martes, 30 de noviembre de 2010

Enemigo interno





Hace unos días el presidente Santos dijo en una entrevista que estaba decepcionado con “la ineficiencia del aparato del Estado”. Se refería a la maraña legal que enloquece a los administradores voluntariosos y a la suspicacia extrema que convierte toda autorización en un suplicio. Por algo los sellos simbolizan la mayor lacra burocrática. Pero el diagnóstico de Santos, creador de la Fundación Buen Gobierno, se queda corto. Lo más grave es que muchas veces las trabas administrativas obedecen más a los celos políticos y a los prejuicios regionales que a la inercia normal de los supernumerarios.
Lo que ha pasado en las oficinas públicas del gobierno central y de la gobernación de Antioquia con dos importantes proyectos en Medellín, demuestra lo difícil que es pelear contra las zancadillas políticas con barniz técnico. El primer caso tiene que ver con un préstamo por 250 millones de dólares que el gobierno francés le ha concedido, bajo condiciones financieras inmejorables, a la ciudad de Medellín para construir un tranvía hacia el barrio Buenos Aires. Ese tranvía no solo es un sueño de los habitantes del sector sino de la ciudad entera que busca revivir un antiguo ícono local: una manera de avanzar recuperando modelos desechados por alguna estupidez pasajera.
Luego de analizar las finanzas de la ciudad el gobierno francés otorgó el crédito sin la necesidad del aval de la Nación. Entre los proyectos de movilidad que los franceses examinaron para apoyar en América Latina el tranvía de Medellín fue el mejor calificado. Será operado por el Metro que lleva 15 años demostrando capacidad administrativa. Parecía un proyecto sin tacha. La nación solo debía entregar un visto bueno, un chulo de no objeción. Planeación Nacional soltó su garabato, pero para decepción del presidente Santos y de los habitantes de Medellín apareció el Ministerio de Hacienda. En vista de que no encontró ningún pero en los aspectos financieros, los únicos que debía revisar, le dio por remitir los papeles al Ministerio de Transporte para que examinara lo que ya examinó la administración municipal, el Concejo, los expertos franceses y el Metro de Medellín. Pero la “diligencia” no es gratuita: el Ministerio utiliza su firma como una forma de chantaje con respecto a decisiones pendientes en el tema de Metroplús. Los tecnócratas también juegan póker.
El segundo caso tiene que ver con patologías electorales y con la camándula que por aquí todavía ahorca. El director del Servicio Seccional de Salud de Antioquia negó la posibilidad de que Medellín construya la llamada Clínica de la mujer. Sin ningún criterio y pasando por encima del organismo técnico que debía tomar la decisión el funcionario sepultó un proyecto que tenía más de 10 años de discusiones en la ciudad. No importó la aprobación del Concejo, ni el plan de desarrollo ni el programa de gobierno del alcalde Salazar. La idea está en sintonía con las políticas que recomienda la Organización Mundial de la Salud en sus programas sobre mujeres. La violencia de género y el embarazo adolescente serían razones suficientes para un tratamiento y un esfuerzo especial. No sorprende que Carlos Mario Rivera, el hombre de la negativa, haya sido gerente del Hospital General durante la administración de Luis Pérez. Esa cofradía está acostumbrada al entuerto haciendo o no dejando hacer.
La presión centralista y la venganza política impiden por lo pronto que dos proyectos innovadores de la ciudad, pensados durante años y financiados con recursos propios, puedan avanzar. El Estado tendrá siempre a los gorgojos como enemigo interno.

