martes, 24 de febrero de 2015

Necesidad imperiosa






Los caminos del imperio son inescrutables. Durante un poco menos de dos décadas Estados Unidos ha sido el socio capitalista detrás del avance del ejército colombiano frente a las farc. Los consejeros militares han pasado por la mesa de tres gobiernos y los procesos por narcotráfico en los tribunales del norte han servido como espantajo o escarmiento para guerrilleros y paracos. Pero los gringos pueden ser tan pragmáticos como los chinos que no reparan en el color de los gatos. Ni en la forma de neutralizar a los ratones.  Ahora llega a Cuba un consejero civil con la terea de acompañar al gobierno y al secretariado luego de dos años largos en La Habana. La llegada de Bernard Aronson puede convertirse en un impulso definitivo para la negociación. El apoyo de los socios recelosos es más importante que el de los acompañantes incondicionales. Algo dice la bienvenida amistosa de Iván Márquez al vocero del imperio.
Una revisión al papel de Aronson en la negociación en El Salvador a comienzos de los noventa puede servir como precedente sobre su labor actual en mesas y tiempos distintos. En 1991 Estados Unidos brindaba, en declaraciones públicas, su apoyo al gobierno de Alfredo Cristiani y repudiaba al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. La entrega de las armas era una condición inamovible para que el gobierno de Bush se acercara al proceso. “Pero a veces lo aparente no es lo real”, según las palabras de Roberto Cañas, miembro del equipo negociador del FMLN, al explicar cómo avanzó el proceso en México y Nueva York.
En abril de 1991 Aronson viajó a El Salvador para convencer a Cristiani de flexibilizar sus posiciones y mover a la élite económica y al partido Arena hacia la aceptación de cambios en el sistema electoral, la conformación de una comisión de la verdad y la protección de los Derechos Humanos. En el momento más difícil del proceso, cuando se negociaban los cambios en las Fuerzas Militares salvadoreñas y sonaban los cascabeles en los cuarteles, Estados Unidos advirtió en voz baja que no admitiría golpes.
En diciembre de 1991 Aronson llegó sin previo aviso al hotel Manhattan East donde se alojaba la plana mayor del FMNL. Cinco horas duró la conversación con los guerrilleros y Aronson los instó a negociar con las “cartas abiertas” y les dijo que Estados Unidos no veía “los acuerdos como un mal necesario, sino que creían en las reformas que se habían negociado”. El gran enemigo exterior surgía como garante. No es raro entonces que Jorge Schafik Handal, coordinador de la comisión negociadora del FMLN, le diera un gran crédito al papel de Estados Unidos durante el discurso de la firma definitiva del acuerdo en el castillo de Chapultepec, en México: “El FMLN desea reconocer al gobierno de Estados Unidos su cooperación para que la negociación alcanzara sus frutos, particularmente desde la ronda de negociaciones en septiembre del año pasado en Nueva York”.
Los guerrilleros salvadoreños tienen la idea de que sin la ayuda de los gringos habría sido imposible firmar un acuerdo. Por su parte las fuerzas militares y Arena creen que la participación de los americanos fue más un formalismo que un impulso cierto. Es posible que no quieran reconocer algunas palmaditas que parecían empujones. En ese momento el escenario mundial estaba marcado por el inminente fin de la guerra fría. Ahora estamos frente al deshielo en Cuba ¿será que el empujón de los gringos resulta más efectivo que la paciencia de los noruegos?




