martes, 27 de marzo de 2012

Asesinos solitarios







Las principales fotos para resumir el año 2011 mostraron a un grupo de jóvenes enmascarados, bajo una bandera y una emoción común, enfrentando un Ancien Régime. Se ha debatido acerca del verdadero papel de las redes sociales en la dirección de las bandadas de los jóvenes árabes. Ya se sabe que fue una exageración proponer el premio Nobel de la Paz para Twitter por su supuesto papel en los levantamientos de 2010 en Irán. Pero no hay duda que algo ha acelerado el contagio de los movimientos juveniles, bien sea en Moldavia, en Chile, en Londres o en Madrid; bien sea en ordenadas mesas de trabajo o en hordas que pasan quemando carros de lujo. Surge la argamasa repentina y efectista de un video o un cartel con fecha y hora, y los gobiernos solo pueden agazaparse bajo los escudos antidisturbios. La aglomeración es la amenaza.
Mientras tanto algunos jóvenes solitarios se dedican a rumiar sus frustraciones y resentimientos. La emoción de las causas colectivas no se ajusta a su naturaleza ni a sus objetivos brutales. Solo les interesa salvar el mundo que han construido en larguísimas sesiones de lectura o escritura en Internet. Y lo más preocupante es que producen grandes revoluciones de miedo y odio, pueden decidir las elecciones en sus países e incluso pueden lograr que una potencia mundial ponga la rodilla al piso. Hace poco la revista Foreign Policy resumió las características de los asesinos solitarios más comunes en Europa: “Exclusión social, problemas de identidad, sentimientos de injusticia, mezclado con delincuencia común, radicalización islámica y luego viaje a Afganistán o Pakistán.”
Mohamed Merah, el autor de la reciente matanza en Toulouse, es el último de los terroristas que hacen parte de la “yihad individual”. No estaba en los registros de las mezquitas radicales, no hacía parte de las listas de grupos infiltrados por la policía, no tenía antecedentes peligrosos a pesar de haber viajado a Afganistán a pulir su ira. Según un psiquiatra que lo trató, Merah sufrió un “colapso narcisista” luego de ser rechazado por la legión extranjera del ejército francés y acabó su vida sintiéndose el centro del mundo. Su venganza no tenía que ver solo con los niños palestinos y las víctimas de la invasión a Afganistán, sino con una reivindicación personal contra su propio país. Las últimas encuestas muestran que Merah logró mover la aguja electoral a favor de Sarkozy.
Europa deberá vivir con esa amenaza cada vez más imperceptible. Y no solo es Islam radical inspira a los solitarios. Anders Breivik, el asesino de Utoya, la isla cerca de Oslo, estaba en la orilla opuesta de Merah. Creía defender la pureza racial de su país atacando a los jóvenes socialistas por las posiciones más flexibles de ese partido respecto a la inmigración. Disfrazado de un bucólico agricultor de remolachas mientras redactaba un manifiesto de mil páginas para justificar la masacre.
Estados Unidos tampoco está a salvo. Y lo que parece aún más peligroso es que muchos de sus monstruos huraños están dentro del ejército. En 2009 un comandante médico de origen árabe mató a 13 de sus compañeros en Texas. Y hace apenas un mes, Robert Bales, un sargento, mató a 16 civiles en Afganistán y pareció cerrar el círculo de Estados Unidos en la región. Se rompieron los contactos con los Talibanes y Obama está cada vez más obligado a acelerar el retiro. Las palabras del profesor de El Agente secreto de Conrad parecen perfectas para el cierre: “Actualmente no hay pasión. El mundo es mediocre, cojo y sin fuerza ¡Locura y desesperación! Deme ese punto de apoyo y moveré el mundo.”

