martes, 29 de diciembre de 2009

Mujeres del año







Me perdonarán por la inevitable lista de fin de año. Un truco barato que hace su agosto en las páginas de los diarios de diciembre con la intención de vencer la desmemoria. Una especie de crucigrama en prosa para ir llenando con recuerdos propios mientras se lee. El tema será la pequeña definición de algunas mujeres memorables que dejó el 2009. Habrá tragedias de sangre, colmillos de coyotes, baladas sorprendentes y aventuras marinas.
La primera tiene un nombre de cuatro letras que en persa significa voz. Fue elegida personaje del año por el diario británico The Times. No era una ferviente militante política ni una activista dispuesta a la huelga de hambre o algún otro martirio. Sólo decidió acompañar, desde prudente distancia, una de las manifestaciones contra el gobierno iraní luego de las elecciones presidenciales de junio pasado. Su gesta no duró más de un minuto frente al ojo impúdico de un teléfono celular. Está agonizando en la calle, de cara al cielo, mientras un hombre intenta auxiliarla con las palabras que se le dirían a un niño en medio de un tumulto: “No temas, no temas, no temas”. Sus precarios biógrafos dicen que tocaba piano y cantaba, actividades prohibidas para las mujeres en Irán. Ahora un aura verde adorna sus fotos en las manifestaciones contra el régimen de Ahmadineyad. Neda Agha-Soltan.
Ser el hijo de una mecanógrafa y un bombero encarna una extraña paradoja, una disyuntiva entre el tedio eterno frente al teclado o las apoteosis del fuego, el llamado a realizar alguna proeza. Todo apuntaba a que la última hija de una familia numerosa de Escocia sería una olvidada voluntaria de iglesia. Adornar las bancas con cintas para la ocasión, arreglar los grandes floreros del altar, ocultarse en la multitud de un coro para cantar sin ser escuchada. La falta de oxigeno al momento de nacer y los problemas de aprendizaje garantizaban la tranquilidad de anonimato. Su facha de monja en la civil aplacaba hasta las burlas. Pero un programa concurso es también una lotería y una canción de Los Miserables -I Dreamed a Dream- puede ser una balota irresistible. Su pobre gato aún no sabe que vive con una celebridad mundial. Su número telefónico debió ser borrado del directorio y hace unos meses rechazó una invitación de Barack Obama. Pero en la Casa Blanca no se resignan: ahora está invitada a amenizar el cumpleaños de Michelle. Susan Boyle.
Es extraño que una música joven y exitosa, lista a descollar en los rankings y en las revistas, tenga hábitos cercanos a los de los ascetas y los solitarios. Luego de una nominación como mejor músico joven del año la chica decide irse a caminar a las montañas del parque natural de Cabo Bretón en Canadá. Unos días antes su diario de montañista hablaba de la soledad del bosque y el inspirado temor que puede producir. También había respondido un cuestionario a una revista de adolescentes: “Pensamiento del día: Un día voy a construir una casa en las montañas”. Dos coyotes hicieron de su historia una cruenta fábula infantil. La atacaron y solo pudo defenderse con sus gritos. Solo faltó la nieve en esa escena para un cuento de terror un 28 de octubre. Taylor Mitchell.
Puso en aprietos a un país europeo que suele agitar con orgullo la bandera de la autonomía personal. Así habló en una de sus cartas a su padre: “Voy en busca de mi libertad. No quiero saber nada más de Holanda y no pienso volver nunca”. Intentaba dar la vuelta al mundo, sola, en su velero, con apenas 13 años de edad”. Un capricho y una hazaña al mismo tiempo. Los jueces, peces negros con una lengüeta blanca bajo la boca, lo han impedido. Dicen que debe hacer sus tareas. Pero ella nació en un velero, cerca de las costas de nueva Zelanda y odia a su profesora de geografía. Que alguien la saque de la pecera. Laura Dekker.

