martes, 25 de agosto de 2015

Venezuela inaudita







Venezuela sufre todos los síntomas de una paranoia automedicada. Un régimen acorralado por las cifras, las encuestas, el crimen propio y ajeno, el desprestigio internacional y una camarilla militar solo puede sobrevivir con la excitación de sentirse perseguido. El miedo y los fantasmas son la principal motivación de Nicolás Maduro y el PSUV. El gobierno de Venezuela no está enfermo de xenofobia, su pelea no es contra los colombianos, su pelea es en realidad contra los ciudadanos que no pertenecen al partido de gobierno, y entre ellos, los más fáciles de atropellar son los colombianos. Pero hay garrote para todos.
Los vecinos han pasado de la Venezuela Saudita a la Venezuela inaudita. La realidad va separando a los gobiernos de los marcos estrechos de las leyes, los tiempos difíciles convierten la constitución en una “bicha” inútil, blanda, sin los dientes necesarios para hacer frente a los “grandes desafíos”. Hace 15 años, cuando Chávez apenas se acomodaba en su silla, su candidato a la alcaldía de Caracas, Alfredo Peña, soltaba una frase que todavía retumba en Venezuela: “Yo voy a empeñarme en que se eche plomo al hampa. Y plomo cerrado”.  El hampa apenas comenzaba a crecer de la mano de las milicias bolivarianas y todavía faltaba cruzar un periodo en el que la policía combatía a los delincuentes con la simple sirena de las patrullas. Era el momento de la fraternidad. Pero las cosas han cambiado y llegó la hora del plomo cerrado. El mes pasado el gobierno mostró con orgullo la muerte de 14 supuestos delincuentes en un lugar conocido como la Cota 905, en Caracas. Según la prensa la policía ahora prefiere las bajas a las capturas. Y en medio del desespero una buena parte de la ciudadanía aplaude.
Los alcaldes han ido tomando nota de los nuevos modales y han comenzado a implementar sus propios castigos. El código penal venezolano también ha sufrido devaluación y han llegado los mercados paralelos. Hace 15 días el alcalde de Puerto Cabello, estado de Carabobo, decidió que los “bachaqueros” –revendedores y contrabandistas al menudeo– sorprendidos en su juego serían uniformados al mejor estilo de Guantánamo y obligados a barrer las calles bajo el escarnio de un letrero en la espalda. En el estado de Aragua también gustó la idea y ya se ven fotos de los bachaqueros con su overol y su escoba. Las declaraciones de los alcaldes dicen que merecen el castigo por jugar con los derechos del pueblo.
Luego del cierre de la frontera el gobernador del Táchira, José Vielma, lo ha dicho muy claro en su cuenta de twitter: “El pueblo está feliz por lo que hacemos con la OLPEspecialTáchira, la oposición está triste. #BastaDeParamilitarismo”. Habla del cierre de frontera, la deportación masiva y la restricción a seis libertades básicas en seis municipios del departamento. Desde hace tiempo la guerra partidista pasó por encima del Estado en Venezuela, y gran parte de las medidas son para asegurar un control económico, ilegal muchas veces, y para satisfacer una venganza a los contradictores.
El petróleo cerró ayer a 38 dólares, las peores encuestas para el gobierno dan una ventaja de 38 puntos a la oposición de cara a las elecciones de la Asamblea Nacional, Maduro y su gobierno pronto soltarán el pretexto vendedor de arremeter contra los colombianos e irán en contra las mayorías cansadas del PSUV, entiéndase las mayorías “enemigas del pueblo”.






