viernes, 28 de agosto de 2009

Un alarma obligada



El aumento de los homicidios en Medellín ha comenzado a pasar factura a las voces más críticas y más firmes en el análisis de nuestros crecientes números en rojo. No se trata de homicidios contra periodistas o analistas de Organizaciones No Gubernamentales. El golpe que apenas se está fraguando es una combinación de injurias personales, descalificaciones profesionales e insultos banales contra el director de una dependencia oficial. No se ha recurrido a las amenazas sino a revolcar las aguas turbias de la política para callar una voz que durante cinco años de trabajo ha demostrado firmeza e imparcialidad desde un escritorio público.
Jorge Ceballos es el delegado de derechos humanos de la Personería de Medellín desde el año 2004, maneja una oficina con más 50 personas encargadas de recibir denuncias las 24 horas del día, visitar los barrios, escuchar a las víctimas, intentar un diagnóstico sobre la violencia de todos los días en la ciudad. La que viene de los agentes del Estado y la que viene de los combos y los pillos. No es normal que desde el interior del Estado surjan las interpretaciones más críticas y menos sesgadas de la realidad social. Y sin embargo la oficina de la que hablo se ha convertido en una fuente confiable de análisis y diagnóstico de nuestra violencia. Desde allí vino la advertencia de que los paras desmovilizados seguían delinquiendo, desde allí se ha construido un mapa claro de la intimidación en los barrios, desde allí se ha criticado el actual toque de queda decretado por la alcaldía. Alertas tempranas.
Parece que algunos en la política han comenzado a envidiar su audiencia, otros en la policía se aburren de sus muchos ojos, otros más en las comunidades se duelen de algunas verdades. El ambiente de los últimos días ha hecho renunciar al delegado Jorge Ceballos. El alcalde le ha manifestado su apoyo y le ha pedido que se quede. Su salida sería otro grave indicador en medio de las cifras desalentadoras en Medellín.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Justicia popular





Keiko Fujimori Higuchi tiene la desgracia (y la suerte según las encuestas) de ser la hija de un régimen más que de una pareja de peruanos rasgados al uso del Japón. A los 14 años, cuando su papá todavía andaba en tractor de campaña, ella estaba pintando la escenografía de Cambio 90, el partido político que la engendró. Terminando el bachillerato reemplazó a su madre como primera dama y emprendió una correría de imposición de manos sobre las cabezas de los niños anémicos del Perú. Se convirtió entonces en una venerable santa de 17 años cumplidos, una virgen abotagada y risueña en campaña política contra la desnutrición. Luego, según dicen quienes reconstruyeron la contabilidad del fujimorismo, se educó en Estados Unidos con una mesada en efectivo que venía del Servicio de Inteligencia Nacional. Más tarde, cuando ya había aprendido a lidiar el serpentario de la casa presidencial, denunció los venenos del Doc. Montesinos, mayordomo de la guarida, y jugó a la arpía honesta. “Antimonte-cinismo” tardío, dicen sus enemigos. Luego firmó su mayoría de edad votando a favor de un referendo que buscaba impedir la tercera elección de Alberto Fujimori. De ahí en adelante le ha correspondido ser la apoderada política en los procesos judiciales contra su padre.
Desde hace unos meses todas las encuestas para la campaña presidencial del 2011 le entregan un reñido primer puesto a la hija del fujimorismo. El fallo condenatorio contra Fujimori padre en abril pasado adelantó la largada en la carrera hasta la Casa de Pizarro. Al día siguiente Keiko proponía, en plena plaza pública, convertir la campaña en una especie de juicio popular, un referendo para definir la verdad historia: “Ya no hay nada que esperar de ese poder judicial que no sirve para nada; lo más importante, como lo dijo Alberto Fujimori, es la sentencia del pueblo”. Hablaba más como una orca que enseña los dientes que como un delfín hembra de 34 años. Y no estaba lanzando frases efectistas. La campaña presidencial terminará por decidir si Fujimori muere en la cárcel o en su casa. Keiko ha planteado el indulto a su padre como una promesa electoral y un acto de justicia política. La sentencia no puede igualar al jefe terrorista de Sendero con su enemigo implacable desde la silla de gobierno. El escarnio penal ha fortalecido las acciones electorales de la hija: “Lo que creo que va a pasar es que con esta sentencia, que considero injusta, mucha gente mostrará más apoyo, no sólo para Alberto Fujimori, sino para el fujimorismo”. Los más perversos dicen que Keiko jaló a su padre desde su exilio japonés para que sirviera como mártir de su campaña.
La sentencia que algunos califican de histórica y otros de infame es sometida al fuego cruzado de las encuestas. Los abogados penalistas han perdido la palabra a manos de los lectores de sondeos. Keiko dice que el 66% de los peruanos considera a “El Chino” como el mejor presidente que ha tenido el país. Los abogados de las víctimas dicen que antes del fallo el 69% de los ciudadanos creía que Fujimori era culpable. Viendo ese espectáculo de demagogia judicial no pude más que pensar en nuestro promocionado estado de opinión. Uribistas y Fujimoristas creen en la aptitud del chantaje de las mayorías como un camino para evadir los procedimientos constitucionales y contradecir las decisiones de otros poderes públicos. El cubículo electoral como instancia definitiva y obligatoria para todas nuestras encrucijadas, puede terminar por llevar el alma a la perdición.