martes, 20 de marzo de 2012

Para leer en el bus





Las protestas contra el transporte público son una amenaza terrible y una tentación para los políticos. Los números que giran en las registradoras muestran el tamaño del problema o la oportunidad que se incuba. Bogotá tiene sus grandes historias de agitadores en los paraderos. Hace más de 100 años, luego de que un conductor bajara a garrote a un gamín que viajaba colgado del tranvía, se inició un boicot contra la compañía americana dueña de las “carrozas”. Durante siete meses los ciudadanos miraron con desprecio los coches gringos y todo terminó con un nuevo dueño y un nuevo nombre para la empresa: Tranvía Municipal de Bogota. La gente viajaba satisfecha pero no ahorraba burlas para la sigla T.M.D.B: “Treinta minutos de bamboleo”.
Más tarde fue la encrucijada de Rojas Pinilla frente a los bochinches por el anuncio de las alzas en el transporte. Un decreto que se firmaba cada año en compañía del comandante de policía. Los estudiantes universitarios eran los líderes del pataleo y el gobierno debía decidir si enfrentarse a los jóvenes o lidiar con los dueños de los buses que amenazaban con guardar sus cacharros hasta nueva orden en la tarifa. Según algunos esas protestas ayudaron a sacar a Rojas Pinilla del poder.
Estas dos historias y muchos otros recorridos se encuentran en El libro de los buses de Bogotá, una publicación de la Universidad Católica y del Rosario que parece hecha para darle contexto a la reciente crisis de Transmilenio, e incluso para aventurar algunas respuestas. Luego de los destrozos del pasado 9 de marzo han saltado algunas voces que señalan los beneficios económicos de 12 grandes operadores del sistema como uno de los problemas a corregir. El mismo alcalde Petro dijo que el Distrito pondría una flota de buses propia. Y muchos han salido a reivindicar la palabra “estatismo”.
Paso las páginas del libro y veo los troles de la vieja Empresa de Transporte Urbano convertidos en chatarra. Desde 1959 hasta 1991 la E.D.T.U. intentó prestar sus servicios con buses comprados de segunda mano en Estados Unidos y de primera mano en Rumania y la Unión Soviética. Se asoció con la Federación de cafeteros, pidió préstamos internacionales, cambió sus rutas, uniformó a sus choferes, trajo los primeros articulados, diseñó buses especiales para su público. En 1989 le quedaban 353 buses, 9 rutas, una colilla de deudas impagable y hermosos cementerios de carrocerías en las afueras de la ciudad.
La competencia privada le ganó el pulso de sobra. No eran 12 dueños arrogantes sino un hormiguero de pequeños propietarios afiliados en cooperativas a los que era imposible poner orden. Al final de la década del sesenta los buses del Distrito movilizaban solo el 6.9% de los pasajeros de la ciudad y la cifra fue languideciendo poco a poco. En vez de intentar un control eficiente sobre el transporte, la administración gastó buena parte de su energía y sus recursos en una competencia que solo servía a la burocracia y a los vendedores de buses y sus intermediarios.
Transmilenio le ha entregado a Bogotá una posibilidad de manejo que hasta hace unos años parecía imposible. En buena medida la idea inaugurada en diciembre del 2000 surgió luego del fracaso de la troncal de la Caracas, que construyó una infraestructura dudosa y además dejó intacto la operación avispa de los transportadores y sus cooperativas. La ciudad debe poner en segundo plano la pelea por la afinidad de quienes protestan y el balance de quienes operan el sistema. Debe olvidar sus sueños de busero mayor y operar la logística del transporte que olvidó en los últimos 5 años, mientras miraba los planos de la primera línea del metro.

jueves, 15 de marzo de 2012

Carta de recomendación




Alonso Salazar hizo su vida en Medellín desde la periferia. Primero como parte de una familia recién llegada del campo que se aferraba a unos tíos, habitantes de Itagüí, ya curtidos en la ciudad, que les servían como boya salvadora. Más tarde como estudiante en el barrio El Salvador donde vivía de inquilino y al mismo tiempo iba haciendo su trabajo de campo.
Después hizo parte de las ONG de izquierda en una ciudad donde las votaciones por los partidos en esa orilla del espectro político han sido más que anémicas. El IPC y Corporación Región fueron su refugio para las investigaciones, las opiniones y el activismo en la ciudad. Muchas veces debió hablar de la necesidad de hacer contrapeso a los poderes hegemónicos de la villa. Desde y sobre esa periferia escribió sus libros que fueron la primera noticia de lo que después sería un género: la sicaresca antioqueña.
Luego llegó la política, también desde un trampolín bajo y sin mayor preparación para soportar los reflectores electorales. Todo ese camino recorrido desde bordes ajenos al poder empresarial de Medellín, hace que una carta de apoyo al ex alcalde, divulgada apenas ayer, y firmada por todos y cada uno de los llamados cacaos de la ciudad, tenga un valor simbólico tremendo. Allí se respalda la actitud valiente de Salazar en las pasadas elecciones y se valora su defensa de un proyecto ético común y universal. Algo tiene que significar el apoyo unánime del todo el estamento paisa a quien nunca fue uno de los suyos.