martes, 23 de noviembre de 2010

Películas de género







El 7 de agosto del 2002 las activistas de la igualdad de género y algunas mujeres de civil celebraron con palmas la presencia de seis féminas, todas vestidas de sastre, en el gabinete de Álvaro Uribe. El presidente cumplía con creces la ley de cuotas que desde el 2000 exige que al menos el 30% de los cargos directivos de libre nombramiento y remoción sean ocupados por mujeres. Pastrana llevaba dos años con apenas tres ministras bajo el argumento de que Martha Lucía Ramírez valía por cuatro.
Mientras avanzaba el gobierno algo hizo que el acento femenino del gabinete Uribe se fuera reduciendo hasta terminar en agosto pasado con las 3 ministras de rigor, entre ellas las obligatorias de cultura y comunicaciones. Más abajo de la pirámide burocrática los estudios han demostrado que el 80% de los departamentos incumplen la norma y que en las alcaldías pasa algo similar.
Pero parece que no todo ha sido en vano en esa lucha por conquistar un lugar en los pasillos de los edificios públicos. Es posible que las mujeres sean menos según los números de la nómina estatal y que los hombres sigan detrás de los escritorios más apetecidos. En últimas el lenguaje coloquial todavía habla de conseguir una corbata. Sin embargo las mujeres tienen una extraña capacidad para protagonizar los dramas más sonados de las oficinas públicas, para convertir sus rutinas en tormentas políticas y hacer temblar a jefes de todos los calibres. Desde hace unos años han demostrado ser el alma y nervio de la política nacional.
Desde una nómina paralela la Monita Retrechera fue una de las figuras rutilantes del gobierno de temblores y equilibrismo de Ernesto Samper. De simple amiga de un edecán de Palacio paso a ser de la entraña de Ernestico, diminutivo con el que trata al ex presidente en una ya famosa conversación telefónica. Sin ánimo de molestar a Jacquin Strouss se puede decir que fue la primera dama del gobierno de su esposo. Dado el talante democrático de Uribe la participación de las mujeres terribles en su gobierno fue mucho más amplia. Todo comenzó con Yidis Medina quien saltó desde la suplencia de Iván Díaz Mateus hasta la titularidad inamovible en la Casa de Nariño. Yidis, propietaria de una fábrica de velas, logró que el gobierno Uribe le prendiera todas las ofrendas a su voto en la comisión primera sobre la reelección. No cualquiera logra bautizar con su nombre un escándalo que compromete la libertad del Ministro de Gobierno y la continuidad del Presidente de la República. Para que no queden dudas de su importancia digamos que luego de dos portadas de Semana terminó empelota en la revista Soho.
Parecía que nadie lograría superar a Yidis. Pero el gobierno Uribe nos tenía una sorpresa con nuevas protagonistas de novelas. Ahora María del Pilar Hurtado y todo su reparto en el DAS dejan claro que la inteligencia era cosa de mujeres. Martha Inés Leal como subdirectora de operaciones pone el toque profesional con su rigurosa cara de palo. Alba Luz Flórez hace las veces de La femme Nikita para colar una grabadora en la Corte Suprema, suena para Soho, y Janet Maldonado es el enlace con bandeja y delantal para llegar donde otros no llegan. Todo parece indicar que desde arriba las empujaba un hombre a punta de palmaditas en la espalda.
Pero ahí no acaba el protagonismo femenino. El legislativo también ha sido su feudo. Para el referendo reelectoral apareció Liliana Rendón y su correspondencia erótico-política con el Ministro de agricultura. Otra monita. Y Nancy Patricia y Piedad Córdoba son actualmente la pareja más perseguida por las cámaras y la fiscalía. Ingrid, con su capacidad de hacer que el país parezca bipolar entre amores y odios, es el moño rosa de la política colombiana.