sábado, 22 de agosto de 2009

Dando guerra





“Ejército: clase improductiva que defiende a
la nación devorando todo cuanto en ella existe,
para que el enemigo no sienta la tentación de invadirla”


Ambrose Bierce.


El canto contra la guerra se entona desde las orillas más diversas. Ghandi es el santo patrono y la letra de las canciones se repite sin importar que venga en compañía de la nueva trova, el alarido punk o el estribillo pegajoso del parcero mayor. Cuando se clama por la paz se comete casi siempre un atentado contra la originalidad. Desde que Belisario nos puso a pintar palomas en la década de los ochenta hasta la petición de Mancuso para ser gestor de paz, la palabra mágica ha estado en el sermón de la iglesia, el volante de los opositores, el comunicado del gobierno, el discurso de los activistas, el mural de los artistas, la cantaleta de los locutores y las peticiones de los taxistas. Una religión universal con un mandamiento que parece imposible de cumplir.
Sin embargo, cuando el coro de siempre se acompaña con una repulsa puntual, con un grito contra el caso concreto, un derecho de petición, una tutela contra el fusil obligatorio, aparecen las diferencias de tono. Los integrantes de la Red Juvenil encontraron hace cerca de 12 años una manera de hacer que sus pintadas pacifistas tuvieran consecuencias en las brigadas. Siguiendo el ejemplo de los procesos de objetores de conciencia en España y Paraguay, comenzaron a hablar de la posibilidad de decir no al reclutamiento del ejército en las grandes jornadas de incorporación y al enganche uno a uno de los combos y las milicias en la ciudad. La organización que había surgido siguiendo la cuerda del trabajo de la Consejería para Medellín a finales de los ochenta, fue separándose poco a poco hasta convertir la renuncia a la guerra en una inspiración atractiva para el afiche y apropiada para servir como grito de independencia.
En medio de la ciudad que recibió su bautizo de fuego de parte de Rodrigo D y No nacimos pa’ semilla, unos jóvenes decidían decir que la guerra no era con ellos, que los fierros no eran gran cosa, la salvación no estaba en María Auxiliadora y que no querían ser pajes armados ni de El Patrón ni del Estado.


