miércoles, 2 de julio de 2025

La conjura de un necio

Petro y la arrogancia twittera: un riesgo para Colombia

 

Hace apenas un año Álvaro Leyva era el hombre de las audacias jurídicas en el gobierno. Su tesis, según la cual el acuerdo con las Farc hacía parte del bloque de constitucionalidad y su actual incumplimiento daba facultades al presidente para convocar a una asamblea constituyente, fue mencionada varias veces por Gustavo Petro como una interesante posibilidad. El actual ministro Montealegre ha sido desde siempre un promotor de esa idea que Leyva trajo a cuento como Canciller.  El enemigo de hoy era el guía de los pasos más atrevidos y riesgosos del ayer.

Leyva ha demostrado ser un hombre con imaginación y confianza en sí mismo, un especialista de negociaciones a puerta cerrada, un amigable componedor de componendas, un razonero con buenas relaciones exteriores y habilidad para colarse en cuanto proceso de paz aparece. Un hombre con muchas mesas. En el acuerdo con las Farc fungió como asesor jurídico cercano a Iván Márquez. Sus declaraciones muestran que todo el tiempo está convencido de que sus buenas maneras y su gran juicio llevarán a una solución histórica. Bien sea en Caracas o en Gaza. Leyva de verdad se la cree. Y durante dos años el presidente le creyó.

Sus recientes cartas, con una prosopopeya de pergamino, mostraron sus ansias de estar de nuevo en la vanguardia de decisiones históricas. Si no se puede con acuerdos entonces que sea vía crisis. Leyva, que salió del gobierno en buenos términos, señalando a Petro como su amigo y reiterándole su admiración, lanzó su serie de cartas para descalificar personalmente al presidente. Habían pasado si acaso ocho meses de su renuncia y tuvo un ataque súbito de memoria sobre acontecimientos que supuestamente presenció y mostraban la incapacidad de Petro para gobernar.

Ahora se conocen los audios donde busca ambientar un golpe contra el presidente. Los interlocutores más importantes que se mencionan no hablaron con Leyva. Habló al parecer con algunos asesores de los dos representantes por el Estado de Florida. Pero Leyva juraba que estaba a veinte días de tumbar a Petro. No hay pruebas de reuniones con nadie en Colombia, no hay menciones de militares, la vicepresidenta asegura no haber hablado con Leyva después de su renuncia como canciller. Pasamos del ruido de sables del que se habla en Colombia cuando asoma el fantasma golpista al tintineo de los cubiertos en los audios de Leyva.

La conspiración de Leyva, un complot al parecer íntimo, recordó los años de Samper, cuando el notablato bogotano se reunía a manteles día tras día a buscarle una “salida a la crisis de legitimidad del gobierno”. Tal vez Leyva tenga también un ataque de nostalgia. Carlos Castaño dijo en su libro que Leyva estuvo por allá anunciando un acuerdo de paz para tumbar a Samper y convocar una constituyente. Samper ha hablado de una verdadera conspiración que iba en tres vías: la social que se regaba con whisky, la ideológica que tenía a la derecha dura y ya había redactado el decreto de conmoción y la de sangre que incluía paras y militares. Semana habló de un posible golpe y puso al general Harold Bedoya en la portada. Y estaba Myles Frechette, el embajador gringo, que dijo que en todos los cócteles algunos ciudadanos preocupados le preguntaban por la posición de Estados Unidos ante un posible golpe: “Mire, presidente, hay gente por ahí que anda preguntando cuál sería la reacción de E.U. frente a un golpe de Estado y yo les he dicho muy tajantemente que bajo ningún punto de vista sería aceptado”, le dijo Frechette a Samper en la Casa de Nariño. El asesinato de Álvaro Gómez y el atentado al abogado de Samper hicieron que todo tuviera una relevancia más allá de los cócteles.

Hoy las condiciones para una conspiración golpista parecen imaginativas, estamos en los tiempos de un conspireta en solitario. Leyva ha regado gasolina a un incendio propicio, le ha dado el guión ideal a las películas del presidente.

 

 

 

No hay comentarios: