miércoles, 27 de abril de 2011

Rezar sobre mojado




Para quienes miramos la Semana Santa desde la orilla de la curiosidad pagana el fervor será siempre un misterio. Nunca es fácil reconocer a los actores de la fe y a quienes de verdad están poseídos -perdón por la palabreja- por una creencia y por un ánima. Durante el domingo de ramos, en una de las procesiones que convierten a la ciudad en una colección de pueblos pintorescos, un niño de unos 8 años gritaba frente al redentor tambaleante en su burro de utilería: “Jesús te amo, Jesús te amo”. Uno creería que Jesús, el Salvador, es una figura apropiada para resolver los imposibles interrogantes que se enfrentan en la infancia. Un comodín que se adquiere a cambio de una certeza.
Sin embargo, el asunto no es tan sencillo. Durante la Semana Santa el Papa Benedicto XVI accedió a presentarse como entrevistado en un programa de la RAI, la televisión pública italiana. Ratzinger que al comienzo parecía un Papa para el claustro ha salido del cascarón y ahora tiene más presencia en los medios que el mismo Wojtyla en sus mejores tiempos. Llegaron más de 3000 preguntas y se eligieron 7. Durante hora y media el vicario de Cristo en la tierra intentó responder por fuera de una teología intrincada, dedicado a la catequesis de una poética sencilla. “¿Por qué los inocentes siguen sufriendo?”, le preguntó una niña de 7 años que vive en el Japón. “Eso mismo me pregunto yo -contestó Benedicto XVI-, pero solo te puedo decir que algún día entenderemos que hasta el sufrimiento que nos parece injusto es parte del diseño de Dios para nosotros”. La niña no tuvo más que aceptar con resignación. Pero su cara era muy distinta a la del pequeño extasiado que vi cerca de la iglesia del barrio Campo Valdés en Medellín. El comodín solo dejaba nuevas dudas: unas terrenas y otras celestiales.
Durante sus sermones de en la Basílica de San Pedro el Papa se dolió por la indiferencia del mundo ante Cristo: “¿sentimos en nuestro interior el impulso de ir a su encuentro?… ¿O somos, más bien, indiferentes, distraídos, ocupados totalmente en otras cosas?” Según Benedicto XVI los hombres no quieren aceptar a Dios y a Cristo tal y como son, y no como nos gustaría que fuesen. La niña del Japón debe aceptar los misterios del sufrimiento… y los de la radiactividad, añade el cínico. También hubo, como es de rigor, una condena al egoísmo.
Pero como la realidad no castiga ni con palo ni con rejo, el Vaticano debió soportar durante el fin de semana de sus apoteosis, el Vía Crucis de una montonera de gitanos. Ahora es el mundo diciéndole al Papa que debe aceptarlo tal y como es. Los gitanos llegaron hasta los alrededores de San Pedro huyendo de las redadas del alcalde de Roma. El sábado se les impidió el acceso a la Basílica por la guardia vaticana, que parece disfrazada pero también cumple funciones terrenas. Luego evacuaron a algunos y al final la caridad cristiana les ofreció 500 euros si tomaban un tren hasta Rumania. El alcalde de Roma puso 500 más sobre la mesa.
Luego de esa colección de estampas de Semana Santa intenté sacar algunas lecciones preeliminares. Parece que solo el fervor -esa especie de inspiración temeraria- es posible. Ni el mundo tiene respuesta para los para los jerarcas de la iglesia, tanto que se empeña en hacer imposible el cumplimiento de los sermones; ni Dios logra explicar a su rebaño las injusticias renovadas. Solo el niño fervoroso, que tal vez solo mentía para ganar un tiquete al cine al día siguiente, logró que su reino fuera de este mundo.