Cuando algunos miembros de la Red Juvenil de Medellín recibieron amenazas hace algo más de un año, cuando aparecieron los panfletos y las llamadas intimidatorias, la alcaldía ofreció poner dos custodios en la puerta de esa casa empayasada con aerosol en la Calle Bomboná. ¿Dos policías cuidando una fortaleza del antimilitarismo? ¿Un par de pistolas para proteger a los líderes de la organización pionera en la lucha por la objeción de conciencia contra el servicio militar en Colombia? No era posible. La casa es alérgica a los agentes del orden, los detectives, los inspectores, los vigilantes y los uniformados de todo tipo. Seguro que les habrían pintado a los policías una señal de prohibido en la pared, a lado y lado de la puerta, para que se recostaran y fueran las siluetas de un graffiti escala 1:1. Se busca una consecuencia cierta a la repetición de la palabra paz y se recibe una declaratoria de guerra.
La respuesta de Shaka y Heraldo Durango sobre cómo se resolvió el problema de las amenazas deja ver que el discurso y las intenciones de la Red Juvenil han ido mucho más allá de la libreta militar: “Pusimos la denuncia frente al Estado como una forma de hacer visibles las amenazas. Pero no nos interesa la protección de la policía, no queremos dos policías en la puerta pidiendo cédula, eso no aporta nada a la seguridad. Les dijimos: si los quieren mandar, mándelos a que ronden los alrededores, que cuiden las legumbreras de la cuadra, pero no más.”
El rechazo a la policía y el ejército se complementa con la desconfianza en las leyes y los jueces, el desprecio por los políticos y la apatía por la democracia como una simple carrera electoral. La Red Juvenil es en realidad la principal escuela de activismo político que tiene Medellín. Con una llamativa especialización en objeción de conciencia y antimilitarismo pero con materias y consignas para todas las reivindicaciones habidas y por haber. Así que la conversación va de las víctimas de los cuarteles a los verdugos que totalizan las cuentas de servicios públicos, del punk como un género de resistencia a la resistencia del machismo frente a la equidad de género, del desplazamiento interurbano al capitalismo mundano y de la tienda agro ecológica a la lógica agro explotadora de los palmicultores.


Shaka y Heraldo Durango son miembros de la Red a los que ya el apelativo juvenil les va quedando estrecho. Cuando llego a la casona alta en Bomboná me los encuentro en el patio discutiendo frases para acompañar la décimo sexta versión del Antimili sonoro. Un concierto que se ha convertido en la principal tribuna de los jóvenes disidentes en la ciudad. Nació con la herencia del Punk Medallo y algunas voces curtidas de la escena local. Primero fue una especie de ensayo de amigos en el Parque Obrero en Boston, amplificado con equipos caseros y con una docena de espectadores que intentaban descifrar la sigla NOVA que servía como telón de fondo.
Ahora el Antimili es una especie de misa campal para renovar los votos de la disidencia dura, para mover la aguja de las huestes mojigatas, para pelarle el culo desde la tarima a todo lo que pretenda ejercer autoridad, para reteñir algunas viejas consignas. Y digo que es una misa a cielo abierto porque la idea es que el alboroto tenga algo de ritual. Lo primero es no pedir permiso a la administración. Hablar con los vecinos del parque, comprometerse a cuidarlo e intentar que el cuento del autocontrol sea cierto. Demostrar que no se necesitan los tombos para que 4000 jóvenes puedan poguear a sus anchas sin necesidad de romperlo ni mancharlo todo. En los organizadores siempre está la idea de que el concierto sea algo más que un parche, que en los oídos queden pitando algunas ideas. Y que todo el mundo sepa que NOVA significa no violencia activa.
Nadie podrá decirles que no ha quedado nada después de tanta bulla. En Medellín, donde por una época los metaleros, los punteros, los raperos y otras aves formaron guetos y jugaron a las pandillas despreciando a los que habían educado el tímpano con voces distintas, el Antimili ha apostado siempre por la diversidad, por la unión de las crestas y las greñas. Así que la mencionada misa resulta siendo ecuménica.


