miércoles, 13 de marzo de 2024

Plegarias no atendidas

 

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Plegarias atendidas | Penguin Libros

 El original de Laura

Es normal que los escritores amen sus papeles y sueñen con sus primeras mecanografías, con los rayones iniciales de su imaginación. Nadie renuncia fácilmente a las promesas que han costado sudor. Y también es lógico que detesten a los personajes que no logran caminar según su gusto o se alejan de sus habilidades en la mecanografía. Y que duden del balbuceo de las primeras páginas y de la valía de la tinta todavía fresca. Los manuscritos son, hasta para los autores consagrados, seres traicioneros, animales que no han mostrado del todo su carácter y pueden resultar crueles por defecto, venenosos, deformes al ojo de los lectores. Esa doble condición ha hecho que muchas veces los libros inacabados e insatisfactorios no conozcan el fuego ni las picadoras de papel, que simplemente se condenen por autores incapaces de hacer cumplir la pena. De modo que dan dos órdenes contradictorias, “quemen esa basura, pero entre tanto guárdenla en una caja fuerte”.

Hijos, esposas, amigos o editores se ven obligados a guardar con celo los embriones. Su obligación, como albaceas, es hacer cumplir la voluntad del difunto. Pero casi siempre se inclinan por la voluntad de los lectores, las casas editoriales, los críticos literarios y los académicos en busca de los secretos creativos ¿Tienen derecho los testamentarios a desobedecer a sus testadores, a exponer sus póstumas penurias? La pregunta ha regresado luego de la publicación de la novela que García Márquez no quería que se viera en agosto ni en ningún otro tiempo. Las respuestas de los hijos han resultado cuestionables para muchos: “Cuando leímos las versiones nos dimos cuenta que el libro estaba mucho mejor de lo que recordábamos, entonces empezamos a sospechar que al igual que Gabo perdió la capacidad para escribir, también perdió la capacidad para leer, la capacidad para juzgar sus propios escritos”, dijo Gonzalo García Barcha. Y agregó que en un acto de generosidad de resolvieron poner el gusto de los lectores por encima de la negativa de su padre a que fuera publicado.

También Nabokov fue traicionado por su esposa y su hijo con la publicación de El original de Laura, apenas un esbozo de novela escrito en 138 fichas y guardado en una caja de zapatos. Dmitri Nabokov se pregunta en el prólogo: “¿Merezco que se me condene o que se me dé las gracias?” Lectores, editores y libreros siempre le darán las gracias. Queremos leer no solo lo que los genios celebran sino también lo que reprochan de sus oficios. Y nada, por magro que sea, podrá debilitar sus grandes obras. Pero sin duda poner a un grande en evidencia, mostrar su cansancio creativo, sus pasos inseguros, su manera de copiarse mal a sí mismo puede ser una afrenta. Nabokov, el escritor no el rescatista, lo tenía muy claro. Alguna vez le preguntaron si mostraría sus borradores y respondió en una de sus Opiniones contundentes: “Sólo las nulidades ambiciosas y los mediocres cordiales exhiben sus borradores. Es como hacer circular muestras de la propia saliva”. Nunca sabremos qué pensaría Kafka del atrevimiento de su amigo Max Brod que no solo guardó y publicó sino que “pulió” su obra póstuma. Pero el papá de Franz tuvo la culpa por entregar los cuadernos a quien respetaba más el genio que la voluntad de su amigo.

Tal vez el más valiente de todos los autores en trance de publicar lo imperfecto haya sido Truman Capote, quién según dicen mandó al olvido definitivo tres capítulos de su fallida novela Plegarias atendidas. Nunca se encontraron los capítulos prometidos, Capote al parecer estaba muy cansado del personaje que encarnaba y sabía que ni familiares ni amigos ni expertos atienden las plegarias de los autores que se pretenden pirómanos.

miércoles, 6 de marzo de 2024

Habitante con calle

 



 

 

Miran a lado y lado antes de cruzar la calle. Saben de equilibrio, del abismo de las aceras, de advertencias y escarmientos. Muy pocos conocen el reino de sus noches pero se les notan los estragos. Viven en la calle sin pertenecer solamente a la sociedad del bazuco, el alcohol rebajado y el perico cortado. Algún secreto hace que se mantengan a flote, alguna voz, una memoria, una promesa incumplida, una cuenta por cobrar.

De modo que cuando toca caminan con la mirada al frente, y ofrecen servicios de mensajería, celaduría, búsqueda y rastreo de objetos perdidos, gangas de objetos encontrados. Cambian billetes, consiguen periódicos viejos, botan escombros, apilan cajas de cerveza, negocian con el jefe del cuadrante, averiguan precios, revenden vicios. Freelancean en el más rudo de los mundos. Y gastan con juicio.

Los habitantes con calle tienen la cabeza mejor puesta que nadie. Logran vivir en el mundo del puñal y el cartón y, al mismo tiempo, tener un pie en la sociedad que reclama el aseo, el silencio, la sobriedad, el saludo y los 32 dientes. Rebuscan y reencuentran. Tienen madrinas y defensores, jefes y benefactores. Y amigos más allá de las promesas de la menuda. Porque la mendicidad no es lo suyo, son más del intercambio y el cuento. Piden, pero explican con una elocuencia y una extensión que hacen obligatoria la generosidad.

Los he visto caminar en figuras y estilos variados. Derrochando simpatías o reclamos según la ocasión.