miércoles, 20 de abril de 2011

Pirámide con palacio




Hace apenas dos años y medio el país miraba entre conmovido y risueño los estragos que dejó un pintoresco estafador en los pueblos petroleros y coqueros del sur. Nuestro viejo oeste. La estrategia del pícaro de turno fue magistral: reemplazó las rogativas cotidianas frente al Banco Agrario por oficinas relucientes, una mezcla entre concesionario de motos y agencia de loterías. Además, le mezcló a la calculadora mágica en las manos de cada cajero un discurso cercano al de las iglesias evangélicas, y encumbró su figura, la del emprendedor levantado a pulso, en la gruta mayor de su iglesia. El exceso de efectivo que dejan los cruces entre los colonos se encargó del resto. Informalidad, carencias institucionales, economías subterráneas, la cultura del dinero fácil, la falta de ofertas del sector bancario… fueron algunas de las causas señaladas en su momento.
El nuevo desfalco ha cambiado de protagonistas. De las leyendas en las cartulinas populares: “Devuélvanme Mi Guardao”, hemos pasado al nerviosismo en ilustres oficinas públicas y privadas. A diferencia de David Murcia los Nule no alentaban una forma de emprendimiento que desconfía y se esconde del Estado, sino una idea de negocios que seduce al Estado y luego lo parasita. Según la Contraloría los Nule firmaron en los últimos años 709 contratos con instituciones públicas. Crearon 83 empresas y participaron en más de 80 consorcios para licitar obras públicas, interventorías y otros servicios. También montaron una ventanilla ilegal para recoger plata bien fuera de la Dirección Nacional de Estupefacientes o de 349 empresarios que les entregaron más de un billón de pesos. La pirámide de David Murcia reclutaba por medio de conciertos de ídolos populares, mientras la pirámide de los Nule lo hacía alardeando de sus contactos en las oficinas públicas, sus balances chuecos y su habilidad para lograr publirreportajes.
Visto en perspectiva parece increíble que tres fafarachos hubieran logrado engañar a cientos de funcionarios, varias oficinas de abogados, medios de comunicación, grandes firmas constructoras y empresarios que fungieron como prestamistas. Buena parte del mundo de los negocios y la política en Bogotá hacía un buen balance de los Nule. Más extraño todavía cuando la mentira estaba tan mal montada. Los correos que hace un año, cuando la quiebra era inminente, se cruzaron los millonarios en desgracia son de un patetismo revelador: “El sueño de construir un imperio” trastocado por no “ser capaces de aceptar el esfuerzo”; “las grandes cagadas producto de la falta de atención y concentración en el trabajo”; su vida de negocios en un trance de opio del “cual tenemos que despertar y comportarnos como adultos…”
Era necesario algún parapeto importante para tapar esa farsa. Y parece que buena parte de la trinchera estaba en el Palacio de Nariño. El amor incondicional del gobierno Uribe por los jóvenes emprendedores hizo lo suyo. Las relaciones con Edmundo del Castillo lo comprueban. Los Nule demostraban solvencia como negociantes exhibiendo sus relaciones con el palacio de gobierno, y resolvían su solvencia económica y técnica con la ayuda de quienes prestaban su nombre para estar al lado de los ganadores y acercarse al poder político. Un círculo vicioso para todos menos para ellos. Cuándo se imaginó Álvaro Uribe que la frase que dedicó a Murcia le iba servir para sus asiduos visitantes: “Es mejor vivir austeramente, tener que trabajar más, fortalecer la disciplina de la lucha honrada, que dejarnos seducir por estos sibaritas, por estos holgazanes de la criminalidad”.

martes, 12 de abril de 2011

Manos limpias





Hace casi 20 años Italia iniciaba su gran temporada de juicios por corrupción conocida bajo en nombre aleccionador de Mani pulite. Todo comenzó con el efectismo necesario de las grandes fábulas: ocho empresarios de la construcción en manos de los carabineros acompañados de un político de segunda que defraudaba a un ancianato en Milán. Los juzgados que eran el escenario más triste y deslucido se convirtieron en una pasarela inquietante y prometedora. Los fiscales y los jueces fueron respondiendo a los aplausos y al inesperado protagonismo: "Sin lugar a dudas que hemos recibido el sólido respaldo de la opinión pública. Hemos disfrutado de un fuerte apoyo de nuestras acciones”, decía uno de los acusadores de la época.
Toda la política y buena parte de los empresarios se vieron obligados a participar en esa especie de confesionario público en los juzgados. Il Corriere della Sera publicaba en tono burlón pero certero las instrucciones sobre qué cosas llevar en la maleta al momento de ser enviado a la cárcel de San Vittore. Ocho millones de italianos seguían los juicios por televisión con la esperanza de que su país acabaría con el “cáncer de la corrupción”. El espíritu nacional entregaba episodios irresistibles en medio de esa gran ópera de cuatro años: el joven empresario Raúl Gardini, admirado por sus negocios y sus triunfos en regatas a mar abierto, se suicidó en su palacete milanés un día antes del juicio. Su viuda Idina Reffucci decidió olvidar el mundo de las revistas e ingresar en la orden de las carmelitas.
Luego de los juicios todo cambió en Italia. Se sofisticaron los esquemas de corrupción, se acabaron los partidos tradicionales, apareció Berlusconi como un hombre dispuesto a reemplazar la podredumbre oficial, los fiscales terminaron fundando un partido con la palabra “valores” enmarcada en mayúsculas y Antonio Di Pietro, la estrella de la fiscalía, se convirtió en un sui generis ministro de obras públicas. De los 3200 acusados y encarcelados preventivamente en medio de toda la trama de corrupción apenas 1000 recibieron sentencia condenatoria. Muchos de ellos por la violación de la ley de financiamiento de partidos políticos. Fue imposible probar cohecho, enriquecimiento ilícito o prevaricato. Muchos de los viejos artífices miraban la marea judicial desde el exilio.
Se habló de las grandes lecciones que Italia estaba recibiendo. Un país que cambiaba sus estructuras para buscar sus valores. Varios fiscales fueron asesinados en medio de la hazaña nacional. Pero poco a poco la gente se aburrió de hacer divisiones entre la plata robada y los días de cárcel, el código penal volvió a manos de los expertos y de la indignación generalizada se paso al desgano. En 1996 el 91% de los italianos consideraba que la corrupción era el problema más grave del país. Luego de las recientes elecciones de 2008 apenas el 0.2% creía que ese “cáncer” era la peor enfermedad italiana. La justicia anticorrupción en Italia sirvió sobre todo para sublimar algunos rencores y frustraciones personales, y para que la nueva clase política se blindara contra los jueces y fiscales por venir.
Berlusconi, la más palpable herencia del Mani pulite, tiene múltiples cargos por corrupción ante jueces italianos. Las afueras de los juzgados se han convertido en su plaza pública predilecta. Parece que sabe como actuar en ese escenario. En su última comparecencia se acercó al fiscal, le dio la mano y le dijo con tono cínico: “Usted es el malo”.