Durante la conversación con Shaka y Heraldo Durango tengo impresiones distintas. Al comienzo, una ligereza en medio de una pregunta, me lleva a tratar al objetor de conciencia como un pelao que se rancha, un adolescente con una rabieta pacifista. Heraldo se retuerce en la silla y me para de entrada: “No Pascual, no es que el pelao se ranche sino que quiere defender una convicción personal, un derecho a no ser obligado vivir durante un año en un medio que contradice todas sus expectativas de vida y sus ideas.” Ya sé que mis contertulios son atentos y suspicaces a todos los discursos, examinan con recelo todo lo que reciben, ven mecanismo de dominación en los engranajes de una caja de música.
Un poco más tarde estamos hablando de sus acciones directas, sus salidas a la calle para agitar un tema y mover la modorra ambiente por medio de tambores, payasos y pelucas. Para saltar a las fuentes mientras la banda marcial retumba en un parque el día de la independencia. Ahora tienen un aire jovial y hasta ingenuo. Me dicen que han cambiado un poco las técnicas de boicot y confrontación por choques más sonoros y menos estruendosos.
En un momento aparece la frase para poner en el capitel de la puerta: “Somos una organización que tiene poder, que construye poder”. Antes había quedado claro el rechazo a acudir la los mecanismos legales para lograr las reivindicaciones: “Nuestro fin no es que la Corte Constitucional diga que avala la objeción. Sabemos que muy seguramente traerá la imposición de un servicio civil obligatorio. Además las leyes no son garantía de nada, no nos contentamos con los códigos. Queremos construir es desde la organización popular”. Aquí hay matices entre las posiciones de Shaka y Heraldo. En todo caso la Red tiene personas encargadas del acompañamiento jurídico a los objetores de conciencia, y una máquina de escribir se encarga de las tutelas y los derechos de petición en las afueras de la plaza de toros los días de los grandes reclutamientos del ejército. Ahora veo un grupo diverso con objetivos comunes, un colectivo con gente que apuesta radicalmente por olvidarse del Estado y gente que ve posibilidades de cambios por medio de las reformas legales y fallos judiciales. Anarcos y reformistas. No puedo evitar una pregunta política. Su discurso y algunos papeles en las paredes me hacen pensar que la meca del antimilitarismo en Medellín es también una casa roja, rojita con simpatías por un Teniente Coronel venezolano. Suspiro aliviado con la respuesta. Frente a Chávez también hay recelos y desconfianzas.
Al final me quedo con la imagen de unos pacifistas tercos, duros de doblegar con el discurso o la amenaza, capaces de chocar contra el escudo antimotín, sabotear desde la risa o argumentar para los juicios. Esa terquedad fue suficiente para romper la fila del Batallón Juan del Corral en Antioquia. Diego Alexander Pulgarín, un joven objetor reclutado en la terminal de transportes de Medellín, logró hace un año salir del ejército defendiendo su opción antimilitarista. Luego de cuatro meses de entrenamiento forzado, de marchar con las botas al revés y negarse a tomar el fusil, sus superiores se declararon en inferioridad: “Póngase la civil que su va para su casa”. Durante ese pulso desigual los miembros de la Red Juvenil sirvieron como abogados, psicólogos, hinchas y jefes de debate. Al final, un triunfo inesperado de la sencilla insolencia. Y un grito para celebrar con carcajadas: “¡Descansen, arrr!”

martes, 18 de agosto de 2009

Fábulas políticas






Es necesario entender a los poetas. Saber que cuando dedican sus palabras a la política son simples fabulistas. Han imaginado un reino de bondades y encuentran siempre un príncipe apropiado. Nadie debería condenarlos por su ceguera ni acusarlos de complicidad con algunos despotismos multitudinarios. Mejor sería ilustrar sus fábulas y sus leyendas con algunas figuras zoomorfas para ampliar los dominios de la literatura infantil.
Porque siempre será gracioso y estimulante para la imaginación la lectura en voz alta de las opiniones militantes de los poetas. Cuando llegue el momento de contrastarlas con la realidad es mejor que los niños se hayan dormido.
Hace unos días me topé por casualidad con un ejemplo paradigmático. Al final de la década del 30 el poeta peruano César Vallejo viajó a la Unión Soviética para confirmar las virtudes del hombre que había nacido con la revolución bolchevique. El visitante enternecido decide seguir durante un día a un albañil. Las relaciones entre las parejas le parecen fraternas y alegres. Los esposos de su experimento semejan a dos ratones felices en su madriguera: “Ambos son alegres, ágiles, infantiles. Ríen y juegan mientras se lavan y se visten para ir al trabajo”. Más tarde el poeta concluye que el entusiasmo cívico y el fervor político han reemplazado al vodka como deporte oficial: “Diariamente se suspende la venta de alcohol en numerosas aldeas, a solicitud de los mismos habitantes. En general son siempre estos los que piden y exigen, en comicios públicos, la supresión de las bebidas alcohólicas.”
En 1985, Mijaíl Gorbachov, alarmado por los índices de alcoholismo entre los rusos intentó liderar una campaña de abstinencia que recibió sonoras silbatinas. El actual presidente Dimitriv Medvedev acaba de declarar que el alcoholismo en Rusia es un desastre nacional. Cada ruso se toma al año un promedio de 18 litros del alcohol puro. No queda más que brindar por las embriagantes fábulas de César Vallejo.
Pero los ejemplos sobran. Neruda es quizá el más inflamado entre los creadores de palacios ideológicos. Son famosos sus versos para justificar el látigo del príncipe: “Stalin alza, limpia, construye, fortifica / preserva, mira, protege, alimenta, / pero también castiga. / Y esto es cuanto quería deciros, camaradas: / hace falta el castigo”.Recordé el libro de Robert Conquest sobre la colectivización soviética que comienza multiplicando los muertos en las granjas rusas por cada letra que pasa el lector: Por cada letra que hay en este libro se perdieron 20 vidas.
Entre nosotros se puede visitar el relato de Jorge Zalamea luego de su llegada a la China Comunista. Otro conmovido con el rigor de los cazadores ideológicos: “La clarividencia, sinceridad y severidad con que se ejerce en la China actual la autocrítica y la lucha popular contra el delito, implican la preexistencia de cualidades morales, de facultades de discernimiento e inclusive de costumbres seculares que sobrevivían el alma popular bajo todas las deformaciones impuestas por la opresión y la miseria”. Se exalta los comisarios políticos como guardianes implacables del reino maoísta.
Borges, amigo de las dagas y las espadas, también compuso su página de guerreros fieles cuando intentó defender a Pinochet: “Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita, Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad.”
Está bien. Son peores los políticos que terminan escribiendo versos. Pero al menos nos han advertido sobre sus intenciones y sus géneros.