martes, 22 de diciembre de 2009

El globo fantasma





Un cuento de Rubem Fonseca con seis detectives dedicados a seguir el rumor de un gran globo, llamado El Cabrón o El Animal, que se dice despegará desde una de las barriadas de Río y mirará a la ciudad desde lo alto con su ojo luminoso e insolente, me hizo llamar a mi agente globero en Medellín para pedir unos cuantos faroles voladores y repetir el descaro de uno de los protagonistas de El globo fantasma: “Zé de Souza un día me dijo que se caga en la ley de los tribunales y en la frescura de los ecologistas. Nuestra lucha, me dijo, es contra la ley de Newton. Cuando le hablé de los bosques me respondió que se jodan los bosques, los bosques se incendian desde hace millones de años y el mundo no se ha acabado”.
De verdad que no me extraña que los globeros de Río hagan parte de una incipiente religión que rinde homenajes a San Juan y San Pedro con sus ofrendas de papel de seda. El mechero es siempre el líder de la congregación. El encargado de formar las seis capas sucesivas de estopa y cera que alentarán al globo con su llama azul. Fernando Vallejo ha descrito bien la liturgia con nuestras palabras y nuestros santos: “El humo es como quien dice su alma, la candileja el corazón. Cuando se llenan de humo y empiezan a jalar, los que están elevando sueltan, soltamos, y el globo se va yendo, yendo al cielo con el corazón encendido, palpitando, como el Corazón de Jesús”.
La mecha debe extinguirse cuando el globo es aún un solitario punto suspensivo sobre un cielo de papel de china. No para salvar los bosques ni las benditas bodegas sino para no perderle el rastro a su promesa, para recibir el secreto de hollín en la cara al recogerlo luego de su vuelo. El rastreador, segundo al mando en la iglesia globera, es el encargado de calcular su rumbo y conocer la maraña de la ciudad para llegar primero a la algarabía del aterrizaje: “La función de esa muchedumbre es rescatar el globo, de ser posible intacto, doblarlo, colocarlo en la pick-up y llevar al animal apagado de regreso, para después soltarlo de nuevo”.
En el cuento de Fonseca también aparecen creyentes de la iglesia opuesta. Dos funcionarias municipales, inteligentes, dedicadas, fanáticas de la ecología: “Para ellas el árbol era la mejor cosa que existía en el mundo”. Las señoras se encargan de presionar a los detectives que miran indolentes los globos, que no pueden ver la maldad en un vuelo tan lento:
-“Todos los globos son una cosa monstruosa. Los globeros son una banda de criminales”.
-¿Por qué no una banda de soñadores? Son comunidades enteras las que hacen el globo. Sólo quieren ver cómo sube hacia el cielo. Lo más alto posible.”
Ya me aburrí de este diciembre de nieves imposibles al que nos condenan cada vez con más saña. Antes fue el pecado del musgo en el pesebre, ahora claman contra la ejecución del marrano en la cochina calle y piden condena para el matarife de uña larga. Y ponen sobre la mano del globero, olorosa a petróleo, los males del planeta y la suerte de los osos polares y los renos inexistentes. Oigo con gusto la conversación de pirómanos de los detectives de Fonseca:
-“Pero el globo es una cosa bonita, ¿o no doctor?
-Un incendio también.
-La cosa más bonita que he visto fue el incendio de la refinería.
-Lo bello horrible, Cão.”
Lanzaré mis globos sin remordimiento. Pensando en la campana de los bomberos, en la jauría alegre que los seguirá y el tranquilo aterrizaje del Cabrón del cuento: “Calló lentamente y tocó el agua…La inmensa boca de fierro se posó en el océano y el globo se quedó inmóvil, una carabela fantástica sobre el mar en calma”.