martes, 16 de noviembre de 2010

Apelación a los infiernos





El Partido Conservador es sin duda el más triste huérfano del gobierno Uribe. Durante ocho años el ex presidente y los azules se fueron acercando hasta fundirse ayudados por la firme soldadura de la burocracia y las sinceras coincidencias ideológicas. Como una especie de voto simbólico de fidelidad, Álvaro Uribe pasó las vísperas de la Semana Santa entre 2003 y 2010 en Popayán, abrigado por el manto azul de la virgen. La misma que se le apareció a los godos con las presidencias sucesivas del singular político liberal.
No es raro entonces que los líderes conservadores hayan intentado mantenerlo en su redil con oraciones y halagos. O que incluso hayan soltado alguna blasfemia contra quien fue tomando el báculo del partido hasta convertirlos en rebaño. Efraín Cepeda dijo hace un tiempo con tono lírico que las ideas conservadoras se reflejaban en el gobierno de Uribe; Enrique Gómez dijo con desenfado que “para godo, Uribe”; Fabio Valencia repitió hace poco que Uribe gobernó bajo los principios de su partido, y hasta Andrés Pastrana soltó una frase hosca según la cual Uribe era el mayor representante del ala derecha de los azules.
Hace solo unos días casi lloraron cuando se insinuó que el ex mandamás podría ser el presidente del partido de la U. La romería de Representantes a la Cámara por el conservatismo se arrimó ante sillón del adalid con un coro muy sugestivo: “Usted es un líder nacional y no el jefe de un partido”. Fabio Valencia, el dragón de acomodo de la burocracia conservadora, decidió ir un paso más allá y soltó una frase digna de placa para elogiar a su nuevo patrono: “La orientación del Presidente Uribe, los consejos del Presidente Uribe y sus pronunciamientos políticos van a ser de primer orden en Colombia y en el mundo”. El Colombiano publicó el chiste con su habitual gesto severo. Uribe los tranquilizó con una palmadita en la espalda y una bendición Urbe et orbi.
Es lógico que los conservadores quieran poner a su Marianito en primera fila. Es lo único que tienen para tapar lo que les dejó la última campaña presidencial. Una garrotera de padre y señor mío entre el humor perturbado e involuntario de Noemí Sanín y el arribismo político con tachaduras en la contabilidad de Andrés Felipe Arias. No tienen mucho de donde escoger: les queda imposible apelar al carisma de Fabio Valencia y no pueden mostrar a su hombre más prestigioso, Juan Camilo Restrepo, porque han terminado por graduarlo de agitador de colonos y desterrados.
Ahora que el ex presidente está dedicado a barajar sus encrucijadas personales, los godos han vuelto a languidecer. El Procurador es su única figura visible y su guía espiritual. Para saber el nombre del nuevo presidente del partido es necesario acudir a Google, del anterior por lo menos se sabía que era un ex secuestrado. Pero el recién nombrado jefe azul ha decidido entrar pisando duro y propone echar para atrás la sentencia de la Corte Constitucional sobre el aborto. La coalición de gobierno se mostró sorprendida y miró para otro lado. De nada sirvió el reciente espaldarazo del Procurador: “Una sociedad que justifica el aborto puede justificar cualquier otro delito, porque eso es el desprecio absoluto por la vida del más inocente de los inocentes.” Pobre José Darío Salazar, así se llama el presidente de los conservadores, no le quedó más que apoyarse en su maquinaria más importante: la conferencia episcopal. Benditos godos, quieren recuperar el poder perdido apelando al altoparlante en los campanarios.

martes, 9 de noviembre de 2010

Perder años





La paradoja entraña tragedias en cada uno de sus extremos. Por un lado el inventario de violencia contra los menores que entregan las noticias de todos los días. Queda la indignación, el ánimo para el linchamiento y las apelaciones al código penal. Por el otro un régimen soterrado de monarquía adolescente que se ha ido tomando los colegios. Queda el salón como una urna que hace cada día más tontos y más intocables a los alumnos, y queda el profesor como un sencillo vigilante con un silbato. Eso sí, no puede soplar muy fuerte porque maltrata el tímpano de sus “discípulos”.
Hace algo más de 15 años la comisión de sabios convocada por el presidente Cesar Gaviria entregó un documento que prometía una revolución educativa en Colombia. El diagnóstico hablaba de las altas tasas de deserción y repitencia, de la necesidad de creación de colegios hasta noveno grado sin interrupciones ni requisitos de conocimientos específicos para la aprobación de los cursos, de la insatisfacción de los jóvenes con la educación secundaria y su percepción de la autoridad escolar como agresiva e injusta. Vinieron entonces los manuales de convivencia, las clases de cívica que convirtieron a padres e hijos en rábulas eficientes, la participación de los estudiantes en el gobierno escolar y la promoción automática como estocada definitiva.
En el año 2002 un decreto firmado por el ex-ministro Germán Bula estableció que solo el 5% de los estudiantes tenían derecho a perder el año. Desde quinto elemental los alumnos fueron aprendiendo una lógica elemental: para graduarse como bachiller solo es necesario amarrarse los cordones y ponerse el uniforme. Los alumnos perversos no necesitan aprender absolutamente nada, los alumnos regulares rápidamente se enteran de que el esfuerzo no entrega recompensas adicionales y los alumnos buenos bajan el tono para no desafinar.
Supuestamente este año terminaba el círculo vicioso de la promoción automática. Pero parece que no es fácil pelear contra la inercia de esa rueda afinada por los números de cobertura y desbocada por la realidad en los salones. En Medellín, la más educada, la secretaría le ha pedido a los rectores seguir con la política del 5% y de nuevo los profesores se devanan los sesos eligiendo a los pésimos entre la larga lista de los malos. Los profesores de primaria, donde pierden menos alumnos, le regalan cupos a los de bachillerato para ampliar su 5% y lograr que sea posible reprobar al menos a los que no saben ni su número en la lista. Mientras los alumnos han logrado que rehusar a los exámenes sea un derecho fundamental, los profesores son sepultados por formularios, evaluaciones y proyectos de oenegeros, convertidos en cátedras extra currículo, sobre ecología, participación, educación sexual, convivencia democrática y otras artes.
Eso en lo que tiene que ver con lo académico. Lo disciplinario es un pequeño simulacro del trabajo en el CTI. La ley de infancia y adolescencia y el amparo de la tutela convirtieron las sanciones escolares en una imposibilidad. Un ejemplo corriente. Un profesor recibe una amenaza de parte de un alumno envalentonado. Va donde el rector, comunica el problema y recibe una advertencia: “Acuérdese que todo eso necesita pruebas, cuidado con las acusaciones temerarias, es la palabra suya contra la del muchacho”. Los profesores tienen un único consuelo. En todo caso ganará su año y será verdugo de un colega en enero próximo. Es lógico que sean los maestros quienes tienen el más alto índice de consultas psiquiátricas. Y no es raro que pasen sus vacaciones en el mental.