Texto de la carta:

POR EL DERECHO A REFLEXIONAR SOBRE UN FALLO DE LA JUSTICIA Y A EXIGIR SU REVISIÓN.


En un país dividido por los conflictos entre partidos y posiciones ideológicas, entre las ramas del poder, entre los seguidores de diferentes creencias religiosas, sólo podrá hablarse de paz y prosperidad cuando, a pesar de las diferencias, sepamos compartir y defender un proyecto ético básico, común y universal.

No es posible ni necesario delimitar dicho proyecto ético ni señalar quiénes forman o no, parte de él. Basta con que los ciudadanos sepamos identificar cuándo una acción atenta contra él, cuándo lo fortalece, y actuar en consecuencia.

Ese es el caso de la valerosa conducta de Alonso Salazar Jaramillo como Alcalde de Medellín (2008-2011), al denunciar oportunamente ante las autoridades competentes las indebidas e ilegales participaciones en política de grupos al margen de la ley, durante el proceso electoral del año pasado. Como primera autoridad de Policía con funciones preventivas, y conocedor de este oscuro accionar, era su obligación presentar las denuncias del caso, y así lo hizo, poniendo en peligro su seguridad personal y la de sus seres queridos. El Alcalde Salazar obró a la altura de sus responsabilidades como gobernante y como ciudadano. Algo que, en situaciones similares, no alcanzan muchos gobernantes ni muchos ciudadanos.

Pero, más allá de lo esperado, tras un silencio institucional ante sus denuncias, y el riesgo inminente para la democracia, el Alcalde asumió una posición ética, posición por la que hoy se le castiga con la destitución e inhabilidad para ejercer cargos públicos por 12 años. Alonso Salazar hizo públicas esas denuncias, aportando pruebas contundentes. Como tantos, habría podido "lavarse las manos" señalando que había radicado las respectivas denuncias. O como otros, las habría podido enviar anónimamente a medios de comunicación para que fueran éstos los que asumieran los riesgos de hacerlas públicas. Pero el Alcalde decidió "poner la cara" y cargar él con todos los riesgos jurídicos y de otra índole.

Los riesgos jurídicos no se hicieron esperar. Y es precisamente el fallo de primera instancia en la investigación que le abrió la Procuraduría General de la Nación el que hoy nos reúne para expresar públicamente nuestra posición firme e indisoluble de respaldo, agradecimiento y solidaridad total con Alonso Salazar Jaramillo.

Estamos convencidos de que las denuncias del Dr. Salazar no eran ni infundadas ni innecesarias. Que no constituyen indebida participación en política de su parte. Por lo tanto, consideramos nuestra obligación ética y nuestro derecho exigir a la Sala Disciplinaria de la Procuraduría General de la Nación, encargada de conocer el recurso de apelación, que se haga un estudio juicioso y técnico de las pruebas aportadas por la defensa de Alonso Salazar, ya que el fallo de primera instancia adolece de dicha valoración probatoria. Asimismo, solicitamos que las denuncias interpuestas ante la Fiscalía, y que son el origen de este episodio y lo que verdaderamente necesita ser investigado a fondo, sean tramitadas con celeridad y se estudien allí también las pruebas aportadas por la defensa del Alcalde. Los hechos allí denunciados son objeto de real preocupación para todos nosotros como miembros de la sociedad más directamente afectada por ellos.

Más allá del adverso momento por el que pasamos, alcanzamos a ver una enorme victoria: el triunfo de la ética sobre la corrupción que ha alcanzado un alto refinamiento en diferentes estructuras de poder. La victoria indeclinable de hacer las cosas como debe ser, cueste lo que cueste. Esa victoria es suya, Sr. Alcalde Salazar, y con usted la compartimos y defenderemos, hoy y siempre.