martes, 5 de abril de 2011

Política menor




La política de pueblo de cuatro esquinas, el viejo proselitismo que debe parecerse un poco a la misericordia y a la usura, la sede de campaña convertida en paño de lágrimas y granero improvisado será siempre una idea imbatible. Como la venta al menudeo. Entre nosotros sobran los ejemplos de políticos grandes, hablo de votos e influencia, gracias a sus pequeñas ambiciones, a su dedicación casi exclusiva al patio que los vio nacer. En Colombia es posible ser un senador con voz y voto en la capital por el simple hecho de regentar las secretarías de un palacio de gobierno con municipio.
El método es más o menos simple. Se empieza desde las iglesias, las empresas de chance, las juntas de acción comunal o la secretaría de obras públicas. Algo de discurso y algo de concreto para que las reuniones políticas tengan sentido. A la microempresa electoral la debe acompañar la oficina de recursos humanos de una empresa con mano de obra suficiente. Un mecenas oscuro se encarga de los patrocinios que hagan falta, el carro blindado y demás asuntos de seguridad. Es importante que el jefe político sea de extracción humilde, entienda los gustos y las maneras de sus futuros incondicionales, que sea un ejemplo de ascenso social digno de admiración y evoque a Marco Fidel Suárez, por decir algo, que vivió su infancia en una casa con techo de paja y piso de barro en su natal Hatoviejo.
El mismo terruño que hoy se llama Bello y que ofrece una muestra cabal de la figura de que hablamos. Oscar Suárez Mira creció en un hogar humilde, trabajó manejando una volqueta en su municipio, se dedicó a las tareas comunitarias, estudió derecho en las noches, fue un burócrata de planilla en mano y a mediados de los noventa encontró el primer premio con la alcaldía de su pueblo. Hugo Albeiro Quintero, hombre con 1000 choferes a su cargo, patrón de Bello, una de las fichas más excéntricas e independientes en la trama paramilitar en Antioquia, fue durante años compadre de Suárez Mira. Eran los tiempos del helicóptero en vez de la volqueta y de los buses a todos los barrios. El entusiasmo electoral por el político conservador hecho a pulso se fue convirtiendo en una especie de obligación: al que no daba el voto le llegaba el sufragio. En las elecciones para Congreso de 2006 Oscar Suárez Mira obtuvo el 81% de los votos del municipio y fue el mayor elector en Antioquia. Más de una cuarta parte de sus electores los consiguió en su hato viejo. Sobra decir que en ese momento su hermana era la titular del palacio municipal en Bello. En las recientes elecciones para congreso Olga Suárez Mira reemplazó a su hermano como baronesa conservadora y obtuvo la quinta votación nacional.
El ejemplo de los Suárez Mira se repite en Magangué con Enilce López, quien empezó tirando las cartas, encontró la suerte de las loterías, luego la colaboración en bloque de algunos paisanos y logró ser la madrina de todo el pueblo. Esos políticos menores, algo impresentables por fuera de sus señoríos, incómodos en las entrevistas y pintorescos en las convenciones se vuelven imprescindibles. Y los candidatos de mejor familia no pueden más que darles un abrazo y pedirles una mano. Suárez Mira fue un aliado clave de Luis Alfredo Ramos y la carta ganadora de los godos en Antioquia hasta que se atravesó la Corte. Y el liberalismo, con aire vergonzante, ha mantenido sus candidatos sórdidos. Hasta el mismísimo Juan Manuel Santos tuvo a César Pérez García, un capo de Remedios, Antioquia, en su oscuro baúl de campaña. Días antes del poder y la metáfora de la urna de cristal.