martes, 17 de febrero de 2015

Familia política










Los políticos construyen poco a poco una especie de árbol genealógico en el que van regando el ADN de sus afectos, sus intereses, sus ideas y sus apremios electorales. Esa maraña de funcionarios, hojas de vida, comparsas de tarima, secretarios privados y consejeros ocultos se convierte en una familias numerosa y problemática, imposible de invitar completa a las fiestas y de presentar con orgullo en las reuniones, con miembros ventajosos y díscolos, con peligrosos primos de ocasión y tíos ensimismados, con supernumerarios indeseables y diputados vergonzosos. Pero en la política lo importante es sumar, se ha dicho siempre.
En épocas ya idas un gran cacique liberal decía manejar veinticinco mil puestos públicos en Antioquia. Era su orgullo y su poder. Las palabras clientela y parentela parecían una sola y los archivadores eran la gran herramienta de los caciques a falta de los hombres del computador. Los políticos construyen el álbum de su gran familia foto a foto, contrato a contrato, voto a voto, entre abrazos y desplantes. El resultado es un vademécum con fines privados, una especie de agenda para alardear en el directorio. De puertas para afuera es mejor no exhibir algunas páginas y purgar el álbum. Cuando se muestra completo suele parecer un prontuario.
Por eso, una buena estrategia para diferenciar a los políticos es darle una mirada a la estirpe construida en sedes de campaña, oficinas públicas y tarjetones. Miremos el álbum del más bulloso de los últimos tiempos, un hombre que grita su pulcritud a pesar de servir y servirse de condenados de todos los colores y calañas. En la familia cercana a aquel presidente se encuentra un primo muy hermano de los paramilitares. Hace tres años salió de la cárcel y nada se sabe del que nada se supo cuando era hombre público. Lo suyo eran los susurros. El hombre que lo reemplazó en el Congreso también fue condenado. Su partido, Colombia Democrática, murió por sustracción carcelaria de materia. También estuvieron al lado del jefe de entonces los partidos Convergencia Ciudadana, Colombia Viva y Alas Equipo Colombia. En realidad crecieron a su lado, eran simples franquicias regionales que de la mano de los paras y del poder presidencial ampliaron su fuero político: Gil, Araujo, Maloof, Suárez son apellidos que dan pistas del proselitismo duro. Y como ahora se habla de las listas cremallera hay que recordar a Rocío y Eleonora, las comadres que hicieron lo propio en el Bajo Cauca para que llegar hasta Córdoba fuera más fácil. Allá lo esperaba Miguel de la Espriella para servirle de puente con las AUC. Está la declaración del congresista condenado y la foto de su jefe como padrino, cargando a uno de sus hijos en un bautizo muy blanco, de esos de tierra caliente. En Sucre estaba Salvador Arana, asesino y exembajador en Chile del gobierno que quería evitar la hecatombe.
Ahora que se habla de los contratos del Fondo de Programas Especiales para la Paz es bueno recordar a los “oenegeros” del gobierno anterior. Entre quienes movían los helicópteros y prestaban seguridad están ‘Guillo’ Ángel y Juan Felipe Sierra. Porque es más fácil hacer la paz armando a los amigos que desarmando a los enemigos. Y ya que hablamos de pillos de corbata y gafas oscuras hay que recordar a Noguera y Narváez, un jefe infantil que cubría a un subalterno perverso. Ese par mandaban el DAS cuando no habían llegado los buenos de Peñate y Hurtado, simples grabadores. Nos hemos acercado al uniforme y hay que ponerse firmes para la foto con Rito Alejo del Río y Carlos Alberto Ospina, uno en la sombra y el otro cubierto por sus soles. Para cuidar la espalda del expresidente dejamos al general Santoyo, que cobraba sueldo en todas las oficinas posibles.
En ocasiones toca admirar esa triste especie que constituyen los políticos solitarios, los que buscan curarlo todo con un gesto tembloroso.




miércoles, 4 de febrero de 2015

Cargar la cédula







A nueve meses de las elecciones regionales la cédula de ciudadanía se convierte en tarjeta débito con posibilidad para un solo retiro y anzuelo para los pescadores de gorra y camiseta con un número al frente y un signo pesos escondido en la marquilla. La cédula, la huella y la equis sobre el tarjetón invitan a caminar a quienes cortejan dirigen, convencen, obligan. Muchos intentan que no haya diferencia entre esas palabras. En los tres meses de inscripción de cédulas que se abrieron hace cuatro años llegaron hasta las mesas de la Registraduría 3.941.593 ciudadanos, votantes nuevos, frescos, ansiosos. Eso es cerca del 22.5% de quienes participaron en las elecciones de octubre de 2011, casi una cuarta parte serían entonces votantes primerizos en el cubículo o nuevos en el municipio donde ahora marcan un candidato a la alcaldía. En esta ocasión serán 10 meses de inscripciones y los datos de quienes van llegando a las mesas pueden indicar riesgos y dueños, trasteos y desplazamientos.
Hace poco la ONU presentó una lista de 127 municipios donde el gobierno tendrá que enfocar sus esfuerzos para el cacareado postconflicto. En el mapa sombreado esos municipios se superponen casi perfectamente a los señalados por la Misión de Observación Electoral (MOE) con  riesgos en los comicios asociados a la violencia. El 70% de esos municipios están en el Cauca, Antioquia, Nariño, Chocó, Caquetá y Norte de Santander. Serán los escenarios claves para evaluar un proceso con las Farc todavía en armas pero con intenciones de jugar un papel político desde ya y con actores legales mucho más cerca de sus ideas y estructuras. El proselitismo armado podrá descalificar una negociación que en octubre debe estar en el momento de las definiciones. Una posible refrendación en la misma fecha hará que las elecciones sean además una prueba internacional para la credibilidad del gobierno y el país. La MOE presentó, también hace poco, una alerta sobre inscripción atípica de cédulas para las elecciones de 2011 y 2014. Son 125 municipios y al cruzarlos con los reseñados por la ONU como zonas de presencia histórica de las Farc y otros actores, apenas diez aparecen en ambas listas. La MOE ha dicho que sería muy útil tener acceso semana a semana, día a día, a los números de inscripciones por municipios. Eso entregaría un mapa de riesgos actualizado y no una foto vieja para hacer suposiciones.

Por ahora, según parece, las grandes amenazas armadas para las elecciones parecen venir de las Bacrim. Solo cinco municipios de la Costa Atlántica están en la lista de Naciones Unidas asociada a los líos con las Farc. Pero el otro postconflicto, el de la desmovilización de los paras, tiene actores con intereses electorales en la zona y han regresado las siglas AUC y las amenazas contra líderes que aspiran a jugar un papel en alcaldías y concejos de Sucre a la Guajira.  Desde hace tiempo convivimos con las mafias en las elecciones, pero las próximas pueden marcar un punto clave en el fracaso definitivo de un proceso que cumple algo más de ocho años y el posible éxito de uno que según dicen podría firmarse este año.