ALEJANDRO CEBALLOS Z.
GONZALO RESTREPO L.
NICANOR RESTREPO S.
JUAN EMILIO POSADA E.
CARLOS MARIO GIRALDO M.
RICARDO SIERRA M.
JUAN LUÍS MEJÍA A.
CARLOS RAÚL YEPES J.
HECTOR ARANGO G.
JUAN RAFAEL ARANGO P.
MAURICIO TORO B.
CARLOS ALBERTO BELTRAN A.
JUAN CAMILO OCHOA R.
IRENE GAVIRIA C.
RODRIGO VILLA G.
ALBERTO LEON MEJÍA Z.
GONZALO PÉREZ R.
CIPRIANO LÓPEZ.
DANIEL VILLEGAS D.
JOTA MARIO ARISTIZABAL C.
JUAN SEBASTIAN BETANCUR E.
CARLOS ENRIQUE PIEDRAHITA A.
JUAN GUILLERMO LONDOÑO P.
JUAN MANUEL DEL CORRAL S.
MANUEL SANTIAGO MEJÍA C.
DAVID BOJANINI G.
GUILLERMO VALENCIA J.
ANA MERCEDES GÓMEZ M.
JUAN HINESTROZA G.
LUIS ESTEBAN ECHAVARRÍA G.
JAIRO HOYOS G.
JOSÉ EUGENIO MUÑOZ M.
BEATRIZ E. URIBE R.
RAFAEL MEJÍA C.
MIGUEL EDUARDO NAVARRO D.
TATIANA ARISTIZABAL L.
GILBERTO RESTREPO V.
LINA MEJÍA C.
MARÍA CECILIA MEJÍA J.
ANDRÉS ÁNGEL V.
JOSE ALBERTO VÉLEZ.
LUIS FERNANDO RESTREPO E.
JAVIER JARAMILLO V.

martes, 13 de marzo de 2012

Delitos contra el honor




Entre nosotros las denuncias por injuria y calumnia no son más que un rezago de los duelos caballerescos que todavía en el siglo XIX eran vistos como una domesticación de la venganza. Defender el buen nombre y la honra en un juzgado penal, con el código como arma elegida y el abogado como padrino, es una manera aún más patética, por lo aburrida, de enfrentar al autor de una “imputación deshonrosa”, o de la acusación de haber cometido un delito. Sobra decir que en las denuncias actuales es difícil encontrar dos caballeros en franca lid. Lo que se conserva es el rictus severo de los ofendidos, las maneras sobreactuadas, la ostentación de la palabra honor sobre la hoja de vida de un funcionario.
Los duelos tenían la ventaja de programarse en un lugar lejano y escondido para evitar los mirones. El momento del público llegaba una vez había un perdedor tendido en el suelo. Con las denuncias penales sucede todo lo contrario. Se plantea el juicio como una forma de exhibir ante los espectadores la indignación del ofendido. No es el resultado lo que importa sino el proceso como espectáculo necesario para demostrar que se está dispuesto a “llegar hasta las últimas consecuencias”.

Lo más triste del asunto es que los polemistas de juzgado han arruinado debates que en otros escenarios habrían podido resultar divertidos y sustanciosos. Normalmente frente a la justicia las discusiones solo pueden destilar formalismo y resentimiento. La lista de los denunciantes de los últimos tiempos recorre todo el espectro político, y deja claro que en Colombia cuando usted no tiene la razón lo mejor es acudir ante un juez: la familia Araujo, Ernesto Samper, Luis Alfredo Ramos, José Alfredo Escobar, Jorge Enrique Robledo, José Name Terán, Leonor Serrano de Camargo, sindicalistas de empresas de teléfonos…
Hace menos de un año se perdió la oportunidad de abolir esa feria de vanidades en los despachos del país. La Corte Constitucional declaró exequibles -por una votación de 7-2- los artículos del código penal que describen los delitos de injuria y calumnia. En muy resumidas cuentas dijo que se trata de un enfrentamiento entre derechos constitucionales y que el código penal puede terciar en algunos casos. Además, según la Corte la jurisprudencia ha ido delimitando los delitos y ha dado cierta prevalencia a la libertad de expresión sobre el derecho al buen nombre. Supuestamente hay una protección mayor para los discursos que tratan temas públicos y hay una obligación de resistencia, de cuero duro, para quienes representan al Estado.
Pero dos fallos recientes podrían demostrar que no solo estamos frente a una comparsa solemne cada tanto sino frente a un peligro real para la libertad de expresión. El periodista Luis Agustín González acaba de ser condenado en segunda instancia por decir que Leonor Serrano de Camargo era una “politiquera” de viaja data. Cosa que se podría comprobar con la cédula de la señora y alguno de sus discursos. Y el Tribunal Superior de Barranquilla hizo lo mismo con Andrés Vásquez, un politólogo, por hacer circular algunos correos en los que culpó a José Name Terán de todos los males que padecía Barranquilla. Tal vez se le fue la mano, están el Cura Hoyos y los arroyos, pero 34 meses de cárcel y 200 millones de multa parecen demasiado.
Luego de esos tristes duelos los políticos dicen compungidos: no me quedó opción. Podrían agregar una frase de Mark Twain quien estuvo a punto de batirse contra un reportero que lo ofendió: “Si un hombre me retase en alguna ocasión, me lo llevaría con amabilidad y misericordiosamente de la mano a un lugar tranquilo para después matarlo”.