martes, 2 de noviembre de 2010

Las soledades americanas




En julio de 1831 Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont, su colega y compañero de aventuras, estaban en plena cabalgata por los desolados bosques cercanos a los Grandes Lagos en Estados Unidos. El par de Quijotes franceses, que mencionan los descuidos de Sancho en medio de sus jornadas, van en busca de la vida salvaje, del mundo recién creado, de las estampas de la naturaleza en estado puro. Su mirada sobre los escasos hombres blancos que pueblan esas lejanías es menos delicada que la que le entregan a los grandes árboles, a los indios y a la silueta esquiva de los animales. Los emigrantes son parte de un experimento que los viajeros miran con algo de curiosidad y admiración, con una lupa compasiva y unas pinzas con su toque de crueldad. Lo más importante es ver “la cuna todavía vacía de una gran nación”.
Quince días en las soledades americanas es un pequeño libro de viaje, un anecdotario si se quiere. No tiene la carga de reflexiones de La democracia en América y está escrito desde el deslumbramiento más que desde el pensamiento. Sin embargo, para Tocqueville es imposible no hacer algunos apuntes sobre la manera de actuar de los rudos colonizadores con sus casas hechas de troncos recién cortados, todavía luciendo retoños en las ventanas. Viendo el alboroto extremista del que se ha hablado últimamente en la política norteamericana, es imposible no pensar que las multitudes que protestan hoy desde la variopinta franquicia del Tea Party, tienen algo de los habitantes de las soledades de Búfalo, Detroit, Boston en la primera mitad del Siglo XIX.
En esas cabañas, en ese “país del demonio en el que usan osos como perros guardianes”, la religiosidad aparece como una obligación desmesurada. Con el verano llegan los pastores metodistas y los colonos se reúnen al aire libre en misas campales de tres días: “Es digno de ver con qué ardor se dedican estos hombres a la oración, con qué recogimiento escuchan la solemne palabra del predicador. En el desierto uno se torna hambriento de religiosidad”. Son las palabras de uno de los hospederos de Tocqueville. Las actitudes de los variados fanáticos religiosos que gritan por estos días confirman que muchos descendientes de los pioneros quisieran mantener un oso en la puerta de sus garajes para alejar a los impíos.
En otra conversación se puede advertir la diferencia entre los habitantes de las grandes ciudades en las costas y quienes se arriesgaron a internarse en los destierros del interior. Tocqueville se extraña de no haberse topado con un solo europeo en su travesía y pregunta dónde están los hombres que supuestamente se encargan de poblar a América. Su interlocutor le responde con una mezcla de desprecio y orgullo: “Solo los americanos tienen el coraje de arrostrar tales miserias y pagar semejante precio para alcanzar la prosperidad. El emigrante europeo se queda en las grandes ciudades de la costa o en los distritos cercanos. Allí se convierte en artesano, gañán o criado. Solo al americano le corresponde la tierra. Es a él a quien la ha sido concedido el adueñarse de las tierras del Nuevo Mundo, someterlas al hombre y crearse así un inmenso porvenir.”
Ese inmenso porvenir es el que ven amenazado muchos de los ultramontanos gringos por parte de un Estado que supuestamente quiere enseñarles costumbres ajenas con dinero ajeno. Sienten que construyeron su mundo lejos del Estado central y que no es momento para entregarlo. “Nación de conquistadores que solo aprecia de la civilización y de las luces su utilidad para alcanzar el bienestar…gente que como todos los grandes pueblos, persigue una sola idea y avanza hacia la adquisición de la riqueza, único fin de sus fatigas…”