El más organizado lo conocí viviendo en un carro abandonado, el asiento de atrás como sofá cama y un closet de basura en el resto de su Mazda. Tenía carro pero trabajaba en bicicleta en las tardes. Huraño y respetado en el vecindario de talleres. Sin perro porque ladraba suficiente. También he visto a un pequeño monje que camina entre quebradas de barrio, siempre de pantalón y camisa negra, con barba, tonsura y un morral a la espalda. Lo distingue su vara en la mano, que sirve como dignidad, no como bastón ni arma, porque camina y sonríe con un pacifismo que preocupa a quienes esperan el verde en el semáforo. Es seguro que con la vara que mide no es medido. Y cada tanto me visitan dos hermanos que juntan cojeras y comparten andrajos. Uno se encarga de las conversaciones y los negocios mientras su hermano asiente sin decir palabra. Pero digamos que los dos cuentan a su manera. Entonces, inventan caminatas imposibles en busca de un par de zapatos. Dicen, además, que llevan años tras una carreta para arrastrar sus latas y botellas, lo repiten con tanto ahínco que parece más una mentira que una verdadera ilusión. Estoy seguro que no los veré arrastrando esa carreta, podría ser su perdición en esas lomas. No es fácil diferenciar a los dos hermanos, les pasa como a los acróbatas espejo de los circos sin equilibrio financiero.

Hay un personaje célebre entre esta colección de quienes bordean las esquinas y retan los bajos de los puentes. Se dedica al diseño estrafalario y surreal, al rompecabezas disparatado de lo que recoge y trueca: una pista de carros en un vinilo, un radio moribundo adornado por dos dinosaurios, un sombrero con tres lápices como antenas. Puede ofrecer un molinillo y un balón de básquet en la misma promoción… Y así se va solventando. Otro más punketo, con un zapato un día sí y otro no, con pipa y sin boina, vive del patrullaje, hace de Rappi pero a pata. El cigarrillo es su moneda oficial. Empuja carros y lava motos. Lo he visto invitar a pizza y robar cable.

Valen esos personajes que nos cuentan un poco de la vida en el otro lado, que nos dejan ver por esas ventanas temidas y saludan a diario al mundo que los atropella. Son los que traen las palabras nuevas y los trastos viejos.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Raza cósmica


José Vasconcelos Calderón, La Raza Cósmica, 1925

 


 El presidente Petro no desvaría cuando menciona la “etnia cósmica” durante su discurso en el Liceo Francés en Bogotá. Solo reseña sus lecturas, las mezcla con sus sueños utópicos y con sus ansias de entregar una lección moral a cada paso. Lo que para muchos fue una nueva expresión para los memes, en realidad resulta ser un retrato del presidente y algunas de sus ideas y obsesiones. Que la frase haya sido pronunciada en un colegio le entrega otro sentido, porque el presidente es sobretodo un ensayista primíparo, uno que improvisa cuando apenas ha tomado las notas preparatorias.  

La frase invocó de nuevo ese afán universal del presidente, ese hombre que levanta la mirada hacia el infinito, más allá de las preocupaciones pedestres del presupuesto. El encuentro entre las razas mediterráneas y caribes, dice Petro, creó una expresión cultural que aún brilla: “Los latinoamericanos capaces de irradiar la humanidad. Me critican la frase del universo… porque yo sí creo que la misión de la humanidad es el universo y solo nos lo impide estarnos matando entre nosotros mismos, y por tanto somos etnia cósmica, decía Vasconcelos…”

Petro olvida el nombre exacto del ensayo del mexicano José Vasconcelos, Raza cósmica, publicado en 1925, pero es seguro que recuerda muchas de las ideas principales, un poco delirantes unas, un tanto riesgosas otras y llenas de sobrevuelos imaginarios casi todas.

Primero, el enfrentamiento Norte-Sur, donde los sajones, blancos y ajenos a mezclarse, vivirán la decadencia, esa “civilización blanca basada en el combustible”, en la fuerza del motor: “del fogón y de la estufa precede
todo el maquinismo que está transformando al mundo”. Destruyendo al mundo, se agregará más adelante. Luego se resalta la misión universal de una nueva raza surgida del mestizaje, una estirpe que ve “el triunfo del ser en la conquista del universo”, esa misma que aún irradia al mundo según el discurso del presidente. También está la pasión amorosa para romper las barreras políticas que recuerda la política del amor del presidente, “la vida fundada en el amor llegará a expresarse en formas de belleza”, escribió Vasconcelos.

Pero tal vez el fragmento más revelador está en la definición del amazonas como un territorio donde se “librarán batallas que decidirán el destino del mundo y la suerte de la raza definitiva”, un sitio ideal para levantar la “Universópolis” que expandirá por todo el mundo la sabiduría: “Con los recursos de semejante zona, la más rica del globo en tesoros de todo género, la raza síntesis podrá consolidar su cultura”, escribe Vasconcelos que hace 100 años parece copiando al Petro de hoy. Y el clima, ¿cómo no? América Latina tiene las tierras fértiles, los recursos naturales, el clima y el agua para salvar el mundo en una nueva utopía. Petro y Vasconcelos parecen contertulios de café.

El libro de quien fuera ministro de instrucción pública en México y candidato presidencial, también resalta la necesidad de una Latinoamérica unida más allá de las banderas provincianas de los “paisitos” recién creados, y resalta “las advertencias geniales” de Bolívar. Esa unión le permitiría asimilar el mestizaje y cumplir su “misión universal”.

El ensayo de Vasconcelos podría ser de algún modo un manifiesto del presidente. Es la manera como lo que se cree un meme puede ser en realidad una biografía política y espiritual. Y así discurre la presidencia de Gustavo Petro, entre reseñas filosóficas y cantos a la utopía, entre ensayos elevados para los auditorios y ensayo y error para las urgentes tareas de escritorio.