martes, 18 de agosto de 2015

Fábula de tres ciudades






La ciudad está en el centro de un valle estrecho desde donde se extiende a las laderas del oriente y el occidente. Hace más de 100 años exhibe sus galas comerciales e industriales. Cada tanto los arrebatos de orgullo la impulsan a clamar por su independencia o su vocación capitalina. Un gran palacio metálico rodeado por un foso, cerca al río, encarna uno de sus grandes poderes. También un edificio de cristal, en la orilla del mismo río, cuidado por un hombre en la postura del pensador, se levanta como una insignia de su imperio económico. En las ciudades satélites en el sur y el norte, “simples bodegas y rezagos de empresas en decadencia”, están las plantas de tratamiento del río. Esos suburbios sirven de filtro para purificar aguas negras que entran y salen de la ciudad.
Los habitantes de la ciudad central han mirado por mucho tiempo a las ciudades periféricas como sencillos campamentos para sus trabajadores. En “La Ciudad” se precian de haber encontrado una nueva forma de elegir a sus príncipes. Ya no pesan tanto los colores rojo y azul que por años marcaron las disputas, ya no se obedece tanto al jefe de turno, ya no se empacan las papeletas en un sobre marcado, ya hay más conciencia ciudadana, dicen. El último de los grandes príncipes, antes llamados caciques, hombre del bando rojo, arrió sus banderas en una derrota hace más de 15 años: “Claro que soy clientelista. Es que a mí me gusta ayudar a los amigos y a los pobres. El que tiene clientela es porque hace bien su trabajo...”
Por su parte, algunos trabajadores de los príncipes de la ciudad central -edecanes, secretarias, notarios, conductores-, habitantes de la periferia, siguieron eligiendo sus mandamases bajo los métodos sabidos. Ordenaban a su gente en fila, le entregaban el ficho asignado a cada ciudadano-cliente y le daban un trabajo, una beca, un subsidio, una promesa. Saben llevar las actas necesarias y son unos genios para la contabilidad. Cuando los papeles no son suficientes para mantener el orden tienen hombres dispuestos a gruñir y a algo más.
Ahora las ciudades satélite en el sur y el norte se han unido bajo el color azul de dos grandes contadoras de becas, puestos y votos. Las señoras, que no son bobas, han comenzado a copar el centro desde la periferia. Una pequeña revolución de secretarias contra sus antiguos jefes se urde desde las bodegas, las oficinas y los garajes ubicados en los extremos del valle. Ahora han decidido ir por la gobernación del reino. Hacen su política en silencio, sin discursos, sin apelar a las utopías ni a la adrenalina de la indignación o el prócer de turno, solo necesitan el número que se debe marcar al momento de la elección, y sus listas y sus actas. Son expertas en inventariar huellas dactilares.
Poco a poco la ciudad central irá cediendo su poder frente al orden sin escrúpulos que se ejerce desde los límites. Los filtros para las aguas turbias se irán deteriorando y el centro y la periferia se regirán bajo una misma lógica. Será necesario ir hasta las estaciones del Metro en las ciudades del sur y el norte para inscribir la cédula y marcar la cara del posible príncipe. Un escritorio con cajones de doble fondo, pluma y huellero será el nuevo escudo del reino.





miércoles, 12 de agosto de 2015

Ayuno íntimo





Iba en busca de una leyenda familiar. Un lugar descrito mil veces con las mismas historias y casi las mismas palabras, imaginado de formas distintas, acompañado con la sencilla certeza que dejan las fotos en un álbum ya borroso. Tenía solo los nombres de la escuadra formada por dos calles: Seminario con Juana de Lestonac. Hace 50 años una pareja de recién casados en Medellín terminó viviendo en el primer piso de un edificio sobre esa calle con nombre de Santa en la capital chilena. Medellín era una naciente ciudad con ínfulas y Santiago de Chile estaba en la cola del mundo para la joven pareja de montañeros. Allá nació su primer hijo, una “guagua” según se le llamó siempre señalando las fotos del bautizo, y siguiendo el bautizo que los lugareños les dan a los bebés.
El taxista debió preguntar dos veces por radio a sus colegas sobre esa encrucijada tan extraña y caprichosa para un turista. Cuando supo dónde diablos quedaba la sacra dirección me examinó por el retrovisor y me preguntó qué iba a buscar a ese sitio. Salí del hotel solo, sin contarle a nadie de mi excursión, convencido de que caminaba hacia el más personal y desconocido de los destinos. Pero un minuto más tarde ya le había revelado al taxista de turno mi peregrinación, los anhelos de mi viaje mítico, las expectativas de quien espera encontrar un rastro venerable, una emoción en las rejas que cubren un jardín común entre dos edificios rojos de cuatro pisos. Al bajarme el hombre me miro con algo de compasión y complicidad, intentando entender mi recorrido. Estuve cerca de leerle una frase de Proust que llevaba como antídoto y amuleto para acompañar ese paseo de nostalgias inventadas: “Lo mismo que esas personas que salen de viaje para ver con sus propios ojos una ciudad deseada, imaginándose que en una cosa real se puede saborear el encanto de lo soñado.”
Cuando llegué al lugar exacto, silencioso en la tarde de una afortunada huelga de maestros, me di cuenta que mi excitación me delataba. No había sido solo el olfato del taxista y la dirección atípica, ahora, mientras miraba los edificios, los carros, las tiendas y las abuelas cargando a las guaguas en el parque, un hombre me gritaba desde la acera opuesta, me preguntaba cuál carro me interesaba comprar y me señalaba una reliquia azul, cubierta de lo que parecía un polvo de cincuenta años. El hombre era el loco del barrio, lo delataba su tono y la cara risueña de los transeúntes que vieron la escena. Ahora no solo había sido descubierto al dar el primer paso sino burlado en el momento extático. Al frente una tienda lucía un aviso que me pareció una burla: “Llegó carbón”, decía con letra chueca sobre cartón. Un anuncio escrito para otro tiempo.
Me dediqué a las fotos  y los videos con el teléfono y me convertí en el loco del barrio. Ahora los vecinos me miraban extrañados mientras grababa y disparaba contra un barrio en el que no pasaba nada, mientras anotaba en la libreta y me daba bendiciones en ese lugar rodeado de calles intimidantes: Monseñor Miller, Arzobispo Vicuña, Obispo Salas.
Era el momento de entrar a la iglesia de los Santos Ángeles Custodios. Estaba absolutamente vacía. Solo risas y cuchicheos tras una puerta lateral que llevaba a la sacristía. Fui hasta la pila bautismal, toqué su pequeño foso húmedo, frío, la misma cavidad de los primeros tiempos de una historia familiar, de ese “pequeño reino, como llaman los sentimentales a la familia”.
Al final, ya sentado en la mesa de un restaurante, concluí que el hambre de quien a las cinco de la tarde ha tenido como almuerzo tres cervezas, había ayudado mucho a mis arrebatos de viajero en el tiempo. Entendí la importancia del ayuno para los místicos y sus visiones.  