martes, 11 de agosto de 2009

Socialismo del siglo pasado





Luego de sesenta años de fundación de la República Popular China, cuando el lema “todos iguales en la misma clase social” ha sido reemplazado por una fatigante carrera en busca de un cupón de ingreso a la creciente clase media, al grupo de los llamados “nuevos hombres dinámicos”, parece que la figura maternal de Mao vuelve a estar de moda. Pero no se trata de una nostalgia ideológica sino de un capricho estético con su toque de ironía. Primero fueron los rockeros y los artistas de la generación Tiananmen. Usaron en clave deformada la simbología y las frases del maoísmo como una manera de burlar la historia propia con la misma moneda. Aunque falsa. Ahora un público más amplio y menos crítico abraza a Mao como símbolo kitsch Made in China. Al fin Mao es una figura del Pop art en su propia casa.
En América Latina la suerte de la leyenda revolucionaria ha resultado ser muy distinta. Entre nosotros la deformación se ha dado más por las secuelas de la senectud y la grandilocuencia de nuevos propagandistas políticos que por la caricatura o los retoques críticos de artistas y diseñadores. Hace cincuenta años Fidel Castro entró triunfante a La Habana convertido en una especie de santón de la nueva humanidad. Un hombre en cuyo corazón cabían todas las grandes palabras: el valor y la generosidad, el sacrificio y los sueños, la esperanza y la firmeza. Las palomas amaestradas seguían los primeros sermones desde su hombro, encandiladas con sus ojos, hechizadas con el humo de su tabaco. Sartre se atrevió a decir que era un nuevo San Juan de la Cruz.
Ahora cuando revolución y comandante son plantas más que marchitas, cuando Fidel Castro es una especie de Rey Lear que entrega sus disparates de ultratumba desde el Granma, cuando ni siquiera los funcionarios más leales al régimen pueden reprimir sus burlas contra la chochez y el apego al poder, cuando se renuevan las purgas y la nomenclatura se hace cada vez más estrecha, cuando los programas de educación ideológica y las escuelas del campo son un recuerdo y un fracaso probado, resulta que el régimen cubano tiene de nuevo mucho que enseñarnos. Y sus dogmatismos dirigen la gran marea continental, impulsada por un muñeco grotesco que repite el mismo sonsonete con nuevos bríos: “Patria, socialismo o muerte”.
Hace unos meses Hugo Chávez le entregó a Raúl Castro una réplica de la espada de Bolívar como un reconocimiento a la revolución cubana y a Fidel, a quien llamó el padre de los revolucionarios de “toda esta tierra”. Y cada que se encuentra con el heredero lo saluda con un gesto marcial de vasallaje, con la rigidez del teniente coronel frente al comandante. Pero no es solo un gesto para el homenaje. En la práctica los cubanos manejan en Venezuela algunos de los programas bandera del socialismo bolivariano. El guión ideológico y económico de los países del Alba viene desde el ocaso cubano. Mientras en Cuba la gente está recordando el “Maleconazo” de hace 15 años, un grito de descontento en las calles de La Habana que tal vez se apagó por falta de calorías; mientras los jóvenes juegan al doble sentido con las consignas descascaradas y huyen de las liturgias del Estado; mientras las costumbres del lenguaje cotidiano han abandonado el revolucionario “compañero” por los menos oficiales brother, yunta, nagüe o socio, en algunos países del continente se está importando la vieja cartilla como indispensable manual de instrucciones. Los cubanos miran desde la isla y se ríen desconsolados. Lo que para ellos parece terminar, para otros apenas comienza.