martes, 15 de diciembre de 2009

Francotiradores virtuales





En octubre pasado el ministro de justicia italiano pedía a los fiscales de su país una investigación a la página de Facebook titulada Uccidiamo Berlusconi. Los funcionarios del gobierno se mostraban indecisos sobre el delito imputable a los creadores del llamado a matar al bueno de Silvio. Para unos era un tipo penal llamado “amenazas graves” y para otros se trataba de “incitación a cometer un delito”. Más de quince mil personas habían respaldado el alarde creado por una alcohólica sin ánimos de hacerle daño a nadie excepto a su hígado. Ella defendía el título de su “local” diciendo que era un lugar para las expresiones bizarras. Al final, desde California los administradores de Facebook obligaron al cambio de nombre y el grupo siguió funcionando bajo un encabezado menos sonoro y más sereno: “Berlusconi ahora que tenemos tu atención, responde a nuestras preguntas”. Ahora la causa penal parecía una desproporción para el tamaño de la amenaza.
Pero la agresión física contra Silvio Berlusconi, los daños sufridos en su máscara de galán septuagenario, han vuelto a desquiciar la discusión sobre lo que significa escribir una patanería en Facebook. Los sitios que surgieron apoyando la figura del agresor luego del ataque han sido borrados, los ministros llaman a la fiscalía a ser drástica y ponen a los grafiteros de Internet en el mismo bando de los críticos en los grandes medios: todos hacen parte de una campaña de odio contra Il Cavalieri que terminó mal y pudo terminar peor. Los partidarios de Berlusconi en la red han respondido con elegancia, recurriendo más a la falsificación que a la violencia. El sitio de Facebook más popular de Italia, creado en solidaridad con las víctimas del terremoto en Abruzzo, amaneció con un encabezado de apoyo para el primer ministro. Una vez más Facebook ha demostrado ser un sitio para el desfogue de adolescentes aburridos, oficinistas cansados y universitarios con ganas de tener un millón de amigos y así más fuerte poder gritar.
Ni siquiera los servicios secretos de Estados Unidos expertos en el uso y el abuso de la paranoia le entregan mayor importancia al delirio insignificante de Facebook. Hace unos meses apareció una encuesta que preguntaba a los visitantes si querían el asesinato de Barack Obama. El rastreo llevó a los detectives hasta el computador de un menor de edad que había lanzado la pregunta en una tarde de tedio. Quería ver respuestas en su página e intentó una encuesta original. Edwin Donovan, el vocero del servicio secreto, dijo que el menor no tenía intención de causar daño al presidente y que no se levantarían cargos contra el niño ni contra sus padres. “Caso cerrado. Probablemente podría caracterizarse como un error”.
La verdad es que el niño no logró la originalidad que pretendía. Más de quinientas páginas de Facebook comienzan con el “Matar a …” como invitación. Ese matar se ha convertido en un código para el llamado a una comunidad de aficionados al insulto contra cualquier personaje público, sea Chuck Norris, Jerónimo Uribe o Diego Maradona. Los fiscales deberán mirar con atención cada caso si no quieren terminar encartados con un pabellón de tontos que solo intentaban jugar a los barras bravas de la política o la farándula. Instigar no es sinónimo de gritar. Aunque el grito pueda ser uno de los medios de la instigación.
En Italia el asunto es preocupante porque la nueva aura de víctima de Berlusconi podrá servir para llegar a la censura. A comienzos del año la película Shooting Silvio fue bloqueada en la televisión Italiana y en proveedores de cable. Silvio sabe que la ficción también es un terreno peligroso.

martes, 8 de diciembre de 2009

Retrato escrito




La peregrinación de cada comienzo de diciembre hasta la casa marcada con el número 45D-94 en el barrio Los Olivos, en Medellín, me obligó a abrir la novela Happy birthday, Capo. En últimas, el trabajo de un escritor es mejor alimento para la curiosidad que la cháchara del taxista que nos lleva hasta los bajos de la comuna 13 y nos señala una fachada. En el libro de José Libardo Porras están los últimos revoloteos de Pablo Escobar, una polilla que da tumbos entre remordimientos, paranoias, sueños y la tentación del teléfono. Son ocho largas horas en la compañía de Inés, la cocinera con todas las medallas a la lealtad, y Corozo, un lavaperros como cualquiera, con agallas y sin hígados, aburrido bajo las modorras de la marihuana y receloso de la figura derrumbada del Patrón.
Todo se ve deforme desde las ventanas de esa casa que aparenta normalidad. Como si sus habitantes solo pudieran ver a través de la mirilla de la puerta que amplia la realidad con su ojo de pescado. Pablo Escobar dedica buena parte de la mañana a vigilar a los recicladores de la esquina. Le parecen temibles y envía a Inés, su única posibilidad de agente encubierto, para que los indague. Ahora los albañiles que trabajan en la casa del lado están muy silenciosos. Por qué apagaron el radio, por qué ya no suenan Las mañanitas en versión de Javier Solís. “¿Albañiles?, dudó, ¿recicladores?, quién sabe”.
Las relaciones entre Corozo y el Capo se han ido enturbiando en medio de la decadencia y el tedio. Pablo se ha levantado primero que su guardaespaldas, ha descubierto el olor a marihuana debajo de su puerta, ha oído sus ronquidos: cómo se atrevía a dormir así en su presencia, sabiendo que él no podía conciliar el sueño y le pagaba millones para que velara a su lado. El Patrón sintió el piso sucio, andaba descalzo todo el día, y no pudo contener su rabia: “Póngase a barrer y a trapear, ¡güevón! Esta casa está muy sucia”. De ahí en adelante todo fue desconfianza entre el rey y su peón de brega. “Qué va, esta guerra no es mía”. Piensa Corozo y pone en la balanza los dos mil quinientos millones de recompensa. Qué habría hecho yo teniendo a la mano, a la distancia de una traición, dos mil quinientos millones de pesos, se pregunta Pablo Escobar mirando una vieja revista Fortuna de 1980 con un gracioso titular: “Rico McPablo”.
Los noticieros de televisión y los periódicos, antiguo vicio del Patrón, ahora están prohibidos. Los medios se pasaron mostrando el peregrinaje de indeseables de su esposa y sus hijos. Ahora no los quiere ver. Así que las mañanas de insomnio y las tardes de calor con las cortinas corridas pasan más lentas. Oyendo los ladridos de los perros, el silbido del sereno, los gritos de los voceadores: “La uva Chilena, a mil pesitos la libra, el que no la lleve es porque está pelao”. Un ejercito menor, las milicias del ELN, cobra la cuota de mantenimiento a todo el mundo en el barrio. Lo suyo es apenas un juego de pandillas, un murmullo que el avión de interceptaciones que sobrevuela la ciudad no podría detectar.
Inés prepara arroz con huevo y tajadas de plátano maduro. El olor logra que esa casa de desahuciados, con tres materas de anturios en la sala, colchonetas en las piezas y una cocina con cuatro platos Made in China, vuelva a tener un aire de familia. En sus últimos desesperos Pablo decide quemar los libros que han llenado sus hazañas de mentiras. Corozo ha logrado salvar No nacimos pa’ semilla y lee la historia ya sabida desentendido del mundo, con la Ingram en el suelo. Tocan la puerta y San Judas Tadeo nada puede hacer. Causas perdidas.

