbitos poderes. Y el Cerro Nutibara, sede natural del pueblito paisa, se convierte en centro de la epifanía: “La muchedumbre es parte del poeta. / Diminutas las voces se agigantan / desafiando al cerco de las piedras. / El cerro y la poesía / han dejado de ser para ser juntos. / El infinito entre tanto se acomoda / en la garganta del poema.”
Medellín participa del rito con la ingenuidad del creyente alejado de toda ortodoxia, siguiendo la inercia de tumultos natural a todas las ciudades. El exotismo poético se refuerza con la originalidad geográfica. Porque el festival es un reto para los cartógrafos y los expedicionarios, un repaso a todas las páginas del Almanaque Mundial. Vienen poetas de Papúa Nueva Guinea, Turkmekistán, Gambia, Martinica, Benín, Islandia y otras lejuras. La gente cierra los ojos oyendo idiomas imposibles. El ancho mundo se digna a venir hasta una ciudad maldita y sus representantes dicen estar fascinados con el recibimiento. Poetas y público se aplauden mutuamente. Al final se cambian versos por encargos diplomáticos. Así lo muestra una esquela de dos jóvenes de la ciudad a un poeta nepalés: “Muchas gracias por haber venido a Medellín. Fue fabuloso tenerte aquí. Podemos ver que tienes un gran corazón, el corazón de un artista. Gracias por compartirlo con nosotras. Esperamos que te guste Medellín. Por favor, no olvides decirle al mundo que en Colombia hay mucho más que guerra y pobreza. Nosotras esperamos y creemos que la POESÍA puede cambiar el mundo. Gracias, Marcela y Laura. “Entonces, no importa que un gracioso saboteador pase repartiendo volantes con la siguiente leyenda: “Le gusta la poesía: 99%. No lee poesía: 99%.”
Pero ahí no termina el verso. El Festival ha sido desde sus comienzos una tarima política, un grito que pretende representar a los oprimidos del mundo. Se pasa del soneto al panfleto sin mucha dificultad. Y los ataques de grandilocuencia transformadora hacen reír a los escépticos y delirar a los convencidos: “Un evento como el festival… vigoriza la activación de los individuos, decanta la conciencia, aporta a todo ese conglomerado el reflejo de su fuerza, de los muchos que somos, el reflejo de una faz cada vez más completa del ser colectivo.” Mientras tanto, los muchachos de las juventudes comunistas sirven en la logística y las ventas, se quejan del patrón y terminan regalando las revistas al pueblo que las deja olvidadas en los buses.
Todo termina con un canto místico a cargo de Ernesto Cardenal. Y pareciera que se ha retomado el equilibrio y la solidaridad entre los hombres. Pero después del punto final la gente vuelve a los temas de siempre: el pico y placa, las contrataciones del Medellín, la cuenta de servicios y las promociones del Éxito.