martes, 4 de agosto de 2009

Delfines






Seamos francos: algo hay que reconocerles a Tomás y Jerónimo Uribe. Su apatía política es un regalo de valor incalculable. Sabiendo que un imitador torpe y sobreactuado, una previsible caricatura de su padre obtiene puntos importantes en las encuestas, sería muy fácil que alguno de los Uribe Moreno decidiera usar el perfil, el acento y el apellido para cautivar electores. Porque las elecciones son la excepción a la regla según la cual las segundas partes nunca fueron buenas. En últimas la política es un subgénero de la mnemotecnia colectiva y lo que los padres gastaron en afiches y pasacalles siempre sirve a los hijos.
Así que nunca tendremos con qué pagar el hecho de que los hijitos de Álvaro Uribe y Lina Moreno tengan gustos más cercanos a Colombiamoda que a Primero Colombia, que su carácter reservado prefiera las reuniones a puerta cerrada con los ministros a las alharacas de la plaza pública y que su pasión sea por Salvarte y no por salvar el destino de la patria. Son continuadores de una sana y reciente tradición de nuestra política que tiene a los delfines presidenciales como una especie en vía de extinción. Entre los hijos de los últimos seis presidentes sólo Simón Gaviria ha decidido saltar entre los aros para buscar el aplauso de los electores. Los hijos de políticos asesinados han entrado a suplir las vacantes de los hijos de los elegidos. Ya se anuncia que Juan Manuel Galán será compañero de fórmula de Gaviria Muñoz para las elecciones al Congreso. Faltaría que se les uniera Rodrigo Lara Restrepo para formar el partido de la regeneración.
Pero es bueno advertir que la sequía actual de delfines no garantiza su ocaso. Los nietos son siempre un riesgo latente. Como botones de muestra están Germán Vargas Lleras y Samuel Moreno Rojas. Y si hablamos del Polo habrá que decir que el hijo de Lucho Garzón renunció hace unos meses a su puesto en el Comité Ejecutivo del Partido que declaró a su padre hijo calavera.
En serio creo que es mejor no torear a los jóvenes Uribe Moreno. Que conversen con el alcalde de Mosquera, que se reúnan con los concejales de Facatativa, que visiten al director del Invias, que llamen al ministro de comercio exterior. Son pequeñeces. Un precio apenas justo por evitar fatigas mayores. Podrían ser, por decir algo, alcaldes de Medellín o cabezas de lista para el Senado o líderes exitosos de las Juventudes Consumistas. Pero no, heredaron la inteligencia superior de la madre y prefieren ser simples inquilinos de Palacio, no cambian el afteparty por el political party.
Hay que reconocerles además que son una rareza en medio de las familias presidenciales de la región. Marcos Claudio Lula da Silva, hijo del presidente brasilero, intentó ser candidato a regidor de la ciudad de Sao Bernardo Do campo pero el Tribunal Electoral se lo impidió. Máximo Kirchner, el hijo del matrimonio peronista, sonó como candidato a intendente de Río gallegos y tiene una escuela de proselitismo. Los ocho hijos de Daniel Ortega manejan medios de comunicación del Sandinismo y según su madre “cumplen una función en el gobierno y por eso forman parte de las giras oficiales”. Chávez en cambio prefiere la línea ascendente y sabe que los hijos pueden esperar mientras los hermanos trabajan. Hugo de los Reyes, su padre, fue gobernador de Barinas y al terminar su periodo le entregó a Adán su hermano mayor. Anibal es alcalde de Sabaneta y Argenis prefiere mandar desde las secretarías de gobierno. Los hijos de Correa están muy pequeños y los de Lugo apenas están tramitando el apellido. Es mucha gracia que Tomás y Jerónimo, acostumbrados a trabajar con basura, no hayan decidido entrar a la política.