martes, 4 de agosto de 2015

Extinción y dominio






Alberto Durero dibujó en 1515, basado en una descripción escrita, un rinoceronte que se convirtió en el protagonista de fábulas e imaginaciones. Una joya acorazada y rugosa. La criatura era digna de los bestiarios pero tenía la ventaja de haber habitado la “casa de fieras” del rey Manuel I de Portugal y haber muerto ahogado cuando iba camino al jardín del Papa León X. Era un monstruo con itinerario y algunas certidumbres. La descripción que acompaña el “retrato” de Durero hace envidiar los tiempos en que los animales salvajes eran quimeras: “Tiene el color de una tortuga moteada, y está casi completamente cubierto de gruesas escamas. Es del tamaño de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las rocas (…) Se dice que el rinoceronte es rápido, impetuoso y astuto”.
Es posible que en pocos años perdamos buena parte de la realidad de esa naturaleza salvaje y distante. Y nuestra imaginación ya no tendrá el impulso de hace siglos.  Nuestras fábulas serán los documentales de Discovery Channel y NatGeo. Necrologías detallas de especies extintas. Hace poco se le hizo seguimiento día a día a una tortuga macho de la especie de Chelonoidis Abigdonii que vivía en las islas galápagos. Se le llamó Solitario Jorge y se comentó en sus diarios apócrifos el desdén con las hembras de una especie parecida, y los 21 huevos infértiles que dejaron sus intentos azuzados por los científicos.
Los zoológicos se han ido convirtiendo desde hace 25 años en laboratorios contra la extinción. Desde 1989 Europa ha “importado” 61 elefantes africanos y ha logrado 100 nacimientos. Y son también ancianatos para ejemplares de algunas especies en peligro. Para algunos encarnan un Arca de Noé y para otros un circo sin látigos.
Pero la verdad es que poco a poco la Tierra se convierte en una especie de Panaca, una granja donde los establos, los galpones, los corrales y los cercos de ganaderos y pastores imponen las reglas. Y las especies. Gerardo Caballo, biólogo e investigador de la UNAM en México, publicó hace poco un estudio que se pregunta si no estamos frente a la sexta extinción en masa en el planeta. Las cifras parecen dar una respuesta afirmativa. Por razones de facilidad en la verificación su estudio se limita a los vertebrados: desde 1900 hasta hoy, en circunstancias geológicas normales, se deberían haber presentado 9 extinciones. Sin embargo los cálculos más conservadores hablan de 468 entre mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces. Por su parte un estudio del profesor Vaclav Smil, de la Universidad de Manitoba, afirma que si medimos solo la masa, los humanos ya representamos una tercera parte de los vertebrados terrestres. Y nuestros animales de engorde, diversión y trabajo agrupan la mayoría de las dos terceras partes restantes. Los animales salvajes “encarnan” solo el 5% de la masa de los vertebrados terrestres en el planeta.
Hace un año cazadores mataron Satao, el elefante más grande del parque natural Tsavo, en Kenia. Hace un mes el turno fue para Cecil en Zimbawe, un león que también era la estrella de una reserva natural. Casi posaba para las fotos. Cada año mueren más de 25.000 elefantes a manos de cazadores en África. Más de 400 cabezas de leones llegaron a España el año pasado como trofeo de caza. Tal vez sea mejor dejar de esterilizar a los hipopótamos del Magdalena medio.