martes, 1 de diciembre de 2009

Otra dosis





Terminó el tiempo para los argumentos constitucionales, los reparos de procedimiento, las réplicas liberales y las marchas de sí al bareto y no Alvarito. Antes del 16 de diciembre la Constitución colombiana tendrá un artículo que corresponde a los empeños morales del Presidente más que a los principios del Estado. La voluntad de un solo hombre, su porfía de cruzado, puede lograr que el país ponga algunos de sus lemas personales en la Constitución. Una insignia populista para lucir al interior y una postura severa para exhibir más allá de las fronteras.
Pero a pesar de su apariencia inútil la retórica puede tener consecuencias en las calles, en los calabozos de las estaciones y en los baños de los Centros de Atención Inmediata (CAI) de la policía. En una reciente columna sobre el capricho presidencial con el tema de la dosis mínima, Jorge Orlando Melo criticaba la costumbre nacional de prevenir una conducta indeseable a punta de leyes o artículos constitucionales. La lógica según la cual si no es posible detener al jíbaro es necesario perseguir al comprador ocasional. Al final, Melo se tranquilizaba calificando la reforma en ciernes como “un puro saludo a la bandera, sin ningún efecto. Una reforma insensata, pero inocua e inane.”
Melo tiene sus razones para el optimismo: la reforma terminó hablando de prohibición y no de penalización. Los tribunales médicos que le gustan a Fabio Valencia le parecieron peligrosos hasta a Nicolás Uribe ¡Un Uribito más! Pero bueno, al menos le dio pudor impulsar las camisas de fuerza del Estado terapéutico. Por ahora no habrá más que una prohibición en abstracto en un artículo de la Constitución. Sin mebargo creo que luego de 15 años de estar obligados a guardar ciertas formas frente a los consumidores, los policías se saborean su revancha. Se ha renovado un aval para su juego de pequeñas extorsiones al portador de un barillo silvestre. No hay un marco para aplicar la prohibición así que los policías tendrán un interesante margen de maniobra. Los supuestos enfermos, ya que el espíritu fraternal de la reforma fue dibujar al consumidor como un apestado y no como un delincuente, quedarán en manos de los médicos más peligrosos: los policías. Ellos tomarán las medidas “pedagógicas, profilácticas y terapéuticas” de las que habla el gobierno.
Pero incluso la reforma podrá resultar contraproducente para el supuesto fin proclamado hace unos días por el ministro del interior: “ir por los jíbaros”. El tono de Valencia Cossio me recordó a Harry J. Anslinger, el primer comisario de narcóticos gringo cuyas declaraciones en los años 30 pasaron poco a poco de alarmas contundentes a piezas humorísticas. Decía que es muy posible que la lógica de los policías sufra una pequeña mutación: “Para que meterse en problemas siguiendo el negocio de los jíbaros, más lisos y más peligrosos, si es posible jugar un rato con los consumidores, más asustadizos y más rentables”.
Estamos entonces en los tiempos de enfrentar la nueva actitud de los policías frente al consumidor recreativo. Se acabó la hora de los argumentos y pasamos a la etapa de los tormentos. A pesar de haber estado hace unos años en cuclillas en el baño de un CAI por culpa de un cogollo apretado en una pipa de madera, tengo que decir que los policías se comportaron con relativa prudencia. Se quedaron con la pipa y el moño, le encontrarían cliente fácil en Chapinero, y soltaron un insulto juicioso en vez de una patada. No hubo extorsión. Me temo que la reforma sí tendrá efectos: cambiarán los protocolos policiales y la prima navideña de los agentes.