martes, 6 de marzo de 2012

La cartera de Cultura





Alguna particularidad debe tener el ministerio de cultura para que los últimos tres presidentes hayan encargado exclusivamente a mujeres de los retos de ese armazón tan prestigioso como frágil. Muchos dirán que seis ministras consecutivas son solo un reflejo del importante papel de las mujeres en el tras escena de las empresas culturales. Pero la intuición masculina me dice que la seguidilla de doce años a cargo de señoras demuestra sobretodo el hallazgo de un comodín para cumplir obligaciones de género.
Por allí han pasado, con altas y bajas, galeristas estilizadas, matronas folkloristas, damas de sociedad y ornato, políticas de cuna y carisma, tecnócratas con beca en administración y gestoras con idea y recorrido. Y por momentos uno entiende la frase de cajón según la cual la cultura es la Cenicienta del gabinete. Cada vez, a pesar de los conciertos y los saltimbanquis de las ferias, el ministerio es más silencioso e irrelevante. Está bien que cuidar bibliotecas y apoyar planes de lectura es un trabajo que se debe hacer sin ruido, pero el ministerio de cultura está corriendo el riesgo de convertirse en una agencia gubernamental para pedir recursos foráneos, filar comparsas y buscar la aprobación de leyes que libren de impuestos a algunos sectores.
Las feministas deberían pensarlo bien y exigir que les asignen definitivamente una cartera con más billetes y menos obligación a la compostura política y las frases alusivas a la diversidad. Leí sin detenimiento las memorias que dejó la ministra Paula Moreno y la verdad se nota que le gusta el trabajo y es seria. Pero luego de casi tres años no pudo dejar mucho más que informes sobre cómo se deben hacer las cosas. Quedó una relación de los temas que el ministerio abordó durante sus primeros diez años y entregó lo que la burocracia llama una hoja de ruta. Se definió el perfil de los directivos y se localizaron las posibles alianzas con las regiones y los privados. Mejor dicho, hay ministerio de estrategias culturales pero no hay como salir del organigrama.
La ministra Moreno también exhibió con orgullo su principal ejecución de puertas para afuera. El Gran Concierto Nacional que tuvo tres versiones multitudinarias, conmovedoras en las fotos, que reunieron niños y jóvenes de todas las regiones del país pertenecientes a las escuelas de música. Para el 2011 no hubo gran concierto en todo el país sino un pequeño toque en el Palacio de los Deportes en Bogotá. Dicen que fue el invierno. De modo que lo único que quedó de la ministra Moreno, exitosa según la voz de muchos, fue un manual de funciones, un proyecto que no sobrevivió un año sin su presencia y tres leyes archivadas en la biblioteca del Congreso.
Moreno hizo lo que pudo. Cuando un ministro tiene un presupuesto de menos de 100.000 millones de pesos al año para impulsar la cultura y construir programas, no le queda más que impulsar leyes y diseñar programas. Con la ministra Mariana Garcés el presupuesto ha llegado hasta los 194.000 millones de pesos. Más de la mitad de la plata se va en gastos de funcionamiento y en una sola hoja quedan las inversiones de todo el año, muchas de ellas en mantenimiento de edificios patrimoniales. Por supuesto la ministra Garcés está dedicada a impulsar leyes. Para hacer una pequeña comparación vale la pena decir que la secretaría de cultura de Medellín tuvo en 2011 un presupuesto cercano a los 60.000 millones de pesos. Cuando se creó el ministerio de cultura muchos hablaron del riesgo de que se convirtiera en un adorno, y resultó peor: un adorno barato.